Ladrones atacan afuera pero ahora también ingresan a los planteles. De 182 robos a escuelas registrados por Cecodap en 2013, aumentaron a 291 hasta septiembre de este año
Manuel Alegría
Ya se acabaron los días en los que solo robaban a los padres a las afueras de las escuelas. Los antisociales han dado un paso más y han llegado a los salones de clase.
El director de Cecodap, Oscar Misle, asegura que el modus operandi es sencillo. Con violencia los delincuentes irrumpen en las escuelas y aprovechan las reuniones de los representantes para despojarlos de sus pertenencias. “La diversidad del robo hace que haya una desprotección. Las escuelas ya no son lugares seguros”, destaca Misle.
El psicoterapeuta explica que frente a esto los padres tienen miedo al dejar a sus hijos en las escuelas porque no sienten que están dejándolos en un lugar seguro.
En los últimos tres años Cecodap ha registrado el incremento de robos a las escuelas en el informe anual “Somos Noticia”, donde recopilan informaciones hemerográficas vinculadas a niños y adolescentes.
En 2013 contabilizaron 182 robos a escuelas, en 2014 la cifra subió a 282 y este año, hasta septiembre, iban 291 casos reseñados por los medios impresos. Un aumento de 10% con respecto al año pasado, señala Misle, y donde han visto que lo más atractivo para los ladrones son los equipos electrónicos y los insumos alimenticios destinados a prepara la comida de los estudiantes.
“No es para escandalizar sino para reaccionar. No podemos esperar a que el miedo nos atrape”, asegura el psicoterapeuta.
Estos actos responden a muchas causas. Una de estas, asegura, es que no existe un trabajo articulado entre la escuela y la comunidad, y no existe un sentido de corresponsabilidad entre ambas.
La escuela no reacciona, no hay vigilancia, y la comunidad no la siente como suya.
La impunidad y la anarquía también influyen, muchas veces las familias no denuncian a las autoridades acerca de los graves hechos violentos, por no tener confianza hacia los funcionarios policiales, y llegan a tomar la justicia por sus propias manos.
Comunicación, coordinación, vigilancia y estrategias requieren de recursos por parte del Estado, sin embargo, la salida para este tipo de agresiones y robos tiene que ser en un trabajo en conjunto, señala el director de Cecodap. “Un trabajo con las comunidades, organizaciones comunitarias y donde la comunidad educativa pueda articular para trabajar en prevenir estos actos”.
En este tipo de casos también la prevención es clave. El especialista indica que este tema no debe ser solo una iniciativa propuesta por el Gobierno nacional, sino que debe ser un planteamiento sistemático, permanente, coordinado y articulado para que sea eficiente, donde todos los involucrados tengan un rol y cada quien cumpla su responsabilidad, aseguró.
Bullying, pasividad y Estado
Oscar Misle cree en una educación donde el estudiante y la familia tengan un sentido de pertenencia y no sientan a la escuela como una amenaza, sino como un espacio protector. Junto al educador Fernando Pereira publicó un libro que analiza cómo se da la violencia dentro de las aulas, llamado “Si los pupitres hablaran”.
«A veces tienen muchos recursos para que la violencia no entre a ella y resulta que la violencia ya está dentro de las escuelas”
En él los autores explican qué se puede hacer y qué hay que transformar para que la violencia no sea utilizada como medio de solución. “Hay diferentes formas de violencia y el bullying no es la única. Es importante explicar cuándo es acoso y qué se puede hacer con la víctima, el victimario y cuál es el rol de la familia”, señala el psicoterapeuta, quien teme en un efecto muy explosivo por parte de la sociedad si no se logra intervenir a tiempo estos casos.
Su recomendación a los padres y a los ciudadanos en general es que no dejen esto en manos de otros, y asuman su responsabilidad ajustada a las leyes.
“Ser pasivo es ser indiferente a lo que está pasando, a no actuar ni reaccionar. Ser pacífico es actuar utilizando los medios que nos da la legislación, exigiendo y no permitiendo que el miedo nos secuestre sino que sea mas bien una herramienta para actuar, exigir y hacer lo que nos corresponde”, explicó.
Además agrega que existe una corresponsabilidad, pues el Estado, la familia y la escuela tienen que trabajar de manera articulada para afrontar estos casos de violencia, hecho que se puede lograr si se reconoce la existencia del problema. “A veces tienen muchos recursos para que la violencia no entre a ella y resulta que la violencia ya está dentro de las escuelas”.
Dicho reconocimiento es fundamental por parte del Estado, explica el director de Cecodap, pues es el que establece las políticas públicas. En lugar de convertir a los planteles en espacios con alambres de púas, muros y garitas, los recursos económicos deben invertirse en la implementación de programas, agregó.
Y ahora que recién comenzó el año escolar, Misle sugiere a los padres estar muy atentos a las señales que den sus hijos y que puedan indicar que haya violencia escolar.