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Participación popular

Bolívar

La falta de conocimientos, la ignorancia para decirlo más claramente, conspira contra la participación efectiva de las personas en los distintos asuntos que les son propios


 

Luis Fuenmayor Toro

Es muy difícil encontrar a alguien que rechace la posibilidad de que la gente participe en la instrumentación de las políticas, que tienen que ver con la vida diaria, su trabajo, su educación y formación, su vivienda, las relaciones con el poder y su recreación y esparcimiento. Sería absurdo que alguien se planteara intervenir en una comunidad, para enfrentar algún problema colectivo y rechace solicitar información de lo que sucede a sus habitantes, así como consultarlos sobre determinadas soluciones. Otro tanto ocurriría en un servicio hospitalario que se quisiera modificar para mejorar su desempeño o en una fábrica escogida para mejorar su productividad. Los actores principales, lo cual incluye no sólo a los trabajadores de distintos niveles de formación sino también a los usuarios de los servicios prestados o bienes producidos, necesariamente deben ser consultados para garantizar un diagnóstico acertado de los problemas y de las limitaciones existentes, para luego establecer los correctivos a que haya lugar también con la participación de todos.

La participación de la gente, sin embargo, no es infinita, pues tiene limitaciones derivadas de la preparación y conocimiento que quienes participan tienen sobre la situación enfrentada. La falta de conocimientos, la ignorancia para decirlo más claramente, conspira contra la participación efectiva de las personas en los distintos asuntos que les son propios. La gente entonces no puede participar en todo lo que sería necesario hiciere. No importa su motivación ni su disposición a colaborar, a trabajar en conjunto, si desconoce la materia está impedido de participar. Y es aquí donde se descubre la demagogia de ciertos políticos, de ciertos gobernantes, que se llenan la boca hablando de participación popular, que llegan a calificar incluso como protagónica, pero nada hacen para mejorar la formación y preparación de la población, de manera que realmente se les garantice una participación seria y efectiva en los asuntos que les afectan y no un simulacro de participación.

Venezuela es hoy un país con un promedio de educción formal de 7 años, apenas dos años más que en 1999, cuando quienes gobiernan hoy se iniciaron en medio de una serie de expectativas, que fueron frustrándose una a una en estos 17 años. El sistema educativo, lejos de mejorar, ha empeorado, pues actualmente sólo se dan unos 140 días de clases en el año, en lugar de los 200 días efectivos que deberían cumplirse. Hoy tenemos una carencia de 18 mil profesores de física, química y matemática, aparte de las necesidades no cubiertas en español, inglés y otras disciplinas. ¿Dónde está la emergencia educativa que una situación de este tipo debería producir? ¿Hay algún plan para cubrir en cierto plazo este grave déficit en asignaturas tan importantes? ¿Hay algún programa del Ministerio de Educación en este sentido? No. Absolutamente nada. No hay respuesta a esta vicisitud; la única medida es simple y llanamente una perversión: exonerar las asignaturas no vistas por falta de profesores.

Se trata de la misma respuesta, la misma siniestra medida tomada por los gobiernos adecos y copeyanos, por los traidores a la patria, por los neoliberales salvajes, por quienes sólo sirven a la oligarquía criolla. La revolución bolivariana, la revolución de Chávez, la antiimperialista, la popular, la de la democracia participativa y protagónica, la del socialismo del siglo XXI, da a un problema tan serio la misma respuesta de quienes dice combate a muerte. ¿Cuál es la diferencia entonces entre el pasado y el presente? ¿Sólo la vocinglería barata y demagógica de Chávez, Maduro, Cabello y el resto de focas aplaudidoras? En algo tan sensible, tan básico, tan de justicia social, como es la educación de los niños, adolescentes y jóvenes, el comportamiento es idéntico y descalifica el discurso demagógico, patriotero, populachero e irresponsable de quienes nos gobiernan. Y éste es sólo un ejemplo de los parecidos existentes entre quienes se presentan como polos opuestos, valga la redundancia.