Ahora adecos y copeyanos se han unido más férreamente al anglosionismo
Julián Rivas
Estos días estuvimos por el norte de Anzoátegui. De lo visto podemos hacer muchos comentarios. Pero me detendré en una familia que durante años no tuvo descanso en la feroz persecución que le hizo la policía política de la Cuarta República. Lo tomo en consideración en este momento cuando la cúpula de la burguesía mundial, el G7 reunido en Tokio, exige a nuestro país respetar libertades y el imperio de la ley. Ja.
Por 1980 ellos vivían en Anaco, y su casa prácticamente estaba abierta para los agentes de la Disip. No importaban los niños, mujeres embarazadas, enfermedad, nada. Hombres armados llegaban a cualquier hora de la noche y registraban. En fiesta el riesgo era mayor, porque era posible que estuviera un pariente perseguido. La fotos de fiestas familiares eran de cuidado extremo. Muchas fueron mutiladas por ellos mismos para evitar que en una razzia de la Disip apareciera en una grafica un miembro de la familia no registrado en los archivos de la policía, pues contra él iban a ir los sabuesos agentes de Remberto Uzcátegui, torturador copeyano o el jefe policial adeco de turno.
Los libros eran enterrados en bolsas plásticas. El pensamiento estaba prohibido por los bárbaros de la democracia. Por teléfono había que hablar en clave hasta de asuntos sin importancia. Hasta los niños debían aprender a vivir en ese clima hostil. Así transcurría la vida de una familia de izquierda. Es el caso de la señora que ahora vive en Barcelona. El esposo y el suegro eran activistas y toda la familia lo acompañaba. La cárcel era conocida, con juicios amañados.
La señora nos recordó la detención de Mercedes Arias, la Catira Mercedes, dirigente popular en los barrios de Puerto La Cruz. Ella una mañana dirigió una manifestación hasta las puertas de la gobernación de Anzoátegui. Se puso al frente del gobernador Guillermo Álvarez Bajárez y prácticamente con el dedo índice le apuntó a su gruesa nariz. “Nos vemos en Tronconal”. En la noche una comisión de la Disip detuvo a Mercedes y luego la enviaron a la cárcel de La Pica, en Maturín, con un juicio por rebelión militar.
De torturas y detenciones arbitrarias saben adecos y copeyanos, más sus herederos. Ahora van a Tokio a decir que en Venezuela no hay libertades, qué perrorrabiosos. Para masacres queda el Caracazo, mejor decir, El Sacudón. El historial de abusos de esta gente es inconmensurable. Otro ejemplo: Un desempleado de Cumaná pidió trabajo a un sindicalista de la Toyota y le dio una copia de su cédula. Luego el sindicalista fue detenido. Durante el allanamiento la Disip encontró la cédula. Fueron por el inocente y lo metieron un año en la cárcel de La Pica por “rebelión militar”.
Ahora adecos y copeyanos se han unido más férreamente al anglosionismo. Los apoya la OTAN, de la cual forma parte Colombia. Si llegan a Gobierno, reprimirán con más dureza. No espere otra cosa. El narco paraco Uribe vendría a las reuniones de Capriles y Leopoldo López. Son demócratas raros estos señores.
Los revolucionarios debemos discutir el asunto como revolucionarios. Sin cortapisas. Esta semana hablé con un amigo revolucionario sobre la situación actual. Nosotros compartimos la idea de que en este proceso no hubo vigilancia revolucionaria y fue infiltrado por sujetos como Luis Miquilena. Curiosamente Miquilena fue el que calló ante la desaparición de los archivos de la Disip.
Advertir el perverso rol de Miquilena es explicar la génesis de por qué estamos como estamos, dice de entrada el amigo. Hace otra consideración sobre el proceso abierto en 1999 para dar justicia social e independencia, que es el sueño del pueblo: “Pusimos la carreta delante de los caballos al crear el partido después de tomar el poder. Pero sobre todo cuando en lugar de buscar caballos se buscaron burros de la peor calidad”.
Ja. Pensé en el alcalde del Municipio Pedro Camejo de Apure, un excopeyano que ahora quiere ser gobernador. Qué desgracia.
