Los operadores chavistas del régimen están convencidos que el rechazo es transitorio. Piensan que la rabia es pasajera
Humberto González Briceño
El chavismo oficialista está perdiendo su última batalla existencial. Es una guerra contra sí mismo para negarse con infinita necedad a aceptar la realidad.
Sus dirigentes siguen hablándole a una masa chavista que ya no existe. Y lo más grave, siguen hablándole a un país que los desprecia y que siente náusea con la sola mención de la palabra “revolución.”
De Nicolás Maduro hacia abajo los operadores chavistas del régimen están convencidos que el rechazo es transitorio. Piensan que la rabia es pasajera y que bastará esperar unos meses a que el precio del petróleo suba unos céntimos más para volver a tener los recursos de antes.
Creen que la indignación en la calle es cosa que se puede calmar con una bolsa de comida y más mentiras como las que vienen repitiendo desde 2008.
Sin darse cuenta, el régimen es víctima de su propio discurso. En su afán audaz por convencer a los demás de que Venezuela está bien, ha terminado convencido que efectivamente la crisis humanitaria no existe, que no hay problemas y que la gente en la calle está jubilosa celebrando los esfuerzos de la revolución.
Este nivel de encajamiento solo es comparable con los estados más avanzados de locura y disociación de la realidad.
La total desconexión con la realidad del país es lo que arrastra al chavismo a abrazar la política del absurdo. Esto es lo que lleva muchos de sus operadores a pensar que solo basta no hacer elecciones para mantenerse en el poder. Así lo dicen en forma escueta e impúdica.
“No se pueden aceptar ni el revocatorio ni las elecciones de gobernadores porque las perdemos”. Con esa lógica más nunca habría elecciones en Venezuela.
El régimen controla los hilos para decidir si habrá o no revocatorio. Aunque haya la presión ciudadana más contundente y efectiva, siempre habrá alguien en el régimen dispuesto a promover la salida suicida. El todo o nada.
Pero esas posiciones extremistas y delirantes sólo pueden asegurar que no haya conteo electoral hoy, pero en absoluto son garantía que el chavismo se mantendrá en el poder.
Si el chavismo insiste en forma desquiciada en negar el revocatorio como vía para resolver la crisis política, estaría sacrificando lo poco de gobernabilidad que le queda al régimen.
No hacer el referéndum, ni las elecciones de gobernadores y hasta suspender las presidenciales del 2018 es un salto irreversible al vacío que pondrá al chavismo en una guerra frontal contra la constitucionalidad, la legalidad y contra toda la sociedad.
Será una confrontación sociedad vs. dictadura, donde las fuerzas democráticas terminaran imponiéndose en forma inexorable por su propio peso cuantitativo y cualitativo.
Otros regímenes autoritarios en crisis políticas similares ya han intentado prolongar su mandato, negando la realidad y burlando las reglas del juego democrático, y han fracasado. El chavismo no será la excepción.