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El chavismo y la falsa oposición le han costado muy caro a Venezuela

El país está obligado a romper esa tenebrosa dicotomía de obligarse a escoger entre el malo y el peor. Para sacar al chavismo del poder es necesario acabar igualmente con la nociva y tóxica influencia que hasta ahora ha ejercido la falsa oposición.

Humberto González Briceño

            Tan nefasto ha sido el chavismo para Venezuela como la falsa oposición que se presenta como su alternativa sin realmente serlo porque el tiempo ha demostrado que estos opositores de la MUD-FA-PUD no son más que justificadores del régimen chavista que dicen combatir.

            Del chavismo que está ejerciendo el poder político y militar en Venezuela se puede esperar que haga todo para seguir mandando, aunque esto signifique un daño irreparable para la república. Pero si se admitiese que la falsa oposición es un intento serio de hacer las cosas diferentes a como las ha hecho el chavismo entonces habría razón para esperar mucho más de estos falsos opositores, Lamentablemente no es así.

            Desde un principio en 1999 el chavismo le planteó a Venezuela la necesidad de someter los intereses de la nación venezolana a los intereses de algo amorfo y difuso llamado la revolución bolivariana. En nombre de esta revolución, cuyos contornos específicos estaban únicamente en la cabeza de Hugo Chávez, se justificó el desmantelamiento progresivo de la nación venezolana y sus instituciones

            Eventos que en otras latitudes quizás habrían provocado una ruptura política y militar en Venezuela fueron aceptados sin plantear confrontación alguna por parte de las fuerzas sociales y políticas. Así poco a poco se le cambió el nombre al país, se desdibujaron el escudo y los símbolos patrios, se sustituyó la historia nacional por la propaganda chavista y se destruyó el Estado nacional venezolano para dar paso al Estado chavista.

            Como los intereses de un  Estado Nacional venezolano no son los mismos que los del Estado chavista entonces la entidad usurpadora puede permitirse el lujo de sacrificar la soberanía y el territorio todo en nombre de un supuesto propósito superior que sería la llamada revolución bolivariana.

            Para seguir en el poder el lumpen chavista ha tenido que partidizar a las fuerzas armadas nacionales y hacer importantes cesiones de territorio y soberanía a grupos terroristas en las fronteras y a megabandas criminales en Venezuela. Igualmente el sostenimiento del aparato chavista pasa por la destrucción de la economía nacional dejando al país en escombros, sin comercio y sin industria, a merced de mafias que en operaciones de mediana y gran escala han convertido a Venezuela en una gigantesca factoría para el narcolavado.

            Frente a una estructura que ha confiscado todos los poderes nacionales y las garantías políticas se presenta una falsa oposición que pretende disputarle el poder al chavismo cumpliendo al detalle con sus engañosas y fraudulentas reglas de juego. La falsa oposición ha intentado, a lo largo de estas dos décadas, desplazar al chavismo en escaramuzas que cada vez revelan una inocultable voluntad de cohabitar con él más que expulsarlo del poder.

            Decir que la necia insistencia en negociar con el chavismo y prestarse a su farsa electoral cada temporada es una estrategia equivocada sería conceder que los falsos opositores actúan de buena fe y que estaríamos simplemente frente a una tesis política errónea. Pero después de 24 años de marchas y contramarchas la evidencia es abrumadora al mostrar a una falsa oposición que simplemente se acostumbró a participar en el círculo vicioso negociaciones-elecciones-negociaciones no porque realmente crea que eso eventualmente conduciría a salir del chavismo sino porque es la única forma de seguir viviendo y parasitando de la política en Venezuela.

            El único capital político con el que cuenta esa falsa oposición para seguir vigente es la desesperación de miles de venezolanos que en medio de su angustia quieren creer en las ilusiones y las fantasías por la vía electoral. La estafa funciona porque la potencial víctima quiere ser estafada y está dispuesta a cooperar en la perpetración del crimen.

            Estos son los votos que cada cierto tiempo acumulan los candidatos de la falsa oposición y que sirven para que el chavismo a discreción adjudique unos cargos que incentivan a los falsos opositores a seguir participando y a sus víctimas a seguir votando.

            Lo que también es cierto es que cada día son menos venezolanos dispuestos a seguir haciéndole el juego a chavistas y falsos opositores. Por eso la abstención sigue y seguirá aumentando ante la convicción de que votar en Venezuela bajo tiranía no resuelve nada. Igualmente la cantidad de venezolanos que continua emigrando hacia los Estados Unidos, vía el Darien, no ha disminuido en lo que significa una rotunda ruptura con el chavismo y su falsa oposición.

            A los chavistas les podemos achacar con razón la pérdida de soberanía y territorio, el desmantelamiento de la industria petrolera y el descalabro general que hoy sufre el país como resultado del sistemático saqueo que ha realizado el chavismo en dos décadas. Pero los falsos opositores al dárseles la oportunidad no han hecho menos que el chavismo. El gobierno interino de Juan Guaidó en un momento concentró todas las esperanzas de un cambio político para terminar compitiendo con el chavismo en materia de saqueo del erario nacional y vandalismo político. La inminente pérdida de CITGO, por ejemplo, no puede ser atribuida exclusivamente al régimen chavista. Esto es un crimen en el cual comparten responsabilidades tanto chavistas como falsos opositores.

            Venezuela está obligada a romper esa tenebrosa dicotomía de obligarse a escoger entre el malo y el peor. Para sacar al chavismo del poder es necesario acabar igualmente con la nociva y tóxica influencia que hasta ahora ha ejercido la falsa oposición. Si esta dinámica entre chavistas y falsos opositores se mantiene Venezuela seguirá pagando un precio cada vez más elevado en términos de soberanía e integridad territorial.

@humbertotweets  

EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.

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