Ni una semana duró la paz que ofreció la Operación Liberación del Pueblo (OLP) en la Cota 905. Las bandas armadas arreciaron y 90 días después las autoridades tienen que volver a poner el ojo en la zona con parte de guerra
Gabriela Rojas
Ocho horas después de que la Guardia Nacional Bolivariana retirara las tanquetas, que el Sebin, el Cicpc, los funcionarios de la PNB y Policaracas que participaron en la Operación Liberación del Pueblo (OLP) del lunes 13 de julio se fueron de la Cota 905, otra especie de grupo comando salió esa noche por las veredas del barrio.
Las bandas armadas que controlan la Cota 905, El Cementerio y parte de El Valle bajaron estruendosamente por varios sectores para ponerle punto final al día: “a los que se vayan de sapos le vamos a prender la casa en candela”.
Groserías, maldiciones y disparos al aire los anunciaban. Iban enfurecidos por el madrugonazo policial en el que cayeron muertos –según datos oficiales- 14 personas y más de 134 fueron detenidos pero ningún líder de banda. De cuando en cuando se detenían frente a una casa, pateaban la puerta, mencionaban nombres y seguían bajando por esquinas y callejones marcando sectores.
la violencia solo ha ido en ascenso y una historia de terror sustituye a la otra
Puertas adentro, muchos vecinos apagaron sus luces y se fueron a dormir temprano. Otros conversaban sobre el día de plomo parejo que vivieron, daban distintas versiones, contaban detalles, veían fotos de lo ocurrido y compartían sus propias especulaciones sobre el paradero de los miembros de las bandas que durante esos días llenaron de centimetraje los medios de comunicación.
Y esa noche en muchas casas recogieron destrozos y limpiaron sangre.
Las denuncias de excesos policiales y acusaciones de ajusticiamientos llegaron a la Fiscalía General y a la Defensoría del Pueblo. El defensor Tarek William Saab reconoció el 21 de julio, durante el tercer encuentro de ONG que trabajan con infancia y adolescencia, que este organismo había recibido unas 20 denuncias sobre los excesos policiales ocurridos en el operativo, específicamente por los allanamientos realizados en las casas y por los abusos cometidos contra los detenidos pero insistió en que no tenía conocimiento de denuncias hechas por familiares de los fallecidos. Las versiones de los vecinos agregaban más muertos al parte oficial con una cuenta que sumaba de 16 a 18 personas asesinadas.
Envalentonados
“Un mes le damos”, decía un vecino del sector El Plan, el día siguiente de la intervención policial de julio. Se refería al tiempo que durarían “guardados” los líderes de las siete bandas armadas que operan en la zona. Pero la estimación se quedó corta.
Ese mismo fin de semana hubo fiesta en una cancha del sector Las Quintas y los jefes de bandas estaban allí. Los días siguientes estuvieron marcados por un éxodo silencioso de personas e incluso grupos familiares completos que dejaron sus casas, sus pertenencias y salieron de la Cota tratando de hacer el menor ruido posible.
Nombres, nadie dice. Quién es quién, todos saben. Hacerle preguntas a cualquier habitante de la Cota 905 despierta recelo inmediato. Los entrevistados pueden contar con mucho detalle los hechos tanto del día de la intervención policial como de lo que ha ocurrido en los 90 días sucesivos pero se niegan férreamente a identificarse. Solo se limitan a decir “aquí sabemos cómo es todo y si nos pelan los malandros nos agarran los policías”.
— ¿Por qué? ¿Qué pasa con la policía?
— Tumban las puertas, se meten a las casas, se llevan las cosas y uno queda robado y hasta preso si te rebotas. O fácilmente te dan un tiro y dicen que era enfrentamiento.
En ese juego perverso del gato y el ratón están más entrampados que nunca. Recuerdan por ejemplo que un sábado a las 9 de la mañana, uno de los accesos a la Cota 905, a la altura de Los Laureles, fue bloqueado porque un grupo de delincuentes lanzó una granada a la comisión policial que estaba en el sitio.
Este enfrentamiento que incluyó granadas y armas largas de guerra ocurrió el 22 de agosto, como respuesta al operativo del Cicpc del miércoles 19 de agosto, en el cual efectivos policiales cerraron en plena tarde los accesos viales de la zona y en medio de una lluvia de tiros abatieron a siete delincuentes que presuntamente formaban parte de la banda del “Koki”. Dos funcionarios del Cicpc también resultaron heridos.
En las seis semanas siguientes a estos hechos la violencia solo ha ido en ascenso y una historia de terror sustituye a la otra: un PNB recibió un tiro en la frente en medio de otro operativo policial; un niño de ocho años murió por una bala perdida que lo dejó tendido en medio de su casa en el sector 21 de julio; siete casas y un Pdval fueron incendiados cerca del sector El Plan y, sin terminar septiembre, el doble homicidio de madre e hija terminó de sellar el miedo en los vecinos.
Alicia Maza, de 64 años fue asesinada cerca de su casa en el sector Las Quintas cuando le golpearon la cabeza con un ladrillo y a su hija, Linda Cubides Maza, de 32, la mataron de un tiro en la cabeza mientras se encontraba en El Paraíso. La hipótesis es que las asesinaron por denunciar a los azotes del barrio.
Mientras el plomo se intensifica, las autoridades voltean la mirada de alerta hacia la zona. El alcalde de Baruta, Gerardo Blyde, vinculó los ataques con granadas que sufrieron unos funcionarios de la policía de su municipio con las bandas que operan en la Cota como “una venganza a las OLP”.
El diputado Freddy Bernal dijo que la OLP debe avanzar hacia una nueva etapa que implica una fase de ocupación policial y militar para garantizar la tranquilidad. “Lugares como la Cota 905, El Cementerio, partes de El Valle hay que ocuparlos militar y policialmente porque si no se hace eso se reacomodan. Luego viene la transformación social, entran las misiones”, declaró Bernal a la emisora Unión Radio, el 9 de octubre.
A la hora que sea por las veredas del barrio, el miedo camina sigiloso junto a los habitantes de la Cota 905 pero mejor que no lo noten, porque el que anda muy asustado también levanta sospechas. Y aunque el parte de guerra no cesa, la gente le pone volumen a sus fines de semana para que la música los ayude a callar un poco la otra banda sonora, la de los tiros.