Lo único que podría dar al traste con el megafraude que prepara el chavismo sería una reacción adversa en el seno de sus propias fuerzas militares.
Humberto González Briceño
Es cierto que el régimen chavista, con Nicolás Maduro a la cabeza, tiene todos los mecanismos para atornillarse en el poder. De manera que un resultado indeseado para el oficialismo el 28 de Julio solo podría ocurrir como resultado de circunstancias imponderables o de errores en la ejecución del mega fraude electoral.
La premisa de este análisis se apoya en la tesis de que el resultado electoral del 28 de julio no depende de cuantas personas vayan a votar por Edmundo González sino de unos resultados que serán anunciados por Elvis Amoroso y de su aceptación por parte de las FANB chavistas. La oposición, esperanzada en un golpe de suerte o en una jugada del destino, no tendría mayor margen de maniobra que aceptar esos resultados aunque sea bajo protesta si quiere seguir en el ámbito de la semi legalidad. Esto incluye, por supuesto, a María Corina Machado.
Y sin una vanguardia o una dirección política preparada para orientar la lucha lo más probable es un clima de confusión donde unos venezolanos se lanzarán a la calle a reclamar la victoria mientras otros prudentemente se replegarán.
Pero lo que en realidad podría cambiar la secuencia de eventos que el régimen tiene preparada para el 28 de julio sería una ruptura de las FANB chavistas o inclusive un conato de ella. Razones para rebelarse hay suficientes porque los efectivos militares en su conjunto forman parte de la misma realidad depauperada que afecta al resto del país. Lo que no está claro es la correlación de fuerzas dentro de las FANB en esta posible ruptura o en su intento. Nadie puede anticipar cuál será el comportamiento de los militares hasta que llegue el día. Ni siquiera el propio régimen chavista.
Esto explica que toda la propaganda del chavismo ha estado orientada a influir y lavar el cerebro de sus propios efectivos militares para que acepten y obedezcan unos resultados electorales, aunque estos no sean congruentes con la realidad.
El régimen ha invertido cuantiosas cantidades de dinero y recursos para convencer a sus militares que aunque Nicolás Maduro pierde en todas las encuestas y tiene el rechazo mayoritario del país es posible que gane las elecciones. Para resolver esta contradicción en la cabeza de los militares el chavismo manipula algunas ideas clave que permitan explicar y racionalizar un resultado que el sentido común sólo podría calificar como inaudito e increíble.
Aquí entran en juego las ideas de la abstención, del voto duro del chavismo, de la manipulación del voto asistido, de las dádivas a través del Sistema Patria, de la creación de centros de votación con una sola mesa de votación, de la inclusión de electores fantasma en el registro electoral, etc. Todo este conjunto de evidentes irregularidades, que ocurren a la luz del día, también forman parte de una campaña que permite explicar matemáticamente el resultado que arrojarán las máquinas de votación. Esto significa que hay una serie de eventos que aunque sean cuestionables justificarían el anuncio que haga el régimen.
La oposición de la PUD/MUD ha caído en el juego al ir a unas elecciones sin condiciones ni garantías y sin otra opción que aceptar el resultado que anuncie el CNE chavista a cuya autoridad tiene que someterse. En otras palabras, la oposición ya decidió que está a merced de lo que resuelva el CNE.
Lo único que podría dar al traste con el mega fraude electoral que prepara el chavismo sería una reacción adversa en el seno de sus propias fuerzas militares. Es una posibilidad cuya viabilidad no se puede exagerar, pero sin duda tampoco se puede descartar.
Aquí lo único que importa y que podría redefinir el juego político es la percepción que tengan los bandos internos en las FANB sobre lo que está ocurriendo. Si se consolida la idea de que la elección no es más que un fraude montado sin ningún piso legal entonces tendría que definir si defienden ese fraude, como lo hicieron con el referéndum del Esequibo, o no.
Por eso resulta curioso que el PSUV siga llevando a Nicolás Maduro por todo el país para someterlo a actos de desprecio, humillación y abucheo por las propias bases chavistas desesperadas y desencantadas. Las clientelas chavistas están castigando a Nicolás Maduro de la peor manera y sin piedad. Unos lo ignoran como ocurrió en el estado Táchira donde Freddy Bernal no pudo arrastrar a los empleados de la gobernación y Maduro tuvo que reclamar ante la abundancia de cámaras y la ausencia de gente.
Otros lo abuchean como pasó en Cumanacoa donde la muchedumbre chavista no le permitió terminar su discurso.
Ni hablar del tamaño de las movilizaciones donde María Corina Machado y Edmundo Gonzalez quintuplican a las escuálidas, desanimadas y desorganizadas reuniones del chavismo. Continuar una campaña en estas condiciones es vergonzoso y humillante para el candidato oficialista.
Lo que se percibe es una onda expansiva de rechazo y descontento cuyo epicentro parece estar dentro del mismo chavismo. Lejos de mejorar lo más probable es que esto empeore para Nicolás Maduro. El chavismo debería considerar como una prudente decisión política proteger a su candidato y dejar de hacer actos públicos con el pretexto de alguna medida de seguridad, antes de que su propia gente le comience a lanzar tomates y otras cosas.
De seguir en campaña Nicolás Maduro no haría otra cosa que quedar en evidencia ante sus propios militares como un comandante en jefe débil y despreciado. Entonces, no pocos efectivos militares podrían comenzar a ponderar la idea de desafiar el anuncio de Elvis Amoroso el 28 de julio por estar en abierta contradicción con la realidad.
Y para pensarlo tienen un poco más de dos semanas, que en esta coyuntura se sienten como una eternidad.- @humbertotweets
EL AUTOR es abogado y analista político, con maestría en Negociación y Conflicto
California State University