FMI y BM son organizaciones supuestamente bajo la tutela de Naciones Unidas, pero no es verdad. Son instrumento financiero de la burguesía global
Julián Rivas
Pedro Villegas fue una especie de filósofo popular. Nació en Irapa, Sucre, y murió en San Félix, Bolívar. La gente cree que yo soy pendejo, pero yo no soy pendejo, solía decir. “Todo el que tiene mala costumbre, para donde va, se las lleva”, era otra de sus advertencias.
La gente cambia poco. Y cuando cambia no siempre es para bien. Vea la noticia de la semana. Las grabaciones de unas conversaciones entre el señor Lorenzo Mendoza y el economista Ricardo Haussman, en las que salen a flote los intentos de la oposición de cuadrar un programa de ajuste neoliberal con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Eso no tiene por qué sorprender a nadie. Ellos son así.
Tanto el FMI como el Banco Mundial (BM) representan los intereses del capitalismo realmente existente, en el cual las burguesías de Europa y Norteamérica son la voz cantante. FMI y BM son organizaciones supuestamente bajo la tutela de Naciones Unidas, pero no es verdad. Son instrumento financiero de la burguesía global, así como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) es su aparato armado, y los grandes medios y agencias de noticias, su instrumento de propaganda.
La conversación Haussman-Mendoza es aleccionadora. Pero bienvenida. En Venezuela se requiere un gran debate nacional, con amplia participación popular, sobre los asuntos económicos. Nada puede quedar vedado. Es lo que debería suceder en una democracia que pretende ser revolucionaria. ¿Por qué tenemos la actual situación? ¿Será verdad que somos un país improductivo o existen intereses para que las importaciones sean la nota resaltante? ¿Por qué lo que está a la vista no se discute? Por ejemplo, hay importaciones sin intermediarios que permiten abastecer a aquellos países que por sus condiciones desérticas tienen que importar. Y no hay especulación escandalosa. ¿Entonces?.
A veces cuesta entender algo, y cuando lo entendemos puede ser tarde. Es como el arte de la vida que es el aprender. Cuando llegamos a viejo ya no podemos aplicar lo aprendido. O como el hombre del socialismo real: en el sentido ético era superior al del capitalismo realmente existente: Justin Bieber, Lady Gaga, las Kardashian.
Hace un tiempo leímos un pequeño libro sobre terrorismo. Decía que la fortuna de Osama Bin Laden provenía de negocios de construcción, contratos sauditas y de la miel de Yemen. ¿Miel de Yemen?. En verdad fue hasta hace unos 45 días cuando tuve real visión del asunto. Caminaba por un mall lujoso en una ciudad del Golfo Pérsico. Había una especie de quiosco en medio de un pasillo dominado por tiendas caras. Pero qué bonitas las botellas con aceite de oliva. Aceites de Túnez, Siria, España. Revisando y preguntando, veo un pequeño tarro de miel, y según la etiqueta el precio al cambio de la moneda local estaba por los 200 dólares de Estados Unidos.
— ¿Qué? ¿Seguro este es el precio?
— Sí señor. Es miel de Yemen , dijo el dependiente.
Un tarrito de miel puede ser más caro que un televisor de última generación. ¿Quién vende pócimas milagrosas todos los días en televisión? Pues los capitalistas.
Ahora, qué de lógico puede haber en que un pequeño tarro de miel cueste más que cinco barriles de petróleo. ¿Qué lo explica? Sencillamente, eso es el capitalismo realmente existente.
Así las cosas, con la lógica del capitalismo actual, con influencia anglosajona, florece la prostitución, la trata de blancas en general, los vicios de todo tipo en aquellas sociedades llamadas de punta. Vayan a Singapur y verán viejos persiguiendo carajitas.
Recientemente se realizó otra Asamblea General de Naciones Unidas donde presidentes, monarcas y jefes de Estado procedentes de todos los continentes hablaron de los problemas de la humanidad. Que si el ambiente, que si la guerra, el terrorismo, el cambio climático, nuevo orden económico internacional. Más de lo mismo. Faltó el Cazador Novato.
Lo curioso es que de tanto hablar se escriben libros. Pero no vimos un solo discursos que tuviera un planteamiento realmente liberador de quienes son la fuerza motora del mundo: los trabajadores. Tuvo razón Carlos Marx: la liberación de los trabajadores será obra de ellos mismos.
Las evoluciones y nuevas formas del capitalismo, que tanto agradan vender como propaganda los apologetas del capitalismo, solo tienen un fin: ganar dinero y entretener galerías. No habrá cambios en el capitalismo.
Es curioso, volvemos al discursos de 1988. Como si no hubiera pasado nada en 27 años. Recuerdo que cuando se privatizó la Cantv, empresa de teléfonos, el vocero parlamentario fue un copeyano millonario de Ciudad Bolívar, Ildemaro Martínez. El hombre habló del mundo de maravillas que vendría si se privatizaba tal empresa. Hoy en día, todo fue un sueño. Ese tipo de empresas simplemente garantizaba inversiones de rápido retorno y ganancias instantáneas.
Hay un asunto claro: el capitalista quiere el control del Estado. Para el capitalista la comunidad es él y sus intereses. Por eso se mantienen los monopolios. Las empresas de capitales intensivos siempre buscan ambientes propicios, facilidades y una clase política que les haga los favores. Ese es el capitalismo.
Como vemos, pocos cambios habrá en el mundo mientras los trabajadores sigan viéndose el ombligo. Ser sindicalista ya a esta altura no es lo mismo que ser trabajador explotado. Tampoco ser indigenista es igual a indígena.
La humanidad requiere sociedades de productores, de trabajadores. Mientras, las mafias se investirán de todo, hasta de defensores del pueblo. Solamente la emancipación es válida. No me represente compadre.
“El capitalismo es, por naturaleza, un método de transformación económica, y nunca es ni puede ser estacionario”, destacó Joseph Schumpeter. Así habrá nuevas tecnologías, perfumes con sangre de Lady Gaga, las mujeres se harán culos como Jennifer López, sin tener el glamour televisivo de Jennifer López. Ganan los cirujanos pícaros, las farmacéuticas y los que cobran impuesto en nombre del Estado. Por eso el Estado es importante. Que lo diga la oligarquía colombiana, que no lo suelta. Y siempre renueva al Estado, y al capitalismo. Llevan siglos en eso.
Pedro Villegas era algo sabio: yo no soy pendejo. “Carajo, chico, compré el pollo, las verduras y las cervezas y me fui con los muchachos. Las mujeres bailaban con los muchachos pegaditos, y bailaban de lejos conmigo. Cuando la sopa estuvo lista a los muchachos les dieron muslo y pechuga. A mí me dieron el carapacho. Mire, métame esos huesos en una bolsa plástica para llevárselo a la perra, nojooda. No voy a salir con ustedes más nunca”. Eso me pasa a mí por pendejo, soltaba.
¿Con qué cuento nos vendrán ahora? Sigan haciéndose los muertos para agarrar zamuros vivos. El pueblo debe poner todo en cuestión. Hay otros que se visten de rojos rojitos. Ahora a estos los llaman los falsos rojos. A pesar de todo, el pueblo intuye. Algunos saben mucho, como Pedro que no es pendejo dos veces. Salud señor Mendoza, brindemos con Polarcitas.