Pareciera que se busca hacer más gravosa, con inequívocos rasgos de sadismo, la situación crítica del país
Oscar Battaglini
Movido por su condición de aventurero oportunista, Chávez no vaciló en ponerle la mano a cuanto pudiera servirle para montar el tinglado que le permitiera dar el salto al mundo de la política nacional.
Fue así como se abanderó del “socialismo del siglo XXI”, de los conceptos de revolución y de izquierda, del antiimperialismo que esta había asumido a lo largo de su existencia, de la revolución cubana, de la revolución China, de las consignas de la lucha revolucionaria y de algunos íconos de la revolución mundial como el Che Guevara o Gramci, de quien estuvo durante un buen tiempo recitando algunos lugares comunes; y por último se declaró o se definió como un presidente “obrerista”, con lo cual quiso dar a entender que el suyo, era un gobierno al servicio de la clase obrera y que esta debería ponerse al frente de la revolución por él emprendida.
A lo que no llegó nunca fue a reconocerse marxista, seguramente debido a su condición de militar reaccionario, y por el temor a ser considerado comunista. En relación a esto vale la pena relatar lo expresado por él mismo en entrevista con el profesor Agustín Blanco Muñoz. Ante la pregunta de si era marxista (comunista), respondió que él no sabía nada de eso y que nunca se había interesado por el tema ni había incursionado en el mismo, etcétera. “¿Comunista yo?, siempre lo niega, pero su retórica navega en el idioma de una izquierda poco compleja, bastante básica y rudimentaria” (Alberto Barrera Tyszka, Hugo Chávez sin uniforme, p.54)
Este tipo de respuesta no puede menos que evidenciar el “nivel formativo y político” del “revolucionario Hugo Chávez”. En este sentido conviene recoger la semblanza hecha de este personaje por una amiga de sus años de secundaria: “Hay que ver lo que significa no haber sido concejal, no haber sido diputado, no haber sido dirigente, no haber sido un carajo en la actividad política… y terminar de pronto siendo presidente” (Ibidem, p. 34).
A propósito de esto mismo, cabe traer a colación lo declarado por Rafael Simón Jiménez quien le conoció muy bien en sus años juveniles. Dice Jiménez en entrevista para “La Razón”: “Chávez no tuvo cuando joven ninguna inquietud de tipo político, participaba si acaso pasivamente, pero nunca se interesó por la actividad política”.
Con lo anteriormente expuesto, lo que se ha querido es llamar la atención sobre el asombro que sigue produciendo el hecho de que todavía algunos aventureros, arribistas, ignorantes e incultos sin ninguna credencial que los faculte, sigan haciéndose mañosamente del poder político, para hacer de él un uso autocrático y autoritario, un instrumento destructivo para la sociedad, además de un mecanismo para el usufructo en beneficio propio y el enriquecimiento descarado tanto personal como el de sus camarillas, familiares y allegados (testaferros).
En relación a la situación por la que atravesamos los venezolanos en la actualidad, no cabe ninguna duda de que en gran medida en ello radica la causa básica del drama en que está sumida nuestra sociedad. Tanto es así que existe el convencimiento de que la salida del madurismo del poder (en su representación civil-militar) vendría a ser una parte o la completa superación del referido drama.
La confirmación (en nuestro caso) de la incompetencia y la piratería chavista en el arte de gobernar (la improvisación, el “como vaya viniendo vamos viendo”), es el hecho de que una sociedad como la venezolana: petrolera y con uno de los ingresos nacionales más elevados de América Latina, haya sido conducida a la quiebra de su economía, al hambre y a la muerte por mengua de sus ciudadanos debido a la insólita falta de alimentos, medicinas y otros requerimientos para la preservación de la salud y la vida.
Se trata de una situación incomprensible e inaceptable. Pero lo más preocupante en todo esto son las trabas absurdas que el Gobierno de Maduro le ha contrapuesto a todos los ofrecimientos que se han hecho desde el exterior con la intención de ayudar a aliviar en alguna medida la gravedad de la situación planteada. Pareciera que con esa actitud lo que se busca es hacer más gravosa con inequívocos rasgos de sadismo, dicha situación.
Hecha esta larga digresión, retomemos el punto. Decíamos que Chávez se presentó ante la masa trabajadora como un gobernante obrerista; pero desde un principio, a medida que se avanzaba por el camino de la destrucción de la economía, lo que ha ocurrido es un dramático desmejoramiento de las condiciones de vida y laborales de los agentes directos de la producción, los trabajadores.
En términos más concretos, es necesario decir que las expropiaciones de haciendas empresas privadas; el abandono del que finalmente han sido objeto esos bienes; el mantenimiento prolongado de un ruinoso control de cambio; la imposición de una “Ley de precios justos”, el incontrolado crecimiento inflacionario, la consecuente pulverización de los sueldos y salarios, el desabastecimiento y la escasez de bienes de primera necesidad, son en su conjunto, las manifestaciones más ostensibles del drama al que nos hemos referido, y que tiene en los trabajadores y profesionales a sus principales víctimas.