La crisis actual ha resultado en la conformación de un país muy débil, de instituciones destruidas, dedicado a sobrevivir
Luis Fuenmayor Toro
No me queda ninguna duda de la intervención descarada de EEUU contra el Gobierno venezolano. Las dos visitas y entrevistas de Shannon con Maduro muestran el ejercicio directo de esta intervención, a través de amenazas al primer mandatario.
La constante advertencia de Obama de activar la Carta Democrática es otra evidencia contundente de la intromisión estadounidense en nuestros asuntos.
De esta nefasta política deriva la conducta agresiva y fuera de lugar de Luis Almagro, Secretario General de la OEA y agente de Washington.
Las presiones se extienden además a la comisión de expresidentes de la Unasur, intervención solicitada por Maduro pese a su discurso sobre la soberanía y la autodeterminación.
Otros elementos intervencionistas lo constituyen las decisiones del Mercosur de excluir a Venezuela, los pronunciamientos de la Unión Europea y del Papa y la feroz campaña de la prensa internacional contra el Gobierno.
Pero sólo mirar y analizar este escenario internacional, sin voltear hacia lo que ha hecho el Gobierno venezolano, es tener una visión incompleta y parcializada de la situación hoy existente.
A lo interno, desde un principio, el presidente Chávez trabajó para dividir a la población venezolana entre quienes estaban con él y quienes no lo estaban.
Con él los pobres, los desheredados, los parias, los eternamente marginados, con lo cual se dirigía a la mayoría de los venezolanos; recordemos que la pobreza general abarcaba el 70 por ciento de la población en 1998, año de su victoria electoral.
Al mismo tiempo, el chavecismo desarrollaba una campaña internacional con un discurso virulento antiimperialista, socialista y contrario a EEUU.
El mismo contribuyó a la unión de un grupo de países de Latino América, que mantienen inmensas contradicciones con el coloso del norte, en una exitosa política exterior de impulso a la unión Sur-Sur.
Pero un enfrentamiento con EEUU, aunque sólo sea discursivo, requiere de una unidad nacional interna muy sólida, algo que es contrario a la política de dividir y polarizar a la población para mantener el poder.
Además, el discurso anti intervencionista se debilita enormemente al permitir una injerencia inaceptable de Cuba en nuestros asuntos internos, incluso en sectores que todo país se reserva para sí, como es el de su seguridad nacional.
La ausencia total de un proyecto propio de desarrollo, basado en la industrialización del petróleo, la ciencia y la tecnología y la educación; el ejercicio autoritario y sectario del poder, la incapacidad para resolver los problemas nacionales, el negligente manejo de la enorme riqueza recibida, la soberbia y la corrupción en todas sus formas y niveles, han impedido tener un país próspero, fuerte y unido, capaz de resistir exitosamente las agresiones externas.
La crisis actual, caracterizada por inflación, devaluación monetaria, escasez, colapso de los servicios, inseguridad personal, atropello gubernamental y reducción de los derechos civiles, con un Gobierno que viola la Constitución permanentemente y abusa del control que tiene sobre el resto de los poderes, ha resultado en la conformación de un país muy débil, de instituciones destruidas, dedicado a sobrevivir, muy atrasado y miserable, pero por sobre todo con un odio gigantesco al Gobierno, responsable de sus sinsabores y del martirio que hoy significa la vida cotidiana.
Venezuela ha sido llevada a la indefensión ante las apetencias externas, las de sus vecinos y por supuesto las imperiales del norte.
Fueron Chávez y Maduro y su pseudorrevolución los grandes responsables de que estemos dónde hoy nos encontramos, a punto de ser un Estado fallido.
Pero quienes hacen vida en la MUD tienen también su importante cuota de responsabilidad, así no les guste a sus fanáticos seguidores.
Integrados por sectores provenientes de las extinguidas capas medias, con mejor educación y una supuesta mayor comprensión de la situación, adolecen de sentimientos contrarios a la defensa de su país, de su nación y de la república que dicen defender.
Estos depravados afectos los llevan a sentarse en las piernas de los presidentes estadounidenses, a solicitar la invasión militar de nuestro territorio y a soñar con erradicar todo asomo de sentimiento nacional en nuestro pueblo.
Una simple declaración, como la de Timoteo Zambrano enfrentando las decisiones de Mercosur contra Venezuela, desató la ira de conocidos líderes opositores de la MUD, que si así actúan contra un compañero en momentos en que estar unidos es una necesidad, nos imaginamos cómo actuarían si alcanzaran a estar en el Gobierno.
Tildan a Maduro, Diosdado y a otros de sectarios, de violar la Constitución, de vulnerar los derechos políticos de los venezolanos, pero proceden de la misma o peor manera a la primera manifestación “extraña” de alguno de los suyos.
Timoteo Zambrano fue calificado por su gente de traidor, de gobiernero, de disparatado; pidieron su cabeza y su expulsión e incluso, según denunció, fue amenazado de muerte, todo ello por quienes se presentan como adalides de la democracia, del pluralismo y la tolerancia, de las libertades, entre ellas las de expresión y opinión.
Y así quieren ser la alternativa al Gobierno actual. Estos dirigentes opositores tienen las mismas conductas violentas, de intolerancia, de descalificación e instigación al odio, que critican al Gobierno y que dicen eliminarán y sustituirán por conductas contrarias.
Salir de Maduro. Sí. Pero para defender la patria y fortalecer la nación. No para seguir con la entrega, la hipoteca, la venta y la sumisión. Salir para desarrollar al país y abandonar el modelo rentista adecocopeyano del pasado.
Nota: Por decisión de la directiva de “Últimas Noticias” dejo de ser articulista de ese diario.