El engaño tiene una justificación. La falsa oposición sigue empeñada en decir que representa a los venezolanos.
Humberto González Briceño
Los aspectos fundamentales del proceso electoral se mantienen intactos como siempre han sido. El régimen chavista controla los mecanismos para producir resultados electorales a su conveniencia. Además de las graves irregularidades en el registro electoral y el abuso de los dineros públicos para financiar las candidaturas del régimen está el más grave problema de todos y este es el diseño de fraude electrónico que le ha permitido al chavismo dar la apariencia de victoria desde el principio.
El voto electrónico deja en manos de la persona que maneja el programa la decisión que debería corresponder a millones de venezolanos. Técnicos del gobierno y de la falsa oposición en el pasado han intervenido en el debate, todos para abogar en favor de la cientificidad de unas máquinas cuyo resultado se presenta como inapelable. En el plano teórico el voto electrónico debería estar dotado de mayor transparencia y utilidad, pero no bajo el régimen chavista que lo ha reducido a su varita mágica para atornillarse al poder con barniz democrático.
Sin controles y sin rigurosas auditorías es imposible confiar en el voto electrónico. Sin un Consejo Electoral totalmente despartidizado y sin la presencia del chavismo es imposible asistir a unas elecciones limpias y transparentes. Todos los demás ajustes que el chavismo pueda ofrecer no pasan de ser minúsculas concesiones que mantienen la esencia fundamental de un sistema fraudulento creado para fabricar resultados y proclamar ganadores según le convenga al chavismo. Ese sistema no ha cambiado, ni se prevé cambiará en el futuro inmediato.
Mientras el sistema electoral sea el mismo modelo fraudulento que el chavismo ha impuesto no hay ninguna posibilidad de triunfo para un candidato de oposición. No habrá manera de ganarle al chavismo unas elecciones donde ellos encerrados en un cuarto negro cuentan los votos y presentan números que luego son refrendados por el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia y las Fuerzas Armadas, todos chavistas. Entonces ¿Ante quien se apela? ¿La OEA? ¿Biden? ¿La Corte Celestial?
La falsa oposición sabe perfectamente que bajo este sistema electoral no hay la menor posibilidad de ganarle al chavismo y mientras el sistema no cambie jamás la habrá. Es irrelevante que el candidato de la falsa oposición sea único y electo en primarias. Es inútil que vote el 90% de los venezolanos y la abstención no pase del 10%. Da lo mismo que los 7 millones de venezolanos en el exterior voten o no. Al final todo termina en el mismo punto de siempre. ¿Quién cuenta los votos? ¿Quién anuncia los resultados?
Pero aun a sabiendas de la imposibilidad material de ganarle al chavismo la falsa oposición está obligada a fomentar la ilusión metafísica de un triunfo solo si la gente les vuelve a hacer caso y en contra del más elemental sentido común acuden a votar. El engaño tiene una justificación. La falsa oposición sigue empeñada en decir que representa a los venezolanos y de esa autorepresentación derivan todos los privilegios y prebendas que han logrado, sobre todo embaucando a representantes de otros países.
Aun arrebatando los resultados electorales para validar su fraude el chavismo tendría que admitir que la falsa oposición obtuvo al menos un 49%, suficiente para proclamar ganador al candidato chavista y darle reconocimiento a los falsos opositores para que sigan haciendo lo de siempre. No podemos llamarnos a engaños. Lo que se decide en las primarias de falsa oposición es a quien le corresponderá el dudoso honor de reconocer públicamente la victoria previamente arreglada de Nicolás Maduro y convalidar un sistema electoral viciado y fraudulento, aunque sea a regañadientes.