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¿Existe una verdad política?

Los espejismos son parte de la realidad. Lo grave es cuando sustituyen a la propia verdad


Gustavo Luis Carrera  

En la práctica, se tiende a equiparar la verdad con la realidad. Y en buena parte es así. Ocurre algo semejante a lo que sucede entre la teoría y la práctica. Pero, justamente en estas equiparaciones surgen los problemas. Hay una pregunta básica: si la realidad es la verdad, ¿cuál es la verdad de lo intangible de nuestro pensamiento?

LA VERDAD COMO PROPUESTA VIVENCIAL. Estamos rodeados de verdades: elementos materiales, objetos, personas, que se manifiestan ante nuestros ojos y nuestro tacto; y luego los factores menos evidentes: los que nos suministran el oído y el olfato. «Ver, para creer», asienta un dicho clásico. Es decir, que la verdad es el sustento de nuestra presencia en el mundo. Es más, lo que creemos debe soportarse en lo que percibimos como verdad.

LA POLÍTICA COMO OFICIO BAJO SOSPECHA. Por política se entiende, comúnmente, el sistema de actividades referidas al gobierno de un país o de un conglomerado social. Ahora, estas actividades tienen dos caras: lo dicho y lo hecho. Es decir, lo ofrecido o propuesto y lo realizado o cumplido. Y aquí sobresale el desequilibrio. Ya es costumbre que en política se proyectan las promesas incumplidas y las ofertas engañosas. O sea, que la política es un oficio que nace, vive y se desarrolla bajo sospecha. Y el rasero de la verdad cumple con ella su enjuiciamiento inapelable. El político no tiene memoria; pero, el pueblo sí. Y al cumplirse la sospecha de engaño, de manipulación, el castigo es la única expresión contundente de la verdad en manos del pueblo: el voto.

EL CEMENTERIO DE LAS ENTELEQUIAS. De hecho, la verdad política es un espejismo. Y reposa en el cementerio de las entelequias. Sólo queda para burlar incautos. Y ello por una razón muy simple: no existe una verdad política; hay tantas verdades políticas como intereses dominantes, que pueden tergiversar la verdad. Por eso es común que los gobiernos –grandes baluartes de la manipulación– maquillen su verdad como si fuera la verdad real. Y el gran cómplice de esta componenda es la memoria; es decir: la desmemoria. Lo que se proclama como verdad política hoy puede ser lo contrario de lo que se presentó como tal ayer. Se espera que ayude en este desaguisado el olvido colectivo; mal que suele aquejar a la sociedad.

Como quiera que sea, nuestro propósito es llamar la atención, y mover las reflexiones, en el sentido de que no hay, no ha habido y no puede haber una verdad política.

Son tantas verdades como permitan la manipulación del emisor y la desmemoria colectiva. ¿Las verdades políticas son volubles y acomodaticias? No hay razones para dudar lo que enseña la práctica.

VÁLVULA: “Los espejismos son parte de la realidad. Lo grave es cuando sustituyen a la propia verdad. Mejor aún: llegan a lograr tal preponderancia, que convencen y confunden. Así, no puede existir una verdad política: su esencia es no existir, no consolidarse, no permitir que la memoria forme parte ella. Son muchas verdades, subsumidas en la apariencia. La política es la no memoria, la no constancia; es decir: la no forzosa correspondencia con lo permanente. ¡Y una verdad no puede sustentarse en lo efímero!”.

glcarrera@yahoo.com