No es contra la institucionalidad, ni contra el gobierno… es contra usted
Se está gestando la conspiración desde hace bastante tiempo. Todo ha sido progresivo. Poco a poco se develaron las verdaderas intenciones. Derrocarlo a usted como fiel proveedor de bienestar a su hogar, como venezolano de bien. Se acabaron los días de nevera llena y corazón contento. Ahora usted sufre el golpe.
No tiene el poder de llevar una vida sin precariedad. Está rodeado. Por una parte por la inflación, en el otro flanco está el desabastecimiento. No se puede uno olvidar, por Dios, de la devaluación. Todo atenta en su contra, estimado lector. Lo peor es que esta vez el golpe sí se preparó en cuanto a comunicaciones y, por lo tanto, el esfuerzo es para que usted no se entere de nada. Basta de cifras oficiales, de cumplir con la ley para informar sobre los índices.
Aquí, en medio del golpe, se sabe lo que los golpistas desean que se sepa. Sin más. La tragicomedia del magnicidio existe para que usted deje por un instante de pensar en lo caro que está el pollo o lo difícil que es conseguir aceite. Para que se olvide del batallón de malandros que lo asedia cuando va al trabajo, cuando está en el vagón del metro o a la puerta de su casa. Es el golpe a la moral, a la decencia.
Se acabó el buen país y, de facto, se instituye la nación del latrocinio, porque ese es el fin último: robar y robar, sin cuentas por mostrar. Usted, secuestrado como está, testigo presencial de todo esto, víctima del golpe continuado en su contra, no tiene más que ser crítico y seguir luchando. Porque cuando la intentona termine, serán ustedes, estimados lectores, los encargados de reconstruir el país de las ruinas y contar la historia de cómo un grupo de burócratas despilfarró la mayor de las riquezas, para que nunca más algo así se vuelva a repetir.