Los líderes tiránicos necesitan de un enemigo externo para prosperar en el control del pueblo
Tamara Suju Roa
En el libro de Hannah Arendt “Eichmann en Jerusalén”, cuyo subtítulo es: “Un informe sobre la banalidad del mal”, Arent habla sobre Adolf Eichmann, quien fue acusado por genocidio y crímenes contra la humanidad contra el pueblo judío, durante la Segunda Guerra Mundial y juzgado en 1961.
Hannah Arendt fue enviada como corresponsal de la revista “The New Yorker” y basándose en sus reportes escribió este libro, donde dice lo siguiente: “Adolf Eichmann no poseía una trayectoria o características antisemitas y no presentaba los rasgos de una persona con carácter retorcido o mentalmente enferma. Actuó como actuó simplemente por deseo de ascender en su carrera profesional y sus actos fueron un resultado del cumplimiento de órdenes de superiores”. Arendt acuñó la expresión “banalidad del mal” para expresar en resumen que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. La tortura, la ejecución de seres humanos o la práctica de actos “malvados” no son considerados a partir de sus efectos o de su resultado final, con tal que las órdenes para ejecutarlos provengan de estamentos superiores, eximiendo así sus responsabilidades.
Hay autores que han criticado esta postura. Entre ellos por ejemplo Alexander Haslan y Stephen Reicher, quienes dicen que las personas que cometen crímenes a gran escala no son personas corrientes, sino que “se identifican activamente con grupos cuya ideología justifica y condona la opresión y destrucción de otros”. Es decir, saben que están cometiendo un crimen, pero simplemente encuentran un modo de justificarlo y en algunos casos actúan con mayor brutalidad que las órdenes que recibieron por lo que su actuación no es mecánica.
El estudio psicológico de cómo se genera el mal individual o colectivo aplicado a una determinada población es extenso e interesante, sobre todo cuando nos enfrentamos en el caso venezolano al “nuevo hombre” del que tanto habló Chávez y que con estupor, quienes defendemos los derechos humanos en nuestro país, hemos identificado como aquellos capaces de asesinar, torturar o maltratar a manifestantes, a jóvenes indefensos y disidentes políticos de forma reiterada.
En todos los estudios se dice que los líderes tiránicos necesitan de un enemigo externo para prosperar en el control del pueblo, argumentando que dichos pueblos están bajo amenaza, en crisis y por lo tanto se necesita de la defensa activa del pueblo bajo su dirección, para destruir o acabar con el enemigo externo. Cuando uno lee cualquiera de estos trabajos, siente como se identifica el proyecto de poder llamado “Socialismo del Siglo XXI” que trató de implementar Chávez y del que Maduro se apoya para seguir manteniéndose en el poder a cualquier costo, llevándose el sistema económico por los cachos, sin importarle las verdaderas necesidades de la gente, la hambruna, la mortandad producto de la inseguridad, la insalubridad y falta de servicios públicos, entre otros males.
Al gobierno tiránico venezolano lo que le importa es controlar el poder para perpetuarse. Por ello, toda su atención está dirigida a este fin. Todo lo que hacen contra la oposición democrática y sociedad civil desesperadas ante la difícil situación económica y social que se está viviendo en el país, está previamente estudiada, de forma perversa, con el único fin de controlar la situación como sea. Por ello, quienes protesten van presos. Quienes escriban sobre protestas van presos. Quienes reproduzcan noticias sobre corrupción, sobre la relación de altos funcionarios con el narcotráfico y el terrorismo internacional, son enjuiciados. Quienes defiendan a víctimas y denuncien violaciones de DDHH son acosados, investigados y acorralados.
Lo que queda por definir es identificar la actuación de sus organismos represores dentro de las distintas tesis que existen sobre la crueldad con la que actúan. Si lo hacen por lucirse y ser más malos que los demás, para escalar posiciones ante sus superiores, o si lo hacen por cumplir una orden, para conservar un puesto, creyendo que por esto podrán ser eximidas sus responsabilidades más adelante.
La experiencia de tantos años recopilando denuncias de violaciones de derechos humanos y viéndole de cerca la cara al mal en algunos de ellos, nos ha dado a los defensores de derechos humanos la posibilidad de identificar con nombre y apellido quienes han acosado y perseguido continuamente a opositores demócratas, quienes han actuado con saña y perversidad de forma inhumana y cruel contra venezolanos indefensos. Esto debe ser tomado en cuenta para la Venezuela del futuro, cuando retornemos al Estado de Derecho y de Justicia en nuestro país. Chávez nos dejó además de un legado de corrupción y despilfarro del dinero público, el surgimiento de hombres y mujeres perversos, dispuestos a matar, torturar y maltratar a sus compatriotas sin arrepentimiento, en la defensa de un proyecto absurdo, que dividió profundamente a la sociedad venezolana en un momento, engañando a sus seguidores e inventando enemigos internos y externos para justificar la compra de armas, la represión y el control de un sector de la población.
No hay paz sin perdón y sin tolerancia entre quienes piensan distinto, pero tampoco hay paz sin justicia para las víctimas de violaciones de DDHH.
@Tamara_Suju