Aparte de la opacidad en el manejo de estos dineros está el problema de su finitud. Y es que Venezuela es un país semidestruido donde 3 mil millones de dólares no alcanzarán para nada significativo.
Humberto González Briceño
El chavismo y la falsa oposición celebran a rabiar la firma de los acuerdos en México. La emoción es tal que prácticamente se borra la diferencia entre ambos bandos. En realidad lo que festejan es el inicio de la nueva etapa que se impone en Venezuela marcada por una cohabitación y un cogobierno de características más formales y definidas que antes. Esta, que es la razón verdadera de la negociación de marras, no es por supuesto lo que se le dice a la gente porque sería reconocer públicamente el oportunismo de dos grupos que han destrozado a Venezuela.
Para adornar la galería se concibieron narrativas más piadosas y benignas. La primera fue justificar las negociaciones entre chavismo y MUD como un intento de avanzar hacia condiciones y garantías electorales para unas elecciones libres y transparentes. Según esta conseja se sugería que el chavismo estaría dispuesto a aceptar cambios en un sistema electoral corrupto, vaciado y diseñado para producir resultados que siempre le favorecen. La posibilidad de que el chavismo alguna vez acepte cambios en su sistema electoral equivaldría a aceptar que tendría que resignarse a entregar el poder, cosa que ha sido vehemente y sistemáticamente negada por sus principales voceros.
Pero la falacia de las condiciones y garantías electorales fue útil tan solo por unos meses hasta que el chavismo no solo se negó a discutir el tema sino que además abandonó las negociaciones de México. Para el chavismo toda negociación quedaba sujeta a que produjera la liberación de Alex Saab y su incorporación a la delegación oficialista negociadora, además de sentarse a negociar directamente con los EEUU, no solo con los representantes de la falsa oposición.
Así el chavismo movía la vara de sus peticiones y expectativas a su punto más alto lo cual hacía pensar en su inviabilidad. Y lo insospechado ocurrió. El gobierno norteamericana de Joe Biden no solo se sentó a negociar directamente con el chavismo, haciendo a un lado a la falsa oposición, sino que si bien es cierto no liberó a Alex Saab si excarceló a los narcosbrinos de Nicolás Maduro que pagaban condena en los EE UU por tráfico de droga. Estas concesiones pavimentaban la vía para el levantamiento definitivo de las sanciones al chavismo, la autorización a la Chevron para operar libremente en Venezuela, y el descongelamiento de los activos en el exterior. Todo un cuadro que apunta a una nueva normalidad entre el régimen chavista y los Estados Unidos.
Destruido miserablemente por la realidad el argumento de las condiciones electorales y restablecidas la relación bilateral directa entre el chavismo y el gobierno norteamericano la falsa oposición quedaba literalmente en el aire y sin razones para seguir negociando de acuerdo a su propia prédica electoralista. Esta bancarrota es lo que mueve a la MUD a pivotar del argumento electoral al argumento “social” como nueva justificación para seguir negociando con el chavismo.
En realidad, una vez establecida la nueva dinámica de relaciones entre el chavismo y los EEUU poco o nada queda a la falsa oposición por negociar. Lo único que queda es justificar la entrega de recursos y tiempo al régimen chavista para supuestamente favorecer a los venezolanos. Según esta nueva narrativa, que sustituye al pretexto electoral, la liberación de los fondos congelados al régimen chavista en el exterior, que en este primer tramo se estiman en aproximadamente 3 mil millones de dólares, estaría plenamente justificada porque serían recursos para beneficiar a los venezolanos. Pero ¿Cómo?
El manejo de estos recursos estaría bajo el control de alguna instancia de la ONU. Pero aparte de este enunciado ambivalente y genérico no hay ninguna indicación de un sistema o mecánica para su implementación. ¿Enviará la ONU sus funcionarios a Venezuela para ejecutar esos recursos? Esto no parece viable. Lo más probable es que la ONU asigne estos recursos a través de organizaciones no gubernamentales controladas por el chavismo y por la falsa oposición para proyectos humanitarios fantasmas lo cual es la garantía de que esos recursos serán saqueados sin piedad por los dos bandos políticos. La otra probabilidad es que ultimadamente la ONU le entregue esos recursos directamente al régimen chavista ante la imposibilidad de hacer una gestión con infraestructura propia.
Aparte de la opacidad en el manejo de estos dineros está el problema de su finitud. Y es que Venezuela es un país semidestruido donde 3 mil millones de dólares no alcanzarán para nada significativo y se perderán como una gota en un mar de tragedias. ¿Cuál podría ser la prioridad para el uso de esos limitados recursos? ¿Hospitales? ¿Escuelas? ¿Infraestructura? ¿Red eléctrica? O quizás esos recursos sean destinados a atender al único sector que le importa al chavismo: Las Fuerzas Armadas. Con recursos limitados y en medio de un insoluble quiebre económico no es aventurado suponer que el régimen chavista atienda primero a sus fuerzas militares que son el único pilar que materialmente sostiene a una estructura de otra manera absolutamente frágil y endeble.
La preguntas sin respuesta sobre el manejo de los recursos liberados al régimen chavista son otra evidencia que lo que está en el fondo de la cuestión no es atender ninguna emergencia humanitaria sino más bien avanzar rápidamente a un nuevo esquema de cohabitación entre el chavismo y la falsa oposición, esta vez con la bendición de los Estados Unidos.