El oportunismo y el caradurismo son propio de los derechistas. Tras Miquilena se metieron en tropel en “el proceso”. Recuerdo a Caldera Infante, que hizo fiesta en Fogade mientras le sobraba plata para repartir. También le sobraron asesores de imagen, consultores jurídicos. Ay, mañana. Sí, muchos gozaron ese Fogade.
Otro amigo dice que la corrupción en Venezuela es una institución. Yo le digo que es una blenorragia mal curada. A los estudiantes de derecho deberían incorporarle como lectura obligatoria las Memorias de Núñez de Cáceres. Hay mucho abogado extraviado.
El primer ministro de Interior fue Miquilena. Nada cambio. La justicia, las cárceles, todo se puteó. No hubo firme vigilancia revolucionaria.
“Además nuestra generación llegó muy golpeada”, me dice el amigo. Sí, en efecto somos parte de un grupo de muchachos que nos incorporamos a la lucha revolucionaria en los anos setenta. Así fuera en las luchas de ciudad, cualquiera de nosotros acumula dos o tres eventos represivos cercanos a la muerte. Un atentado, un cerco llegando a la casa de madrugada, un disparo policial aprovechando una manifestación. De esto no saben en Tokio.
“La izquierda que quedaba de pie de los 60 eran un montón de viejos traumados por la derrota y dispuestos a ser la izquierda de lo posible… Tres o cuatro son los que se salvan”, agrega. Guardo en reserva uno de los nombres que me dio.
Así, en medio de las intrigas de Miquilena, y desgastados por la represión, nos vemos con el proceso abierto en 1999. Aislados la mayoría y complacientes con toda la aberración miquilenista los pocos que ocuparon alto mando de gobierno. El silencio era la condición. Triste.
La conversación con el amigo es larga. No es posible exponerla toda. Por ahora destaco su observación de ciertos patrones culturales. “Lamentablemente en Venezuela se ha impuesto un anti intelectualismo que a veces raya en lo suicida”. Le advierto que se confunde lo intelectual con lo académico, lo que es grave.
Las ideas revolucionarias deberían regir un proceso revolucionario. Ser de izquierda es un honor. El izquierdista es crítico y autocrítico. El izquierdista es honesto, honorable. Si no es así, es un farsante, un derechoso que se pone franela o camisón rojo.
El amigo dice que todavía este país tiene pendiente la industrialización, y consolidar el Estado venezolano hasta en el último rincón. Esto requiere borrar la cultura malandra y otros vicios de una malentendida modernidad. Las cárceles, el pranato, qué feo. “Parece que no hubiesen leído lo que decía Marx del lumpen, no joda”.
Bueno, hemos llegado al sol de hoy. La OTAN nos amenaza y reina la confusión. Hay quienes creen que amarrando el partido conservan los votos de Chávez. Qué pelaos. No hay unidad popular, eso sí es grave. “Es triste el cuadro”, le comento. “Cierto, es casi como para un tango. O para una tragedia griega. Pero siendo caribeños terminará siendo un sainete”, agrega el camarada.
Nosotros entramos en la política en tiempos duros. Militamos en organizaciones semilegales o semiclandestinas. Con la política represiva de Ramón Guillermo Aveledo siguiéndonos con sus torturadores. AD y Copei siempre buscaron nuestra rendición. Ahora quieren rendir a Venezuela con la OTAN, con Obama, el idiota del Rajoy, y el imbécil del Chúo Torrealba, agente de la CIA. Ah, con Ismael y el que se cogió los 500 mil dólares en esmeraldas del Mono Jojoy. Estos demócratas, ja.
Quienes dirigen el proceso no entienden lo que era una norma de la lucha dura, aprendido de la persecución. El que está quemao, está quemao y debe ser relevado. No se puede mantener en gobierno a sujetos que son blanco de la desconfianza del pueblo, por la razones que sean. Igual que controlar el partido para que un grupo dirija es un error que terminara en catástrofe si no hay correctivos. No puede ser líder quien no es líder. La guerrilla no puede caminar al paso del más lento, es un viejo dicho.