No es negando la realidad, ni tratando de ocultar los problemas reales de un país, como se logra obtener credibilidad entre la población
Oscar Battaglini
Recientemente Héctor Rodríguez, “revolucionario de última hora” y jefe de la diputación del Gobierno en la Asamblea Nacional, hizo unas declaraciones en este semanario a las que, necesariamente debemos referirnos.
En ellas, no alude, por supuesto, a los contenidos concretos de la grave crisis que azota al país como consecuencia de las políticas anómalas que ha venido poniendo en práctica la burocracia chavista en los casi 18 años que lleva en el poder.
No se refirió Rodríguez a la inflación desatada que ha vuelto trizas el salario de los trabajadores y ha diezmado completamente el ingreso regular de la familia venezolana.
No se refirió al desabastecimiento y a la escasez de productos que junto con la inflación está, literalmente, matando de hambre a un altísimo porcentaje de venezolanos.
No se refirió a los millones de compatriotas que están padeciendo (e igualmente muriendo) la pesadilla de la falta de medicamentos (al parecer no existen).
No se refirió el diputado a la inseguridad personal que se vive en las calles de este país y que lamentablemente se ha convertido en una de las principales causa de muerte en nuestro medio.
no es negando la realidad, ni tratando de ocultar los problemas reales de un país, como se logra obtener credibilidad entre la población
No se refirió a la mortalidad infantil que ronda los 20 mil nacidos vivos, cifra mayor que la encontrada por Chávez en 1999.
No se refirió al crecimiento exponencial de la pobreza que llegan, a un 80% y 35% respectivamente, es decir 8 y 10 puntos por encima de la de 1998, y así, un largo etcétera.
Ignoró olímpicamente los graves problemas que padece el país entero, pero no conforme con esto, el diputado negó también que en Venezuela en estos momentos existiera un 10% de personas desnutridas.
Debe ser que él no vive aquí, ni tiene ninguna relación con los centenares de miles de venezolanos que apenas si alcanzan a comer una vez al día o dos cuando mucho.
Debe ser que todavía no se ha enterado que millones de niños van a las escuelas y a los liceos sin haber comido, y que muchos de ellos han comenzado a desmayarse por efecto de la desnutrición y el hambre.
Debe ser que tampoco se ha enterado que, a causa de esto, un alto porcentaje de niños y adolescentes se han visto forzados a desertar de los estudios, y finalmente, tampoco sabe que muchos venezolanos están escarbando en los depósitos de basura a ver que consiguen para alimentarse ellos y a sus respectivas familias.
Todo parece indicar que tampoco se ha enterado de que en un fin de semana, 135 mil personas cruzaron la frontera con Colombia en el estado Táchira, en busca de alimentos, hecho este que sólo la demencia de algunos fanáticos se atreve a negar.
Por último, tampoco se ha dado por enterado de que en las terrazas del Ávila la Policía Nacional dispersó una multitud que por días ha estado haciendo cola para la obtención de alimentos en el Abasto Bicentenario.
Del mismo modo afirmó complacido que nadie puede negar que el país cambió bajo la hegemonía chavista. Ante tal despropósito, podría respondérsele que sí, que en efecto el país cambió, pero que no lo hizo para bien, como está a la vista de todos quienes no están enceguecidos por el morbo del fanatismo.
Igualmente añadió para coronar sus dislates, que el revocatorio no es la prioridad para los venezolanos.
Para este individuo, atenazado como está por la ideología populista que rige la práctica del proyecto chavista, la sociedad no parece actuar o ser movilizada sino sobre la base de las necesidades más elementales o primarias de la condición humana.
nada parece augurarle un futuro promisorio a la burocracia que actualmente detenta el poder en Venezuela
Es bien cierto, como todo el mundo sabe, que el pueblo venezolano vive acuciado por las necesidades económicas, y más propiamente dicho, por el problema de la alimentación familiar y el de hallar las medicinas para el tratamiento de las enfermedades, sin contar el drama que se vive en los hospitales.
Pero aunque parezca una contradicción o un contrasentido, esas cosas no constituyen sus prioridades más urgentes en medio de las dramáticas circunstancias que signan la vida general del país.
Lo son, eso sí: 1.- La necesidad de poner término a un régimen político que ha condenado a todos los venezolanos a vivir con una enorme inflación (la más alta del mundo), un gravísimo desabastecimiento y no menos grave escasez de alimentos, medicinas y artículos de primera necesidad, y a vivir con miedo por efecto de la inseguridad personal que ha puesto en riesgo la vida de toda la ciudadanía.
2.- La necesidad de reorganizar la vida económica, social y política del país para que se restablezca la relativa normalidad que aquí existía.
Finalmente expresó el diputado que si los precios del petróleo se disparan de nuevo, tal y como ellos esperan ansiosa pero inútilmente, Maduro subiría en las encuestas.
A todas luces, se trata de una vana ilusión o de un deseo desesperado que nace de la estupefacción que les produjo el impacto de la derrota político-electoral del 6D, y de la cual, no podrán reponerse.
Después de lo ocurrido ese día, esa posibilidad con la que sueñan, no tiene ninguna forma o manera de realizarse. Ellos lo saben y hacen todo por sabotear la opción revocatoria.
Como hemos dicho, el 6D, es un hecho que no tiene vuelta atrás; lo ocurrido electoralmente ese día es la mejor demostración del avance político que ha experimentado el pueblo con su firme determinación de expulsar del poder, radical y definitivamente, la pesadilla chavista que hoy lo acogota.
El pueblo venezolano sabe que de darse una situación como esa, los recursos que se recaben por tal concepto, no serán utilizados por el chavismo oficial para resolver la crisis general que nos afecta.
En este sentido no debe olvidarse que ya aquí se produjo bajo el chavismo, un evento de esa naturaleza, y sin embargo nada cambió positivamente.
Esos recursos, dicho de otro modo, se usaron para fines muy diversos además de dudosos (como se ha comprobado con las grandes fortunas saqueadas al erario público) pero en ningún caso, o muy pocos, para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y de la inmensa mayoría de nuestro pueblo.
De manera que, nada parece augurarle un futuro promisorio a la burocracia que actualmente detenta el poder en Venezuela; lo que hace suponer que el Héctor Rodríguez novel político de las nuevas generaciones, tendrá muy pronto que ponerse a esperar una segunda oportunidad para terminar de graduarse en la profesión, porque no es negando la realidad, ni tratando de ocultar los problemas reales de un país, como se logra obtener credibilidad entre la población.
Confiemos que en algún momento, el joven diputado se dé por enterado que un verdadero dirigente como -por ejemplo- el Primer Ministro inglés y controversial premio Nobel de Literatura (1953), Winston Churchill, aún en las peores circunstancias y sin pretender ocultar lo obvio, como en la oportunidad en que le correspondió dirigirse a la Cámara de los Comunes durante la Segunda Guerra Mundial, y les dijo: “Nada puedo ofrecerles aparte de sangre, sudor y lágrimas”. Se aprende en la vida.