¿Puede haber república y presidente sin democracia? Los autócratas de las «repúblicas» de Corea del Norte y Cuba, entre otros, se hacen llamar «presidentes”.
Gustavo Luis Carrera I LETRAS AL MARGEN
Es necesario encarar la realidad ideológica con absoluta sinceridad. Y sin dejarse embaucar por falsedades y grotescas apariencias. Hay que hacerse las preguntas adecuadas: ¿cómo se mide el desarrollo social?; ¿cómo se hace evidente la libertad política? Según la respuesta obtenida, se tendrá una medida auténtica del desarrollo alcanzado y de la verdadera situación frente al atraso colectivo y a la injusticia inveterada. En anteriores oportunidades lo hemos señalado: en nuestra opinión, el desarrollo social se mide por los niveles de miseria y de hambre imperantes; y la real libertad política es la que se basa en la alternabilidad democrática. Veamos las perspectivas actuales.
LA OPCIÓN CAPITALISTA. ¿Cuántos años tiene el sistema capitalista dominando, prácticamente, el mundo? ¿Y qué ha logrado, de manera concreta, en la superación de las agudas diferencias en materia económica y en los derechos civiles que rigen socialmente? Nadie niega la inigualable capacidad del capitalismo en hacer honor a su nombre, generando riqueza, capital acumulado. Pero, ¿en favor de quiénes? De los propios productores de tales beneficios. Es decir, que se origina un círculo de auto gratificación, que no significa un desarrollo colectivo. Y entonces los índices macroeconómicos marcan una bonanza que sólo favorece a un sector muy pequeño, y privilegiado, de la sociedad. Llegando al terreno de la verdad desnuda, hagamos la pregunta necesaria: ¿ha acabado el capitalismo con la pobreza y el hambre? La respuesta está a la vista. Inclusive en los países de mayor desarrollo capitalista, permanecen los vergonzantes índices, innegables, de menesterosos, desempleados y marginales. Resulta evidente, dentro de nuestro parámetro de desarrollo social, el fracaso del sistema capitalista.
EL SUPUESTO SOCIALISMO. Justamente, en atención a los desajustes sociales visibles en el sistema capitalista, surge la propuesta socialista. En la segunda década del siglo XIX aparecen las primeras señales del socialismo como forma alternativa de organización social, ante el modelo tradicional del reino y del dominio del poder económico. El propósito, realista, era encontrar un equilibrio, por entendimiento, por lógica racional, entre los distintos estratos de la colectividad, reivindicando, por omitidos, los derechos de los más necesitados. Esta idea del convenio social fue repudiada por el socialismo comunista, considerándola «utópica», «irrealizable»; y establecieron el socialismo de la dictadura del proletariado (deformación impuesta por Lenin, para ascender al poder). Todo, en nombre de una utopía mayor que la señalada por los «revolucionarios» marxistas, como demostró el derrumbe absoluto de la Unión Soviética, portaestandarte de ese supuesto socialismo; sin haber acabado con la pobreza y el hambre. Total, que la teoría socialista aplicada por los auto denominados «científicos», resultó más utópica que la que ellos señalaban como tal, y que nunca tuvo oportunidad de ser puesta a prueba, como ésta sí, por más de setenta años.
SEÑALES DE LA CRISIS. La comprobación de la incapacidad de los dos sistemas a la vista para acabar con la pobreza y el hambre, conduce a una real y profunda crisis ideológica. Mientas los mandones de países no democráticos, de hecho se esconden detrás de la mascarada que ellos denominan «república». Así vemos las «repúblicas» de Corea del Norte, de China, de Cuba, de Nicaragua, de Irán (por nombrar los gobiernos que se dicen comunistas o izquierdistas). Y sus autócratas se hacen llamar «presidentes». Y uno -que no es tan lerdo como ellos quisieran-, se pregunta: ¿puede haber república y presidente sin democracia? Gobernantes que se eternizan en el poder; sistema políticos de partido único; represión de opositores; ¿son esas las características propias del sistema republicano? Ninguno de los déspotas de las falsas «repúblicas» tiene la valentía de proclamarse, sinceramente, «dictador» o «tirano»; todos esconden su naturaleza espuria poniéndose la máscara de «presidente». Y de otro lado, muchas democracias se convierten en el gobierno de una mayoría, desconociendo los derechos de la minoría; es decir, de hecho, es el sojuzgamiento de un grupo sobre otro. ¿Y dónde queda la democracia? La crisis es más que evidente; y resulta desconcertante.
PELIGRO EVASIONISTA. Ante la crisis, la tendencia inmediata es alejarse de ella. Pero, la política es asunto demasiado serio para dejarlo exclusivamente en manos de los políticos. A fin de cuentas, somos los pobladores comunes quienes padecemos las penurias que los políticos generan, jugándose ellos, caprichosamente, el destino de todo un pueblo. Entendemos que ante el fracaso del capitalismo y del socialismo en la erradicación de la pobreza, parecería que todo está perdido. Pero, hay valores sociales y personales irrenunciables. Y uno de ellos es el deber social. En ese sentido deben dirigirse las reflexiones de todos. Nosotros presentamos nuestra posición frente a esta crisis, en anterior oportunidad, planteando una Pantocracia (Gobierno de Todos), como perspectiva real de una auténtica y totalizadora democracia, en un equilibrio entre la libre empresa y la causa social. (De «causa social» hablaba, ya hace dos siglos, Simón Rodríguez). Que surjan otras propuestas. Pero, lo que no podemos es caer en la resignación o la indiferencia. Serían formas de la evasión. Y el destino de los pueblos no admite evasivas.
VÁLVULA: «Resulta evidente que, en la práctica y en la teoría, estamos inmersos en una crisis ideológica. Ante el reto definitorio de erradicar la pobreza y el hambre han fracasado los sistemas correspondientes al capitalismo primitivo y al socialismo tiránico, los más visibles en el campo político. Nuevas perspectivas han de abrirse, por imperativo histórico. Inclusive con la justa fusión de la libertad de empresa y la atención primordial de los derechos económicos y sociales de toda la población. Lo único no viable es la evasión conformista o amargada. Evadirse es querer tapar el sol con un dedo».
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