Como ocurre con otros sectores también importantes, estos 15 años de chavecismo han significado en el país un eterno ir y venir de marchas y contramarchas.
La promulgación de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI), impulsada por Carlos Genatios en los inicios de la década pasada tenía, entre otros objetivos, la creación de un mecanismo que obligara a las empresas a destinar recursos financieros para llevar adelante sus propios proyectos de investigación e innovación, que les permitieran mejorar su productividad, la calidad de su producción y por ende su competitividad en el mercado. De esta forma, el Estado no tendría que dedicar recursos a estos fines y podría dedicarse a financiar proyectos de investigación en universidades y otros centros, dirigidos a satisfacer necesidades nacionales, regionales y locales, a aspectos relacionados con desarrollos sectoriales, actividades de formación del talento requerido y financiamientos varios relacionados. Nunca se pensó que estas obligaciones desaparecerían con la instrumentación de la ley, aunque de hecho así ocurrió más adelante.
La incapacidad del Estado para garantizar el estricto cumplimiento de la ley, esto es la obligación de las empresas de dedicar alícuotas de sus ingresos brutos a su propio desarrollo científico y tecnológico; las presiones de PDVSA, que siempre se ha negado a desarrollar las ciencias en el país, pues prefiere comprar los conocimientos que necesita en el exterior, y del SENIAT, que quería ponerle la mano a estos importantes recursos, para lo cual los calificaba como de carácter impositivo, y la existencia de una gran incomprensión del nuevo mecanismo por parte de la alta dirección del Ministerio de Ciencia y Tecnología, la cual se agravó con los cambios ministeriales habidos, llevaron a una modificación de la LOCTI que simplemente acabó con el mecanismo ya en marcha y con las posibilidades de desarrollo científico y tecnológico.
Los recursos generados por la LOCTI, en vez de ser administrados por las propias empresas o por éstas y las universidades u otros centros, bajo la supervisión del Estado, fueron centralizados en el FONACIT y gestionados por una burocracia totalmente ignorante del significado de las palabras ciencia, tecnología, innovación y desarrollo. Esto hizo que, a pesar de tenerse y supuestamente utilizarse en investigación científica mucho más dinero que en el pasado, los indicadores mundiales para medir la productividad científica, entre ellos las publicaciones serias en revistas acreditadas, no se hayan incrementado. Los recursos obtenidos, alrededor de un 2 por ciento del PIB, pasaron a gastarse en el pago de la burocracia ministerial, en programas de consejos comunales y en actividades, a lo mejor muy interesantes, pero que no tenían que ver con la producción de conocimientos científicos y tecnológicos.
Curiosamente lo único que aumentó fue el número de investigadores, el cual se incrementa sin ninguna posible relación con el abundante financiamiento existente, ya que un impacto de ese tipo, al tratarse de la formación de talento de muy elevado nivel, tarda por lo menos una década en comenzar a producirse. El número de investigadores se elevó al modificase perversamente el criterio para calificar a alguien como investigador científico y tecnológico, el cual se “flexibilizó” para que se amoldara a los patrones ideológicos de quienes estaban administrando la actividad científica del país en aquel momento y que continúan haciéndolo, independientemente que no sean las mismas personas.
Como ocurre con otros sectores también importantes, estos 15 años de chavecismo han significado en el país un eterno ir y venir de marchas y contramarchas, que finalmente nos dejan en el mismo sitio o incluso un poco más atrás que donde estábamos. Ahora algunos comienzan a hablar de otra reforma de la LOCTI, para casi volver a lo que se tenía escrito y había comenzado a funcionar, pero fue interrumpido por unas marionetas cuyos hilos estaban en PDVSA y en el SENIAT. Y es que hasta que no se obligue a la petrolera del Estado y a sus empresas mixtas con grandes transnacionales a invertir en ciencia y tecnología en el país, no tendremos producción científica de interés nacional en cantidad abundante y calidad suficiente, que sustente nuestro despegue del subdesarrollo.
Hay que entender que la principal enemiga de nuestro desarrollo científico y tecnológico ha sido hasta ahora PDVSA, con Ramírez actualmente pero antes igualmente con Giusti. Y en eso no difieren Gobierno y oposición de la MUD con o sin López y María Corina.