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El PSUV debe cuidarse de caer en la vieja política

Partidos de izquierda y derecha se han comportado igual, tanto que la ortodoxia comunista eterniza a jefes vitalicios y niega cualquier relevo generacional, al mismo estilo de Rafael Caldera en Copei.

La política venezolana tiene particularidades, no siempre se maneja según ideologías de izquierda o de derecha. Ocurren “solidaridades automáticas”, por ejemplo, entre viejos dogmáticos contra jóvenes talentosos, olvidando que la verdad no tiene edad. Veteranos burócratas de escritorio que premian la hipocresía y la mafia de sus contemporáneos y en paralelo criminalizan el coraje de jóvenes que jamás bajaremos la cabeza frente a los abusos e ilegalidades.

Así  ha sido siempre la izquierda ortodoxa tradicional en Venezuela, con emperadores vitalicios que se comportan como los caudillos de la derecha, reparten trompadas estatutarias para perpetuarse en cargos, mientras el carrito rojo tipo escarabajo se queda vacío, tal como lo dijo una vez Hugo Chávez.

Soberbia y capricho de reformistas en edad de jubilación, han defenestrado generaciones de nuevos cuadros revolucionarios. Algunos aprendimos temprano a sacudirnos la maldad y mezquindad de esos longevos guasones, de allí que hayamos dejado atrás un “cementerio político” de ex camaradas ingratos. Es con esa formación y experiencia que navegamos en el variopinto universo del Chavismo actual.

Partidos de izquierda y derecha se han comportado igual, tanto que la ortodoxia comunista eterniza a jefes vitalicios y niega cualquier relevo generacional, al mismo estilo de Rafael Caldera en Copei o de Carlos Andrés Pérez en Acción Democrática. El PSUV debe cuidarse de esos malos ejemplos de la vieja política.

Muchos ex revolucionarios que abandonaron los ideales de su juventud, desarrollan resentimiento contra los jóvenes que nos mantenemos fieles a los mandamientos de una vida revolucionaria hoy: Asumir públicamente las causas justas, defender la vigencia del socialismo científico post guerra fría, apreciar los esfuerzos de la Revolución Bolivariana aunque no nos den un cargo importante, no alabar los valores y las premisas de la derecha, mantener una conducta pública que no contradiga nuestras actuaciones privadas. En el fondo, los ex marxistas abrazaron la vida capitalista por conveniencia económica pero saben que en el plano moral son indignos frente a quienes altivamente seguimos levantando nuestras banderas sin esperar nada a cambio, salvo que nos respeten como aliados.

Reconocemos que, irónicamente, hubo otra gente que estuvo por muchos años inscrita en Acción Democrática o Copei, en tiempos de la Venezuela prechavista, y sin embargo se portaron bien, pues en esas organizaciones tuvieron posturas de izquierda, es decir, exigieron políticas públicas a favor de los humildes, fueron militancia de base que nunca se enriqueció a expensas del patrimonio público, gente honesta que reclamaba democracia para el pueblo.

Esos, en 1998 se fueron detrás de Hugo Chávez. Adecos fueron alguna vez también, gente como el orejón progresista Luis Beltrán Prieto Figueroa y el guerrillero marxista Fernando Soto Rojas. Muchos ex adecos y ex copeyanos fueron gentes de clase media o popular que necesitaban sobrevivir con sus salarios y mantuvieron bajo perfil político para poder alimentar a sus familias, porque obviamente a los venezolanos abiertamente revolucionarios, no les daban trabajo por aquellos años del Puntofijismo y así lo vivimos directamente los hijos de guerrilleros de las décadas del 60, 70 y 80 del siglo pasado.

Hoy veo con gigantesca preocupación una Venezuela de “falsas reputaciones y nulidades engreídas”, como lo dijera alguna vez un destacado opinador. Prostituyeron los conceptos de izquierda y derecha; no se sabe claramente quién es quién porque no se han establecido referencias concretas para precisar las identidades ideológicas, es decir, en la inmensa confusión que se deriva de un país cuya vida política se caracteriza por mucha gente que desfila por muchos partidos, así como organizaciones políticas que nacen y mueren como apéndice del gobierno de turno, pareciera que pocos permanecen en una misma línea programática por mucho tiempo.

Vivimos en una promiscuidad política, la renta petrolera fomenta la vagabundería y las migraciones partidistas, es así que como búfalos en carrera salvaje, aparecen manadas de depredadores selváticos con disfraz de militantes políticos que persiguen enchufarse con nuestro Gobierno Petrolero o con entidades transnacionales que financian a la derecha. Unos buscan grandes contrataciones públicas, otros se conforman con al menos una gotica de ese oro negro, vegetando impunemente en un cubículo u oficina etc. Entretanto, la política venezolana tiende a ser un juego de propaganda, celebración de efemérides, consignas huecas, cazafortunas y populismo, un arte de permanente renovación de las esperanzas de un pueblo que cada vez vive más apretado por la guerra económica.

Es obvio que la ubicación económica de un presidente de Fedecamaras lo hace capitalista y de derecha; mientras que quien real y activamente brega por la reivindicación social y política de masas trabajadoras es socialista y de izquierda. Pero hay millones de venezolanos que no están ni en un lugar ni en otro dentro de la estructura económica nacional. Tal vez esos compatriotas se sientan cada día más apartados de los polos que se pelean el poder político sobre Venezuela.

Entiéndase que no es por orgullo, sino por honor, cuando repetidas veces subrayamos que nuestra militancia política ha sido pulcra, desde cuando en 1991 nos fotografiamos con una bandera de la Unión Soviética hasta el día de hoy, creemos en el derecho a vivir bien sobre la base del estudio y el trabajo. Siempre opuestos a aduladores que se pasean por el chavismo y también por la oposición, llamamos a construir una Venezuela de respeto y tolerancia a las diferencias.

Con el necio afán de contrarrestar la prostitución de la política, diría que si en economía defendemos el valor del trabajo frente a la dictadura del capital; si sobre razas entendemos que  personas de todos los colores son iguales en inteligencia, fuerza y voluntad; si en género  abogamos por igualdad entre mujeres y hombres; si por la familia enseñamos convivencia solidaria más allá del dinero; si en cuanto a religión interpretamos la Teología de la Liberación; tal vez seremos dignos de llamarnos “personas de izquierda”.

Jesús Silva

(1979) Abogado constitucionalista y penalista (España). Profesor de estudios políticos e internacionales (UCV). Articulista. Corredactor de leyes en la Asamblea Nacional. Productor TV extranjera. Conductor del programa «La Constitución y los Hechos» YVKE Mundial 550am y 94.5fm Martes 8pm

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