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El país habló

La gente fue a votar para hacerles sentir lo que millones de venezolanos tienen que pasar todos los días en esas interminables filas


Luis Fuenmayor Toro

Independientemente que nos gusten o no los resultados electorales, los mismos son muy claros y no generan ninguna duda. Los electores se pronunciaron y cualquier actitud contraria a sus órdenes es inconstitucional y contraproducente. Aquí no caben explicaciones que no explican nada: que si el pueblo es ignorante, que si traicionó a Chávez, que es un desagradecido, que lo convenció Obama, que espere para que vean que le van a sacar los ojos, que la gente va a perder sus jubilaciones y sus prestaciones, que eliminarán los reposos prenatales y posnatales y toda esa manipulación de “mala muerte”, que ya venía haciéndose desde la propia campaña electoral y que utilizan quienes quieren pasarle por encima a la voluntad del soberano. Si ganan, el pueblo es sabio; si pierden, es bruto. Los brutos, según los hechos, parecen ser ellos, porque hay que ser muy bruto, muy tonto o muy ladrón, para recibir 1,3 billones de dólares y tener a Venezuela en las condiciones en que se encuentra y, por tanto, perder unos comicios con opositores que están muy lejos de ser unas lumbreras.

El Comando Político de la Revolución ya debería haber renunciado, como pidió Héctor Navarro, en lugar de andar rezongando por allí e inventando nuevas artimañas basadas en el incumplimiento de las leyes, en la sinrazón y en la negación de la condena hecha por el Soberano a la administración del presidente Nicolás Maduro. No los derrotó el imperio, ni el fascismo internacional, ni el sionismo, ni la inexistente oligarquía venezolana, ni mucho menos Uribe; tampoco esa invención llamada guerra económica, los derrotó su gestión gubernamental. Son como Chacumbele (parodiando a Teodoro), ellos mismitos se mataron. Los venció la ignorancia crasa que han más que demostrado, la soberbia que les sale por los poros, la sordera ante las críticas incluso de sus partidarios, su indolencia ante el sufrimiento del pueblo, ese pueblo que tanto mencionan en sus discursos pero desatienden en sus acciones. Los derrota el voraz apetito por mantenerse en el poder y la avaricia por enriquecerse en forma gigantesca y rápida, así como la ostentación obscena de la misma.

La gente fue a votar para hacerles sentir lo que millones de venezolanos tienen que pasar todos los días en esas interminables filas, sofocados y sudados bajo el sol ardiente, peleando con los motorizados bachaqueros, para procurarse algo de lo que requieren para vivir. Para que sintieran la zozobra que se siente cuando el salario no alcanza más allá de la primera semana, cuando nuestros familiares salen de casa y no sabemos si serán asesinados, mal heridos o secuestrados; cuando nuestros hijos se marchan al exterior porque aquí tienen prohibido trabajar como debe ser, con salarios dignos y el reconocimiento social debido; la zozobra por no haber medicinas, porque los hospitales están en el suelo, por no tener agua potable durante semanas, por los cortes eléctricos que dañan equipos domésticos que no es posible reparar, por lo costoso o por no haber repuestos. La zozobra de vivir entre la basura, con niños con sarna, con epidemias frecuentes, con paludismo en las ciudades, con lepra en Barinas, con Chagas en Caracas; de tener que convivir con delincuentes armados que hacen de nuestras vidas lo que les da la gana y con total impunidad.

El instrumento escogido para la condena fue la Mesa de la Unidad Democrática. La polarización, generada por Chávez y que tanto le sirvió para mantener su proyecto en el poder, ahora se volvió en su contra, pues concentró sólo en la oposición conservadora el voto castigo. El pueblo en su furia desatendió cualquier otro llamado opositor, a pesar de considerarlos incluso muy superiores en relación a sus propuestas, sus posiciones, su lenguaje y sus mensajes. Votó por quien pensaba tenía todas las posibilidades de ganar dejando de lado cualquier otra opción minoritaria. Aun así, hay que decirlo, el Polo Patriótico obtuvo más del 40 por ciento de los votos, lo que quiere decir que una parte importante de los electores sucumbió ante la amenaza gubernamental, ante la desmesurada, mentirosa y manipuladora propaganda oficial; cayó ante el chantaje que traficaba con sus esperanzas de tener una vivienda, de lograr una pensión, de encontrar un trabajo, de ser parte de alguna misión…

Pero la diferencia con la MUD se presenta mucho más abultada por la representación obtenida en la Asamblea de 112 diputados contra 55 del Gobierno. Esta distorsión entre los votos obtenidos y los diputados ganados se debe al efecto de la aplicación de la inconstitucional Ley Orgánica de los Procesos Electorales (LOPRE), que privilegia en parlamentarios a quien llegó de primero. Así como en 2010, un uno por ciento de diferencia en votos a favor del Polo Patriótico significó un 20 por ciento de diputados más para este último, hoy en 2015, un 18 por ciento de diferencia en votos a favor de la MUD se expresa en más de 30 por ciento de diputados asignados a la MUD por encima de los del Gobierno. Hasta ahora la aplicación de la LOPRE había favorecido al Gobierno chavecista, pues éste siempre punteaba las elecciones; en 2015 comienza a favorecer a la oposición agrupada en la MUD. Desde hace unos años, venimos pronosticando la aparición de esta situación, a raíz de la pérdida constante de respaldo popular hacia el Polo Patriótico.

Utilizamos la posibilidad de aparición de la situación actual, para presionar un cambio legal que rescatara la proporcionalidad electoral ordenada por el artículo 63 de la Constitución. Fuimos desoídos. La soberbia gubernamental es ciega, sorda y bruta. Si la LOPRE garantizara la proporcionalidad electoral, el Gobierno hubiera obtenido 74 diputados y la MUD sólo hubiera alcanzado la primera mayoría calificada (3/5) con 102 diputados. La situación política sería otra y el reparto de los diputados sería más equitativo. La iniquidad actual la denunciamos también en 2010, en aquella ocasión en contra de la MUD.