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La obligada adaptación #LetrasalMargen #GustavoLuisCarrera

Ante las condiciones reinantes en el medio ambiente, y sus particulares exigencias,  el ser humano busca en sus reservas de conducta y de acción consecuentes los medios de enfrentar los requerimientos inesperados. Es un mecanismo casi instintivo: se responde persiguiendo la salida más conveniente

Gustavo Luis Carrera

EL ACOSO. Actúa un proceso simple: el establecimiento, por parte del gobierno, de extremas condiciones de estrechez económica, de carencias elementales y de inseguridad, se dirige a someter a una población a un acoso inexcusable, del cual es imposible escapar normalmente. Y en efecto, así resulta. La práctica nos lo demuestra. ¿Qué es lo que nos rodea actualmente, sino ese cuadro carencial, reflejado en la crisis en los servicios primarios y en el exorbitante aumento de precios? Ante tal situación angustiosa, nos sentimos al límite de la capacidad de respuesta.  Estamos, sencillamente, acosados.     

            RECURSOS EXTREMOS. La situación crítica y carencial en que nos encontramos obliga a hacer uso de recursos que antes parecían innecesarios: extremar los ahorros y sobrellevar las faltas de los servicios esenciales. Y surge la pregunta: ¿cómo vivir con un sueldo miserable, entre la especulación de parte del comercio privado y de los suministros oficiales, como la gasolina?, ¿cómo vivir con prolongados cortes inhumanos de agua y de luz?, ¿cómo vivir en la inseguridad pública y las amenazas a la salud, incrementadas por la actual pandemia? Hay una sola respuesta: en el extremo posible.

            LA ADAPTACIÓN. «Si no tienes un carruaje, camina a pie», decía Ovidio. Y fuerza es reconocer que en este simple aserto hay una gran verdad: a falta de lo óptimo, es sabio recurrir a lo alcanzable. Pero, una cosa es tener conciencia de que es necesario situarse a tono con las capacidades, y otra aceptar que lo anormal es lo propio de la existencia. No. Saber que la evasión de la realidad es una falsa perspectiva, condenada al fracaso, no significa que se reconozca el absurdo, la discriminación y las carencias generalizadas, de nuestra experiencia cotidiana, como una normalidad. Buscar la forma de enfrentar lo aberrante, lo fatalmente negativo, es una manera de seguir adelante, de no dejarse arredrar por la oscuridad de lo perverso. Sobre todo cuando se percibe la indiferencia oficial ante el panorama crítico, apabullante, que caracteriza nuestra situación  actual. Se necesita ser absolutamente indiferente y tener sólo el empeño de permanecer en el poder para negar tal estado de cosas. Nunca pensamos llegar a esta situación límite, que parece cosa de una pesadilla o de una condena infernal. Jamás consideramos la perspectiva de ser sometidos a este acoso destructivo, aniquilador, impuesto como una perniciosa fatalidad. El país se derrumba, esa es la verdad incontrovertible. Y nosotros buscamos cómo salvarnos del cataclismo. Allí entra la última opción: aplicar los recursos extremos para no sucumbir. La adaptación es una forma de sobrevivir; pero, sin conformismo. 

            VÁLVULA: «El peso específico del acoso impuesto por las degradadas condiciones de  vida   que   padecemos,   conduce   a  la  necesidad  de  recurrir  a  nuestras  capacidades extremas, que culminan en la salvadora adaptación, efectiva, aunque no resignada».    

(glcarrera@yahoo.com)

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(Cumaná, 1933) es Doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre.