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Basta de odios

La violencia ha marcado a nuestra sociedad. Son muchos años de descontrol, de respirar días en los que la vida no vale nada. Un país que cuenta en decena de miles los muertos al año en manos de la violencia es un país que, por supuesto, tiene policías que reprimen y violan los derechos humanos. Un horror. Es una nación con algunos habitantes que solo ven en actos que transgreden el orden la forma de expresarse. Un despropósito. La violencia se ha tragado episodios de la protesta necesaria, ha envuelto con su asqueroso manto las propuestas de diálogo de un gobierno que no entiende que no debe violentar, ni con el verbo, las supuestas acciones de acercamiento. Es la violencia la que adorna el “vete ya”, porque con esa consigna se elimina de golpe la voluntad popular que ya se ha expresado en las urnas. Por eso los llamados a la paz deben ser sinceros, coherentes. La gran Venezuela no necesita de más odios. Necesita respeto, primero por la vida. La vida es sagrada y esa es la premisa que debe dar pie a los acercamientos necesarios. Los líderes de los distintos bandos en pugna tienen que hacer llamados sinceros a los suyos, siempre reconociendo a los otros, sin epítetos, sin etiquetas. Una vez que todos respetemos la vida por sobre todas las cosas, como elemento supremo, podemos dar pasos hacia la convivencia necesaria. Para llegar al diálogo no son compatibles las imposiciones. Eso se debe entender. El futuro del país depende de la responsabilidad de los actores de hoy. Las agendas de muerte, de violencia, no hacen más que llevarnos a un despeñadero del que después no podremos regresar.