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Reuters: «La revolución está marchita incluso en el pueblo de Hugo Chávez»

Argenis Chávez

En Barinas, pueblo natal del expresidente Hugo Chávez, las cacerolas se escuchan cerca de los actos de Argenis Chávez y las colas para comprar comida y productos de higiene personal se ven a pocas cuadras de su casa natal


Reuters / Alexandra Ulmer

En el 2010, el fallecido presidente Hugo Chávez se arrodilló en el patio trasero de la casa de su infancia, en las exuberantes llanuras del oeste de Venezuela, para sembrar un árbol de naranja que llamó «revolución» y simpatizantes vestidos de rojo lo vitorearon.

El año pasado, durante una celebración por el natalicio de Chávez, su sucesor, Nicolás Maduro, plantó otro naranjo en el mismo jardín. Pero los árboles enfermaron y sus hojas se secaron.

«Tienen como una plaga», dijo la guía turística Ana Hidalgo en el patio de la antigua casa de Chávez, de paredes tapizadas con fotos familiares, discursos del ex mandatario e, incluso, su vieja hamaca.

Casi de la misma forma en que su jardín sufre, el movimiento que Chávez llamó «Revolución Bolivariana» parece aquejado de cara a las elecciones legislativas del 6 de diciembre, incluso en Sabaneta, el pueblo natal del líder socialista.

Más de una década de disfuncionales controles del Estado sobre la economía y el fin de una bonanza de los precios del petróleo han disparado una de las mayores crisis económicas de la nación miembro fundador de la OPEP.

«La oposición nos esconde nuestras cosas, nuestras toallas sanitarias, nuestro jabón», dijo Carmen Serrano, una empleada de una librería estatal, de 23 años

A unas pocas cuadras de dónde Chávez creció como un niño humilde que vendía los dulces de papaya de su abuela, ahora crecen largas filas de personas a la espera de un camión cargado de harina o papel higiénico, escasos desde hace meses.

La inflación galopante y el derrumbe de la moneda local han destruido los salarios, mientras que la aguda ola de criminalidad lleva a muchos a encerrarse en sus casas apenas cae el sol.

«Éramos chavistas«, dijo Julio Coromoto, un obrero de 57 años, cerca de una fila a las afueras de una destartalada tienda. «Pero destruyeron este pueblo».

Diversas encuestas anticipan que los votantes castigarán al «chavismo» en las elecciones legislativas de la próxima semana, aumentando la posibilidad de que el Gobierno pierda la mayoría en la Asamblea Nacional por primera vez en 16 años.

Y para retener la vanguardia, el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) esta exprimiendo la imagen de Chávez: despliega su sonriente rostro en vallas y divulga constantemente partes de sus más emocionantes discursos.

En el estado Barinas, donde está Sabaneta, su hermano Argenis y su primo Asdrúbal son candidatos a diputados, con la aspiración de seguir los pasos de otros dos hermanos del ex presidente: Adán y Aníbal, quienes son actualmente el gobernador de Barinas y el alcalde de un municipio del estado.

Pero al estar en el medio de señalamientos por presunta corrupción y nepotismo, muchos parecen mirar con recelo el apellido más famoso del estado.

«Ahora vienen aún más Chávez. Eso es más para ellos. ¿Y qué queda para el pueblo? Nada», dijo Zulay Chacón, ex seguidora del gobernador tras esperar nueve horas en una cola.

Chavistas de corazón

En Barinas, pueblo de Chávez, también hay descontento
REUTERS / MARCO BELLO

Durante un reciente encuentro de «mujeres antiimperialistas» en Barinas, el gobernador Adán y el candidato Argenis entonaron canciones del tradicional joropo para el deleite de sus simpatizantes.

«Esta es para Chávez. ¡Viva Chávez!«, exclamó Adán ante los vítores de decenas de personas que bailaban. «¡Viva Maduro!», añadió, para escuchar que los gritos y aplausos menguaban.

El oficialismo todavía tiene devotos entre los venezolanos que aplauden iniciativas sociales como la entrega de viviendas, educación y salud gratuitas y el acceso a alimentos subsidiados.

Desde el Gobierno alegan que la crisis es fruto de una «guerra económica» orquestada por la oposición y el sector privado buscando desacreditar al presidente Maduro.

«La oposición nos esconde nuestras cosas, nuestras toallas sanitarias, nuestro jabón», dijo Carmen Serrano, una empleada de una librería estatal, de 23 años. «A pesar de toda la situación, vamos a ganar. Soy chavista de corazón«, agregó.

“Éramos chavistas pero destruyeron este pueblo”, dijo Julio Coromoto, un obrero de 57 años, cerca de una cola

Mientras el grupo de simpatizantes del chavismo permanecía firme, a una cuadra de la concentración se podía palpar una de las emociones que no es raro ver en Venezuela: la furia.

«Ratas, 16 años de esto y mi cartera está vacía», gritó Dulce Velásquez, una taxista de 53 años que confesó que inicialmente apoyó a Chávez. A su alrededor, un grupo hacía sonar cacerolas y sartenes en una protesta callejera.

Los críticos también denuncian que los Chávez, de origen muy humilde, ahora se comportan como la nobleza.

Diputados estadales de oposición, como Simón Archila, han presentado al menos 200 quejas a la oficina del contralor local. No obstante, no se han formulado cargos formales y la familia niega cualquier irregularidad.

«No tengo una mansión. Yo hago cola igual», dijo a Reuters Israel Chávez, primo del fallecido presidente, en declaraciones en el centro de campaña electoral, desde donde anticipó la victoria del chavismo en la cuna de Hugo Chávez.

Pero para ello, podría necesitar un milagro, al igual que su árbol llamado «revolución».

«Hemos pedido ayuda, un veneno, algo», dijo Hidalgo, la guía en la antigua casa de Chávez. «Pero no se los han traído».