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El Parlatino

¿Por qué razón se toma en estos momentos la decisión de elegir a los representantes del Parlatino en unas elecciones de segundo grado?


Oscar Battaglini

La determinación del chavismo oficial de cancelar la elección popular de los diputados de este organismo parlamentario, y la imposición de que sea la Asamblea Nacional la que los elija mediante elecciones de segundo grado, constituye una regresión histórica que nos devuelve de un solo jalón a la situación política vivida bajo los regímenes caudillescos del período post independentista; la barbarie de Castro-Gómez, y la dictadura militarista de Marcos Pérez Jiménez. Durante todos esos regímenes en Venezuela no se eligió por votación popular directa a ningún representante de los poderes públicos, ni se aplicó ninguna política de Estado o de gobierno, que no fuera decidida unilateralmente por voluntad del autócrata en el poder.

Es evidente que una situación como esa, es la que el chavismo gubernamental quiere para Venezuela. Es eso lo que se esconde detrás de la determinación que –por ahora- tiene un carácter parcial de impedir las elecciones en el Parlatino mediante los mecanismos del voto universal directo y secreto. Se trata –es necesario reiterarlo- de un adelanto de lo que se ha pensado implantar en nuestro país. La insistencia que a este respecto ha mostrado la burocracia cubana, es un buen indicador de lo señalado. Pero la pulsión básica que mueve al chavismo oficial en esa dirección es la concepción que posee sobre el proceso político que se vive en Venezuela; o -para ser más específicos-, es la visión que comparten las dos fracciones que se disputan la hegemonía en su seno; es decir, las fracciones de Maduro y Diosdado Cabello, que aunque son de contenidos muy similares, difieren en aspectos que, en definitiva, explican el conflicto que existe entre ellos: mientras la fracción de Diosdado -básicamente constituida por el elemento militar-, persigue como fin una sociedad regimentada al mejor estilo de las dictaduras militaristas tradicionales, sin oposición libre y democrática; sin prensa libre; sin elecciones libres y sin alternabilidad en el ejercicio del poder. Maduro quiere esto mismo pero al estilo stalinista y a nombre de la “revolución” y el “socialismo”, de la forma como esto se conoció y se practicó en Rusia y en los países del llamado “socialismo real” de Europa del Este, en China, en Cuba, etcétera.

En cambio a Diosdado, aunque a veces le provoca abanderarse de ese simbolismo político-ideológico, por lo general, no le importa para nada, por su misma condición pretorianista tras la que se escuda, y es lógico que así sea, en primer lugar porque su “trayectoria política” -y él lo sabe- no guarda ningún vínculo con las luchas que aquí han librado obreros, campesinos, estudiantes, etcétera, han librado por la reivindicación de sus derechos, por la liberación efectiva de nuestro país, contra toda forma de dominación colonial o del signo que sea, y por la utopía socialista. A él simplemente le basta con la posición patrimonialista que lo caracteriza (creencia de que el Estado y el poder le pertenecen, y que por lo tanto puede hacer con ellos lo que le venga en gana) con la certeza que tiene de que con la FAN chavista, no sólo se puede imponer a sus adversarios sino, y sobre todo, mantenerse en el poder ilimitadamente.

Es muy probable que esta convicción haya surgido de la ocurrencia de convertir la imagen del mazo, con la que, no sólo se identifica, sino que vive descargando contra toda individualidad, agrupación o entidad que disienta del caótico estado de cosas existente en el país.

Maduro, por su parte, adoctrinado en el mecanicismo stalinista de factura cubana, procura de manera permanente arroparse con el simbolismo que tan útil le fuera a su mentor, para de esa forma encontrarle una justificación al mando que recibió a título de herencia de las manos de Chávez cuando –personalmente- lo designó como su sucesor en el ejercicio del poder.

Formuladas estas consideraciones cabe preguntarse:

¿Por qué razón se toma en estos momentos la decisión de elegir a los representantes del Parlatino en unas elecciones de segundo grado, en abierta violación de la Constitución Nacional? En primer lugar porque eso, como lo hemos anunciado en forma reiterada, forma parte del modelo político que el chavismo oficial pretende implantar en Venezuela, y porque la agudización de la crisis general en desarrollo los está forzando a adelantar e imprimirle una mayor celeridad a la implementación de dicho modelo, el cual desde hace tiempo, se ha venido imponiendo lenta pero progresivamente, por medio de la creciente militarización que se respira en el país. La destrucción e instrumentalización de las instituciones del Estado; la liquidación de las organizaciones sindicales y gremiales autónomas de los trabajadores y la conculcación del derecho a la libre contratación, el creciente cerco a la libertad de expresión y la persecución sistemática de los representantes de los medios informativos no gubernamentales, el cerco alas universidades nacionales, la intensificación de la represión política, etc.

En cuanto a la medida sobre el Parlatino, hay que decir que la forma autoritaria y autocrática como la misma fue ejecutada, es decir, sin que la sociedad venezolana fuera previamente consultada, y sin que se produjera un pronunciamiento de la Asamblea Nacional, -por tratarse de una materia de índole constitucional-, pudiera estar marcando el principio o representar el primer acto de la eliminación definitiva y absoluta de toda forma de elección libre y democrática de los poderes públicos.

Presenta además esta medida y la decisión de ponerla en ejecución, todos los visos de un “globo de ensayo”, mediante el cual se busca calibrar la capacidad de resistencia de la sociedad venezolana ante un asunto de semejante envergadura.

En segundo lugar, porque la nomenklatura en el poder ya está plenamente convencida de que la inminencia de la derrota se cierne sobre ella, -a pesar de todas las “tracalerías” que se intenten desde el CNE- al final de cualquier consulta eleccionaria que se lleve a cabo actualmente en Venezuela.

Esta es la conclusión a la que de manera inevitable han ido arribando las empresas encuestadoras que aquí se ocupan de hacer medición de la opinión pública y en particular de la cuestión electoral. Esa es la nueva realidad que presenta el país, el agotamiento de la política social del chavismo oficial alimentada artificialmente con renta petrolera, y el creciente malestar generado por la crisis económica y social, -cuyos síntomas más graves son la hiperinflación, la extrema escasez de bienes básicos de consumo diario (y medicinas), y el riesgo de muerte a manos de la delincuencia desatada- han terminado por colocarlo en una clara situación de minusvalía político-electoral.

La cancelación de la elección directa del Parlatino, no es más que un adelanto de lo que el chavismo oficial pudiera estar pensando hacer para salir del brete en el que se encuentra. Es esta referencia lo que permite afirmar que en el país se ha abierto una perspectiva política que pareciera estar anunciando tempestades, como dice la famosa canción de la Federación.