Había caudillos regionales que decían que ellos daban una patada en el suelo y reunían cien hombres a caballo
Gustavo Luis Carrera
El designativo “montonera” viene de “montón”, o sea grupo de cosas desordenadas y confusas. Y así se denomina a un montón de personas, justamente los llamados montoneros.
De hecho, de las montoneras surgieron las llamadas “revoluciones”, de las cuales fue la más vigorosa y conocida la Revolución Libertadora que, comandada por el banquero y político Manuel Antonio Matos, marcó la inestabilidad nacional en el lapso 1902-1903.
Justamente de montoneras surgen sucesivamente los gobiernos del país: Crespo, Castro, Gómez, son montoneros que se hacen del poder.
Pero, las montoneras no sólo pueden ser la vía de acceso al gobierno, sino que se constituyen después como camarilla o rosca para intentar perpetuarse en el gobierno.
ORIGEN DE LAS MONTONERAS. Se considera que las montoneras, como forma de la guerrilla, surgen en tierras americanas a raíz del tiempo de la guerra de independencia.
Una vez terminada la contienda con las fuerzas realistas, numerosos hombres de tropa quedaron a su suerte.
Muchos habían hecho de la guerra su oficio; y ya desincorporados del ejército, deambulaban por lugares y caminos, cayendo en el bandidaje, formando grupos armados con las armas que siempre tuvieron.
Allí surgieron jefes y caudillos que acuerparon bandas que fueron denominadas «montoneras».
Esta situación alarmante fue preocupación de escritores de la época, como se advierte en la novela «Zárate» (1882), de Eduardo Blanco, quien sabía muy bien de lo que hablaba, pues venía de ser edecán de José Antonio Páez y había visto de cerca el desarrollo de estas guerrillas.
Posteriormente, en 1911, Rómulo Gallegos publica su cuento «Los Aventureros», donde hace un retrato por demás elocuente de cómo se gesta una montonera.
LA MONTONERA Y SU CAUDILLO. Había caudillos regionales que decían que ellos daban una patada en el suelo y reunían cien hombres a caballo. Con este centenar de jinetes formaban una montonera, para saquear pueblos y robar ganado. Se daban a sí mismos el título de general y ejercían su peculiar modus vivendi. De allí surge el desquite de la tradicional copla popular, que empieza de este modo:
“No me digan general,
porque yo a nadie he robado”.
LA MONTONERA AL PODER. Hay gobiernos que son una montonera.
Así como una mafia se forma con un reducido grupo de mafiosos violentos y bien armados, bajo el mando del capo o jefe indiscutido, basta con cien montoneros, represores, militarizados y ávidos de riqueza para dominar un país.
Y luego, la montonera política y el caudillo que la comanda recurren a perseguir radicalmente a sus opositores y a corromper cada vez más a sus adláteres, para conservar el poder: es una receta de la baja política que sigue demostrando su eficacia. La montonera permanece.
VÁLVULA: “La montonera trasluce lo que su nombre designa: es un montón de individuos, en desorden y confusión, quienes tratan de proyectar su agresividad aventurera sobre una colectividad para dominarla y saquearla.
Cuando la montonera crece y carcome los cimientos institucionales de un país, se adueña del poder absoluto; y a base de terror y de corrupción puede prolongar indefinidamente su gobierno autárquico y obsceno.
La montonera fue y es una vergonzante realidad”.