Tenemos la inflación más elevada que hayamos conocido, los salarios tienen un rezago increíble y no le alcanzan a casi nadie para comprar ninguna de las canastas existentes
Luis Fuenmayor Toro
Desde que tengo conocimiento, nunca había presenciado una actividad propagandística gubernamental tan gigantesca como la del Gobierno chavecista, tanto con Chávez pero mucho más con Maduro.
El uso de la televisión para dirigirse en cadena de todos los medios a la nación con cualquier excusa, para estar luego durante horas y horas hablando necedades, insultando a quienes se les oponen y vanagloriándose de logros inexistentes, nunca lo había presenciado y estoy seguro que nadie lo había hecho antes de Chávez y ahora Maduro, quien aparentemente fue lo único que aprendió de su trabajo al lado del Comandante eterno.
Jamás había sido testigo de una persistencia publicitaria tan intensa de un gobierno que, durante 17 años y medio, manipula a la opinión pública nacional e internacional con nacionalismos ficticios, antiimperialismos de la boca para afuera, socialismos inventados, revoluciones fantásticas y, por sobre todo, alardeando de la existencia de un pueblo que disfruta de la mayor felicidad posible, lo que contrastado con la realidad es una burla canallesca.
Gastan millones de bolívares para presentar a un país irreal, donde no hay analfabetismo, pese a que el propio Censo de 2011, realizado por su Instituto Nacional de Estadística, determinó en 5,3 por ciento la magnitud de la población que no sabe leer ni escribir, con lo cual se cae estrepitosamente lo repetido propagandísticamente.
No sé hasta qué punto la propaganda mentirosa del Gobierno termina por afectarlo en relación a su percepción de la realidad
¿Sabes cuál es el país que redujo la mortalidad infantil? Pregunta en un “comercial” gubernamental una suave voz femenina y de seguidas afirma que “ese país es Venezuela”, una mentira insolente ante una mortalidad infantil que ronda los 20/mil nacidos vivos, cifra mayor que la encontrada por Chávez en 1999.
La misma voz melosa nos habla de una Venezuela con una elevada cifra de estudiantes universitarios, situación que hemos más que demostrado de manera irrefutable es incierta. En otras “cuñas publicitarias” hablan de la disminución de la miseria general y extrema, escondiendo que recurren a cifras de 2011, pues 5 años después la miseria extrema está alrededor de 35 por ciento y la general casi llega a un 80 por ciento, 8 y 10 puntos respectivamente por encima de las de 1998.
Tenemos la inflación más elevada que hayamos conocido, los salarios tienen un rezago increíble y no le alcanzan a casi nadie para comprar ninguna de las canastas existentes, no hay medicinas en ninguna parte, los niños mueren en nuestros hospitales por falta de alimentos y medicamentos, los adultos con enfermedades crónicas graves fallecen por la misma causa, nos asesinan o nos secuestran en las calles de todas las ciudades del país, hay que hacer larguísimas filas para tratar de acceder a algunos alimentos y otros productos, los hospitales se caen a pedazos, las escuelas están en el máximo deterioro y sin equipos ni profesores, no se cumple el calendario escolar ni en un 60 por ciento, los niños o se desmayan por no haber comido o no asisten a sus actividades escolares, en su lugar se dedican a hurgar en las basuras en búsqueda de comida.
Vivir se ha hecho muy difícil y la cotidianidad se ha transformado en un sufrimiento muy serio. Pero la propaganda oficial insiste en prostituir la afirmación del Libertador de que el mejor gobierno es aquel que le da a su pueblo la mayor suma de felicidad posible.
Todo ese esfuerzo propagandístico hoy es improductivo porque se estrella contra una dura realidad perceptible por todo el mundo. El enorme gasto que deben generar las contrataciones millonarias de expertos publicistas, la elaboración de videos y otros instrumentos y el pago de espacios televisivos, radiales, periodísticos y páginas web, sería mucho más productivo, incluso electoralmente, si se invirtiera en tratar de aliviar la situación desesperada de quienes mueren de hambre.
El problema es que la corrupción alrededor de todos los programas gubernamentales, permitida por el propio Gobierno, le impide sacar algún beneficio de los programas sociales que instrumenta.
Los productos subsidiados, muy insuficientes en cantidad, desaparecen para ser vendidos especulativamente dentro y fuera del país; las bolsas de los CLAP, mecanismo absurdo y muy limitado de distribución, son revendidas y no llegan prácticamente a nadie; las escasas viviendas construidas terminan en manos de traficantes y quienes supuestamente deben cuidar que esto no ocurra, supervisores y militares, son parte de todos los negocios generados a partir de la instrumentación de las medidas.
No sé hasta qué punto la propaganda mentirosa del Gobierno termina por afectarlo en relación a su percepción de la realidad. A veces pareciera que es el Gobierno y sus más consecuentes y fanáticos seguidores, los únicos creyentes del contenido de sus acciones propagandísticas.
El resto de la gente, atormentada por una realidad cada vez más difícil, termina por maldecir a quienes pretenden seguir engañándolos.