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La dependencia chavista-madurista de la burocracia cubana

Uno no puede evitar pensar en las palabras que el mentor susurra a los oídos  del convaleciente: “Maduro es el hombre”


Oscar Battaglini

Chávez se hace dependiente de la burocracia cubana desde el instante en que va a La Habana en busca de Fidel Castro como su mentor de reemplazo. Es el momento de la ruptura con Luis Miquilena, a quien había considerado además de padre, como su mentor ideal. Y no era para menos, Miquilena negoció con Caldera su salida de la cárcel y lo convirtió en candidato y en presidente de la República.

Sin un mentor, Chávez no sabía valerse ante las dificultades. Así fue en Sabaneta, en la FAN, y en el gobierno. Por eso cuando se produce la ruptura con Miquilena, buscó afanosamente meterse bajo el ala de Fidel Castro, quien lo acogió de muy buen grado. Uno puede imaginarse a este individuo frotándose las manos de satisfacción, al darse cuenta de la mina de oro que había caído en sus manos; sobre todo por encontrarse en la situación en la que quedó Cuba después que los rusos se retiraron de su territorio, por efecto de la crisis que puso término al sistema político-burocrático y despótico que allí imperó durante más de 70 años.

En relación con este hecho cabe señalar que la experiencia cubana no se diferencia de lo ocurrido en la Unión Soviética estalinista y en los países del llamado socialismo real. Pero en Cuba, puede decirse que el resultado ha sido peor. Aquí no se conoce que se haya llevado a cabo un serio y efectivo esfuerzo dirigido al logro de una economía con los atributos que demandan los procesos productivos de nuestro tiempo. Ante eso, la burocracia cubana se dedicó durante décadas a vivir parasitariamente de los subsidios de sus exportaciones de azúcar y de las ayudas financieras otorgadas por el gobierno insular.

En la actualidad esa burocracia persiste en la realización de tal práctica, pero teniendo ahora a Venezuela como el país de sus exacciones.

De Venezuela -además de la injerencia abusiva e inaceptable en todos nuestros asuntos de Estado- se han llevado petróleo e hidrocarburos, alimentos (incluidos muchos de los importados por el Estado y en cuyas operaciones ellos mismos han actuado como intermediarios), otros bienes y una importante masa de recursos financieros en calidad de donaciones y préstamos blandos. Esto último, es de sobra conocido, se efectuó por intermedio de Bandes, entidad bancaria del Estado, que se encargó de tramitar los préstamos con China. Lo evidente es que la burocracia cubana se ha estado apropiando durante años de una porción importante del endeudamiento contraído por el Estado venezolano con ese país asiático. Según datos tomados del “Resumen Financiero de la Gerencia Ejecutiva de Corporación y Financiamiento internacional” de Bandes, la burocracia cubana convirtió a nuestro país en una verdadera fuente de financiamiento que la ha permitido evitar –con la anuencia de Chávez-Maduro- su naufragio definitivo. De acuerdo a ese informe, hasta septiembre de 2011, el 70% del Fondo para la Cooperación Internacional (FCI) de Bandes, se destinó a financiar al gobierno cubano para sufragar programas de inversión Venezuela-Cuba. BANDES –según reza el informe- en los últimos cuatro años, ha dispensado fondos no reembolsables, por el orden de los 272 millones de dólares, sumados a líneas de créditos con Cuba que superan los 1.193 millones de dólares (El Universal, Internacional, Caracas, 25/10/2011, p.1-10). He allí en parte, el costo que el país ha tenido que pagar por la entrega de la soberanía venezolana hecha por el chavismo gubernamental a la burocracia cubana.

Para mayores detalles sobre los rasgos de la personalidad de Chávez que llevaron a esos resultados, conviene registrar que los mismos siempre afloraron en él cuando tuvo que enfrentar grandes dificultades. Eso ocurrió en su intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, hecho en el que su participación se redujo a recluirse en el museo militar hasta el momento de su rendición. Lo convenido era que él acudiera con la fuerza bajo su mando en apoyo de los que tenían como objetivo la toma del Palacio de Gobierno, pero llegado el momento, se mostró irresoluto y sin saber qué hacer. Después alegaría ante Jesús Urdaneta que actuó de esa manera porque se sintió sólo. (ver conversación con Jesús Urdaneta Hernández con el profesor Agustín Blanco Muñoz).

Dice un refrán popular que “el que huye echa el cuento”, así que recular puede llegar a convertirse en un recurso de sobrevivencia. Una actitud similar fue asumida por el comandante el 11 de abril de 2002, ante el golpe de Estado ejecutado en su contra. En esa oportunidad ya tiene a su mentor Fidel Castro, a quien en los primeros momentos del golpe, tuvo la posibilidad de consultar ampliamente sobre los pasos a dar. Aunque en primer término había considerado buscar refugio en la 4º División Blindada en Maracay, que tenía a su cargo la 24º Brigada de Infantería de Paracaidistas, las más grandes y con el mayor poder de fuego, dirigida nada menos que por el –para entonces- su entrañable amigo el General Raúl Isaías Baduel, pero existía el riesgo de que los interceptaran en la huida. Algunos de los miembros de su entorno le propusieron resistir, propuesta por él desoída. Pero la que si estuvo considerando detenidamente, fue la recomendación que le hiciera su jefe político de rendirse y entregarse en calidad de prisionero ,“Tú vales mucho más, vivo”, le dijo, lo que –como es sabido- finalmente hizo. Hecho este que implicó que al romperse la comunicación, el teniente coronel se quedara sin mentor por todo el tiempo que duró su cautiverio.

(Uno imagina a un Fidel más que consternado, horrorizado de perder el salvavidas que Chávez representaba para él y su decrépita revolución). En tales circunstancias le sobrevino al caído un estado de perplejidad, tal fue su estado de desconcierto y desesperación, que le llevó a plantearle a sus captores, en medio de un llanto incontenible, que estaba dispuesto a aceptar todo cuanto le pidieran con tal de que lo enviaran a Cuba. (ver Conversación del capitán Otto Gebauer –Yo lo vi llorar- con el profesor Agustín Blanco Muñoz). Probablemente esta misma obsesión de permanecer al lado de Fidel Castro, sea lo que explique su decisión de ponerse en manos de la medicina cubana hasta el momento de su muerte. Por esos días, el mundo presenció desconcertado, a un Fidel Castro convertido en una especie de médico de cabecera improvisado, del cual pasaron a depender todas las disposiciones relacionadas con la salud del paciente Chávez.

Uno no puede evitar pensar en las palabras que el mentor susurra a los oídos del convaleciente: “Maduro es el hombre”.

La preponderancia de Maduro en la burocracia cubana se da por una vía distinta a la de Chávez; él ya era una ficha cubana, mucho antes de que Chávez lo fuera. Lo es desde el momento en que fue enviado a Cuba por la Dirección Nacional de la Liga Socialista -organización política en la que militaba- supuestamente para ingresar a una escuela de cuadros para su formación política. De allí regresó tal como había llegado, dado que el estudio no es su fuerte, no obstante regresaba convertido en un flamante agente cubano, papel que ha sabido cumplir a cabalidad como acompañante de Chávez, como diputado y presidente de la Asamblea Nacional, como Canciller y ahora como Presidente de la República. Del mismo modo que Chávez lo hiciera, vive viajando a Cuba para recibir instrucciones directas. En su último viaje a la isla, fue premiado con una medalla a su lealtad. Se trata –qué duda queda- de una notoria acumulación de méritos que hacen posible en su caso, la activación de la figura de la destitución del cargo que actualmente ocupa.