, ,

La culpa es del otro

El chavismo oficial aparenta o escenifica la comedia de negar la responsabilidad, o culpa, que le corresponde en la determinación del desastre general que actualmente presenta el país


 

Oscar Battaglini

Se está ante un régimen caracterizado no sólo por la ineptitud, sino también por la irresponsabilidad. Que no asume ningún compromiso con el resultado de su actividad política gubernamental. Esa es la razón por la que Maduro y su entorno palaciego viven acusando a cualquiera de los actores sociales que se le oponen, de ser los responsables de los graves problemas y del malestar generalizado que ha invadido al país bajo la administración de Chávez y la suya propia. Todo indica que esa actitud se corresponde con la deliberada determinación que tiene el madurismo de no asumir su responsabilidad por la grave situación que padece la Nación, mediante en el intento perverso de banalizarla y de esquivar cómicamente el repudio que recibe de la inmensa mayoría de la población venezolana, y de la conciencia crítica nacional e internacional.

Escudado en esos elementos anti-éticos, el chavismo oficial aparenta o escenifica la comedia de negar, en primer lugar la responsabilidad que le corresponde en la determinación del desastre general que actualmente presenta el país; y en segundo lugar, de señalar o de hacer aparecer a quienes le hacen oposición como los promotores de la situación. Es de esta “lógica” insólita y perversa, de donde se ha originado la “tesis” de que el estado de calamidad pública en la que nos encontramos sumidos todos los venezolanos, no es responsabilidad de ellos, que son la representación política-gubernamental del país, sino del Imperio, el que estaría organizando y desarrollando en complicidad con la “burguesía apátrida” de Fedecámaras y la “oposición de la mesa”, una conspiración para derrocarlos, y de la cual formaría parte principalísima, una supuesta “guerra económica”, que vendría a ser la causante la debacle económico-productiva de la economía nacional, de la inflación y del desabastecimiento-escasez que padecemos y de los males colaterales que todo esto acarrea. En la realización de este montaje digno de un “Oscar de la Academia”, el chavismo oficial ha llegado al extremo del absurdo al aseverar que el desbordamiento de la delincuencia y la criminalidad en la calle (Maduro) es financiada por la oposición con dólares y drogas. Es lo mismo que él y otros miembros de la nomenklatura han afirmado con respecto al “bachaqueo” y el contrabando de extracción.

Uno de los elementos que con mayor certeza pone al descubierto el carácter farsesco de esta posición del chavismo oficial, es que los actores sociales señalados por este como los autores del caos existente en el país, no desarrollan en la actualidad ninguna acción política desestabilizadora – efectiva y comprobada – en contra del régimen chavista. Los Estados Unidos (el Imperio), por ejemplo, cuyo interés por nuestro país ha estado centrado siempre en el control y aprovechamiento de sus reservas petroleras, no tiene ningún problema, a este respecto con el chavismo gubernamental: ni en lo que tiene que ver, como se ha dicho, con el control de la producción, ni en lo relacionado con el suministro seguro y puntual de la cuota petrolera que el chavismo oficial le aporta al Imperio para el desarrollo de su política guerrerista de dominación a escala mundial.

La asociación (mediante las empresas mixtas) que el Estado chavista ha concertado principalmente con las transnacionales petroleras norteamericanas, confirman plenamente cómo el chavismo gubernamental se ha constituido, de hecho y de derecho, en un fiel continuador de la subordinación, en materia de política petrolera, que los gobiernos venezolanos –desde Gómez al presente- han practicado con la geopolítica de los Estados Unidos.

Pero si esto fuera poco para demostrar la verdadera naturaleza de la política del chavismo oficial en su relación con los Estados Unidos, fijemos la atención en las negociaciones que éste viene adelantando con el Imperio a plena luz del día, buscando -como hace la burocracia cubana- salvarse de la debacle que los espera, la cual no podrá ser evitada por los “buenos resultados” que según Maduro, han alcanzado hasta ahora, dichas negociaciones.

En el caso de Fedecámaras, la situación no difiere mayormente del a del Imperio. También está a la espera de que el chavismo gubernamental acepte negociar con ella un acuerdo político que la devuelva, por lo menos en parte, a las actividades económicas que ocupó a lo largo de la historia petrolera del país, sin que fuera mucho lo que le aportara en el plano de la economía efectiva, es decir, en el ámbito de la producción de bienes transables o de las actividades productivas propiamente dichas.

Regresar a sus actividades económicas anteriores, es, el objetivo básico que en estos momentos se ha propuesto alcanzar esta institución representativa de la burguesía venezolana. Esa es la posición –queremos insistir- en la que se ha ubicado Fedecámaras después de la acción conspirativa en la que se vio implicada directamente, de la cual, al tener como resultado un estruendoso fracaso, la dejó al borde de la disolución o la extinción definitiva. En esas condiciones se comprende perfectamente que no es mucho lo que esta institución empresarial está en capacidad de hacer como para repetir su accionar conspirativo anterior, como Maduro pretende atribuirle.

Finalmente veamos la situación y la posición de los sectores de la “Mesa de la Unidad” aunque esta oposición no se ha constituido aun en una referencia capaz de unificar a la sociedad venezolana alrededor de una propuesta de cambio social y político, no por ello deja de ser, de manera coyuntural, una opción válida en el desarrollo de las luchas del presente, dirigidas a ponerle término al actual estado de cosas, y a recuperar los márgenes democráticos que nos fueron arrebatados por el autoritarismo militarista del régimen chavista imperante.

Es indudable que la oposición de la Mesa de la Unidad no sólo ha adecuado su comportamiento político al logro de los objetivos mencionados, sino que busca hacerlos efectivos mediante los mecanismos legales contenidos en la Constitución dela República. Esto es lo que se observa cuando se revisa su conducta política en el tiempo que va de las derrotas aplastantes sufridas por ella en el golpe de Estado, y el paro petrolero de los años 2002 y 2003, hasta el presente. En este momento es lo que se percibe objetivamente –su atención está concentrada en adelantar los preparativos generales (políticos, organizativos, administrativos, etcétera) para participar en las elecciones de fin de año; de las cuales como es lógico suponer, espera salir victoriosa. A eso es a lo que esta oposición apuesta en la actualidad y no a la aventura conspirativa y golpista de la que, como se ha dicho, no salió bien librada. Pensar que esta oposición esté desarrollando en connivencia con el Imperio y Fedecámaras, una “guerra económica” para derrocar al gobierno de Maduro-Cabello, es un hecho que no se corresponde ni con el momento político que vive el país, ni con las grandes posibilidades que hoy existen de derrotar a este gobierno por la vía eleccionaria y los demás recursos que la Constitución le concede a la sociedad en las circunstancias actuales o en las que pudieran presentarse en el futuro inmediato. Para ello es preciso: 1- establecer una coordinación más amplia y más consistente de todos los actores sociales y políticos que se oponen al régimen. 2- levantar una propuesta política que unifique y movilice al conjunto de la sociedad venezolana en pos de los mínimos objetivos aquí esbozados.