La construcción de una alternativa política al gobierno de Maduro es hoy claramente necesaria, según se deriva de la grave situación del país y de las opiniones incluso de la Venezuela más necesitada.
Luis Fuenmayor Toro
La construcción de una alternativa política al gobierno de Maduro es hoy claramente necesaria, según se deriva de la grave situación del país y de las opiniones y deseos incluso de la Venezuela más pobre y más necesitada, la más afectada con la manipulación del socialismo del siglo XXI y el discurso demagógico de sus líderes. Y decir que fue conmovida y esperanzada no es una subestimación intelectual hacia el sector; yo no fui impresionado con el socialismo inventado, pero sí fui ilusionado con la posibilidad de tener una Venezuela diferente a la que habíamos vivido hasta ese momento. Pensé que el gobierno de Chávez significaría un cambio del modelo rentista, el inicio del desarrollo aguas abajo y arriba de la industria petrolera, el crecimiento de las ciencias y la tecnología, la construcción de verdaderas ciudades y la formación de un venezolano capacitado para tener empleo formal de alto nivel, permanente y bien remunerado.
Laboramos duro para hacer realidad ese sueño y lo defendimos contra los ataques arteros que recibió en sus años iniciales. Enfrentamos el lockout nacional de 2001, el golpe de Estado de 2002 y la mal llamada huelga petrolera, que pretendían regresarnos a lo que ya habíamos vivido por décadas de gobiernos fracasados e incluso peor, como lo demostraron los minutos que duró el gobierno de Carmona Estanga. La acción de gobierno de Chávez, a partir de 2003, objetivamente nos fue convenciendo de que estábamos en presencia de una gran traición a la nación venezolana, lo que nos llevó a enfrentar lo que aún creíamos desviaciones. Hoy, las evidencias son enormes, imposibles de justificar, y nos muestran un país más dependiente, importador, militarizado e insalubre, y menos soberano, productivo, industrializado, institucionalizado y preparado, tomado por la delincuencia, corrompido y con menos derechos de todo tipo.
Producto de la carencia de proyecto nacional del Gobierno, como no sea el de simplemente mantenerse en el poder; su incapacidad, negligencia y sus contradicciones, el apoyo al Gobierno de los sectores sociales más vulnerables se reduce grandemente y quienes se liberan tienen claro también que la oposición conservadora, la de la MUD y del MID, no es en absoluto alternativa para la construcción de una Venezuela distinta cualitativamente a la actual. Ahora, una cosa es que haya aparecido la necesidad histórica de una alternativa patriótica, que tenga a la nación venezolana como su interés supremo, y otra, muy distinta, es que todos tengan conciencia de ello y tengan claro cómo hacerlo. No bastan los deseos para construir una unidad popular de carácter nacional, que enrumbe al país hacia el despegue del subdesarrollo. La gente puede no saber qué hacer y tener ideas muy variadas y diferentes. De allí que el proceso deba tomarse su tiempo de maduración y de elaboración y de discusión de las propuestas.
El voluntarismo, el inmediatismo, el chantaje y la soberbia tienen que ser descartados. No se trata de tomar unas decisiones y ya, se trata de crear las condiciones para alcanzar los necesarios acuerdos, lo que significa que los mismos se irán produciendo, uno a uno, en la medida que avance el proceso organizativo. ¿Cómo iniciar este proceso? No voy a utilizar términos del pasado que hoy pueden no significar mucho, como aquéllos que llamaban a unir a “los venezolanos de buena voluntad”, pero los menciono y recuerdo porque el inicio de una opción distinta de las habidas tienen que ver con esa idea tan abstracta y general. Hay que comenzar por unir a quienes no quieren la polarización ni a los dos grupos electorales que la mantienen, responsables de la debacle, que se reparten el país y se enriquecen con la renta petrolera y las especulaciones financieras y cambiarias.
Los acuerdos deben irse alcanzando en función de los combates electorales, sociales y políticos que tengan que darse o se presenten, sin pensar que en sus inicios existe la posibilidad de grandes consensos y alianzas de gente que recién comienza a conocerse y a explorar medidas unitarias. Un acuerdo importante y fácil de alcanzar es el de la lucha por la proporcionalidad electoral, la cual beneficia por igual a todos los grupos, movimientos y partidos, establecidos y nuevos, independientemente de sus ideologías. Quien quiera tener mayores posibilidades políticas en el futuro debe tratar de tener un número de diputados en la próxima Asamblea Nacional, que sea proporcional a los votos obtenidos, y esto sólo se logra con una reforma de la Ley Orgánica de Procesos Electorales, que rescate la proporcionalidad constitucional eliminando el sistema mayoritario actual.