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Guerras por el trono

Es bueno recordarle a quienes ejercen el poder que la autocrítica nunca ha hecho mal a nadie


Rubén Osorio Canales

Varios juristas han coincidido en opinar que las leyes y los controles se hicieron para ser violadas, pero también añaden que para violarlas hacen falta factores tales como la premeditación, la alevosía, la disposición a unirse quienes pretenden arriesgarse en la empresa, con aquellos que pueden impedirla, o sea la autoridad, hechos que promueven la constitución de asociaciones para delinquir, que no pocas veces logran alcanzar al estado mismo.

Así vemos a diario distorsiones criminales que tienen su origen en las acciones de las mafias en campos tan distintos como la droga, el lavado de dinero procedente de la corrupción y el narco tráfico, la explotación del secuestro, del robo, de la vacuna, del bachaqueo, del contrabando, cada uno con poder y protegidos por la impunidad, entonces surgen todos los tipos de armas imaginables, aumentan las guerras sucias, las acusaciones, las delaciones, el sicariato, tanto físico, como moral, el rencor, la paranoia y las traiciones. Lo peor de todo esto es que ninguna de las instituciones está a salvo de ellas porque esos grupos maléficos y extraños han extendido sus tentáculos en ellas sin ningún pudor. Se trata de un proceso que desgarra todo el tejido social, las aguas malas aumentan su caudal, las piedras suenan como un concierto de estruendos y logran romper el muro de contención, dejando correr sin control alguno las avalanchas de la ira que suelen llevarse todo por delante.

En Venezuela esos síntomas están presentes y en perfecta formación, única explicación para que la cúpula gobernante no haya instrumentado las acciones recomendadas por múltiples vías, para detener y derrotar a una crisis tan espantosa e injustificable. Y lo que sucede es que cuando las fuerzas que controlan el poder buscando más espacios entran en otros territorios, los desencuentros se hacen cada vez más irreconciliables y aparecen los combates a muerte por el control del poder   y eso se convierte en un torneo de delaciones y de cacería devastadora y sangrienta.

Culpar de todo al otro, manipular la verdad, torcer a la fuerza los rumbos de la razón, es una conducta irracional con consecuencias desastrosas. Por desgracia este régimen está acompañado por distintos grupos de poder de naturaleza mafiosa que lejos de buscar soluciones a los problemas del país, se mantienen en una verdadera y muy sucia guerra por el trono, por lo que está condenado de ante mano por la historia y por el rechazo cada vez mayor de todo un pueblo que no merece lo que le han hecho. Incluyo en ello a los habitantes afectos al régimen.

Es bueno recordarle a quienes ejercen el poder que la autocrítica nunca ha hecho mal a nadie y que no ejercerla de manera sostenida suele provocar un mayor uso de la intolerancia y con ello avanzar por caminos muy peligrosos y condenables. Cuando un gobierno impone la mentira sobre la verdad y termina por creerse sus propios cuentos, es imposible que reconozca sus culpas y se avoque a corregir los errores que en verdad son demasiados y todos a la vista. Y esto se hace mucho más peligroso, cuando en las fuerzas que apoyan a un régimen de naturaleza autocrática, confluyen con fuerza, idealismo, fanatismo, fundamentalismos, simpatizantes de buena fe, políticos pragmáticos que solo ven la conquista del poder como meta, oportunistas de variado cuño, aprovechadores, corruptos de todo tipo y calaña, todos controlando espacios y acumulando poder con sus acciones de cada día.

La historia está llena de procesos similares, procesos como el estalinismo, el maoísmo, el fascismo, el macartismo, solo para citar algunos ejemplos, que se internaron en esas guerras que terminaron siendo tragedias colectivas, que azotaron a varias generaciones marcadas por el dolor y el sufrimiento. Aquellos que una vez se juraron fidelidad, que hicieron de la complicidad un acto inviolable, que operaban como los mosqueteros de Dumas, uno para todos y todos para uno, de pronto se volvieron sabuesos, perseguidores, delatores y enemigos a muerte unos de otros y esto desde luego trae como consecuencia, escándalos que a los incrédulos crea bochorno, a los que fueron creyentes decepción y a los que nunca creyeron, ira. Eso es parte de la historia general de las autocracias y la estamos viviendo.