El diplomático tiene que hablar y contestar las inquietudes de periodistas, así como presentar su propuesta de gobierno.
Luis Fuenmayor Toro
Hablemos un poco del desconocido que de repente, hace un mes, apareció como “cuida puesto” en una tarjeta electoral venezolana de quienes se autodenominan como “la oposición”. Y arranco por aquí, con algunas verdades, que molestarán mucho a los involucrados y a sus seguidores, quienes podrían hasta convulsionar. No son la única oposición, ni siquiera la más numerosa. Sí la que más dinero tiene, por las “ayudas” internacionales y por el manejo fraudulento de nuestros activos en el exterior y de los fondos congelados en la banca internacional. Algún día pagarán estos delitos. Es la oposición que tiene la “franquicia” que dan desde el exterior y que difunden los medios de comunicación transnacionales, pero además ayudada por el mismo gobierno a mantenerse en esa posición. Con ella, se reúne en estrambóticas ciudades de costosos hoteles, con la otra, no lo hace. La otra es la “Querida”, a quien se mantiene allí y se le dan de vez en cuando algunas palmadas en la espalda.
Es también la oposición, y ésta sí es una realidad importante, que se mantiene unida, pese a sus diferencias y desencuentros, y lo acaban de demostrar con la designación unánime de Edmundo González Urrutia, o simplemente Edmundo, como su candidato, mientras el sector opositor parlamentario está fraccionado a la “n” potencia; son 20 diputados que militan en casi igual número de partidos. Arrancaron juntos con la candidatura de Falcón y la mesa de diálogo de la Casa Amarilla, pero luego cada quien cogió su camino de construcción o mantenimiento de parcelas sin relaciones entre ellas. En este aspecto, la PUD se presenta entonces como “la oposición” y es vista por la población como “la oposición”, y su candidato, que recuerdo es uno solo, es entonces apreciado como el candidato contra Maduro. Estos son hechos que pueden no gustar, pero son hechos ciertos que es lo importante.
¿Pero, quién es Edmundo? Primero advierto que no voy a hacer una biografía del personaje, pues tengo cosas más importantes de qué ocuparme. Sólo diré las pocas, pero relevantes cosas que sé. Es un internacionalista de profesión, no es un académico ni hay nada muy destacado qué mencionar en su currículo. Es un político de la franquicia opositora que ya mencioné, desde 2002 por lo menos, cuando habiendo sido designado embajador en Argentina por Hugo Chávez, y con casi cuatro años de desempeño, apoyó el golpe de Estado fracasado de Carmona Estanga. Me han dicho que por ello fue destituido, lo cual es algo totalmente lógico y esperable. Sin embargo, aparentemente no lo sacaron de la Cancillería, donde permaneció como diplomático y, pese a ser un opositor de Chávez, no renunció a su cargo. Todo esto nos aproxima a él bastante bien.
No condeno moralmente que alguien participe en un golpe de Estado, pues se trata de un proceder político y no de un delito común, y la gente puede pelar bolas en las decisiones políticas que tome. Lo hizo Rómulo en 1945 contra el gobierno más democrático que haya tenido el país, lo hizo Pérez Jiménez contra sus ex aliados adecos, Chávez contra CAP, mostrando, de paso, poca pericia militar; lo hicieron Carmona contra Chávez y hasta Leopoldo López y Guaidó contra Maduro, aunque éstos en forma muy bufa, como aventureros de baja ralea. Pero volvamos. El problema de Edmundo no es el apoyo a un golpe, sino a un golpe sanguinario, que asesinó una veintena de personas inocentes para justificarse y que fue dado en el inicio del período constitucional de un Presidente electo en forma universal, directa y secreta. Chávez apenas terminaba de ganar y el diplomático Edmundo no podía esperar las siguientes elecciones para cambiarlo.
¿Era su impaciencia tanta como la de los golpistas que vimos en Miraflores? ¿Sigue siendo un extremista inmediatista? ¿Disfrutó, como lo hizo el personaje que destituía y destituía diputados, gobernadores, alcaldes y concejales, con mirada desquiciada y una sonrisa sardónica? No es éste el temple que debería tener el Presidente que sustituya a Maduro, quien debería garantizar la reconciliación de los venezolanos, estar muy lejos de ser un vengador y traer paz y concordia a la nación. Todas las respuestas a las preguntas individualmente hechas sobre Edmundo, pueden ser negativas y el diplomático aclararnos que no es ningún extremista, ni violento, ni vengador. Pero tiene que hablar y decirlo y contestar las inquietudes de periodistas, así como presentar su propuesta de gobierno. No quiero a nadie como María Corina gobernando mí país, y tengo todo el derecho de no quererlo y de decirlo a los cuatro vientos. Tampoco la quiero gobernando a quien sea electo, ni porque lo haga su títere como casi hizo con su tocaya, ni porque sea su alter ego.
Tengo algo más sobre Edmundo: su silencio prolongado desde la prórroga dada por el CNE el 25 de marzo pasado, para que pudieran colocarlo como “guarda puesto” en la tarjeta de la PUD, fue extraño y sólo interrumpido por fin hace pocos días apenas, pero con un cortísimo mensaje. Mientras tanto, la otra, la lideresa, no cesa de hablar y gritar y vanagloriarse de que todo era su plan, cuando la verdad es que Rosales, al inscribirse le permitió a la PUD llegar hasta aquí con candidatos y tarjetas. Le dio una lección de eficacia, moderación y sensatez política muy grande, por lo que además hay que decir que si Maduro gana, la responsabilidad principal es de María Corina y Vente Venezuela. Sus devaneos políticos, su falta de humildad, su personalismo excesivo y su verborrea agresiva, amén de sus embestidas contra sus ex compañeros y su tardanza en discutir, dialogar y consensuar políticas, han sido muy negativas para la PUD, para la oposición toda y para Venezuela.
@LFuenmayorToro
EL AUTOR es médico-cirujano, Ph. D., profesor titular y exrector de la UCV, investigador en neuroquímica, neurofisiología, educación universitaria, ciencia y tecnología. Luchador político