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Hay que rescatar la esperanza

No hay ninguna duda de que existe una nueva intención electoral en el seno de los votantes venezolanos.


Por Luis Fuenmayor Toro

No se trata de deseos, de apreciaciones subjetivas derivadas de aspiraciones personales o grupales; tampoco son presentimientos de intelectuales comprometidos con el futuro de la nación venezolana. Hace 5 años, en las elecciones anteriores de la Asamblea Nacional, algunos, muy pocos, junto con el PPT, iniciamos el enfrentamiento electoral de la polarización existente, que veníamos criticando fuertemente desde mucho tiempo atrás. Enarbolamos además la bandera del rescate de la proporcionalidad electoral establecida en el artículo 63 de la Constitución Nacional, que había sido violentada con la Ley Orgánica de Procesos Electorales aprobada por la Asamblea Nacional por órdenes de Chávez, y que gozó del silencio cómplice de la oposición ya agrupada en la MUD. Nuestro discurso no fue compartido por los partidos y grupos votantes, pero se logró sembrar una semilla que hoy, en tierra más fértil, germina y se extiende con mucho menos dificultades.

El escenario político y electoral actual es muy distinto del de hace 5 años. No sólo son las encuestas, las que dan cuenta del rechazo de una alta proporción de los votantes hacia los sectores que han copado el escenario político venezolano en los últimos 16 años. Y no se trata simplemente de que están en desacuerdo con la alianza gubernamental y la de la oposición tradicional, sino de que están muy molestos, arrechos, con quienes han polarizado y viven en eterna diatriba sin preocuparse de las necesidades de la gente y hundiendo cada vez más al país. Ya en las últimas elecciones tuvieron la posibilidad de expresarse en este sentido y así lo hicieron inequívocamente. No solamente aumentó la abstención electoral en relación con las elecciones presidenciales de ese mismo año, sino que los votantes tuvieron un comportamiento radicalmente distinto. Un sector mayoritario de éstos se pronunció por opciones electorales diferentes de las presentadas por los grupos hasta ese momento mayoritarios.

Y para ese tiempo, todavía la situación económica, política y social no había llegado al grado de descomposición y putrefacción que tiene en la actualidad. No hay ninguna duda de que existe una nueva intención electoral en el seno de los votantes venezolanos, a pesar de no haberse concretado aún ninguna expresión orgánica de ese descontento, ni aparecido un liderazgo que pueda ser expresión de los nuevos sentires del pueblo y de la gente en general. Pero la necesidad social de esa nueva expresión política y partidista impulsa las discusiones y reflexiones, la búsqueda de información y la confluencia, lenta y dificultosa inicialmente, de personas y grupos organizados motivados por la necesidad de dar una respuesta adecuada y precisa a estos nuevos intereses y demandas sociales. Conspiran contra este propósito la atomización inducida por las políticas dominantes, la desconfianza producto de experiencias traumáticas y la carencia de recursos de todo tipo.

Una alianza de muchísimas voluntades, que rescate la esperanza de los venezolanos, que genere la percepción de poder convertirse en una nueva mayoría, que sea depositaria de ese sentimiento de inconformidad existente en la sociedad y con planteamientos claros que lleguen al corazón y al cerebro de la gente, tiene en este momento la posibilidad de un desempeño estelar, pues una mayoría ciudadana está en la búsqueda de una salida pacífica y constitucional de la crisis actual, y nada mejor que arrancar ese proceso con una derrota del bipartidismo del siglo XXI representado por el Polo Patriótico y la MUD. No es una tarea fácil, pues significa poner de acuerdo a personas y organizaciones muy disímiles, con diferentes proyectos, distintas ideologías y desiguales concepciones políticas. Pero nada más hacer posible una democratización de los escenarios político y electoral del país, secuestrados por la polarización, debería constituir un estímulo suficiente para vencer todas las adversidades.