Están dadas todas las condiciones para investigar el entramado delictivo en torno al poder político en Venezuela
EDE
Si bien la responsabilidad de los sobrinos de la pareja presidencial es personalísima y solo ellos pueden responder por sus actos, y de hecho son ellos los que padecerán la condena que tenga a bien darles el juez Paul Crotty, a lo largo del juicio que enfrentaron por conspirar para introducir cocaína en Estados Unidos ha quedado evidencia de que gozaban de carta blanca para planear el tráfico de estupefacientes que, a decir de uno de ellos, llevaban realizando durante años, ante la mirada cómplice de un Estado que no se ha pronunciado ante la gravedad del caso.
Estos muchachos se ufanaban ante sus socios de poder utilizar los aeropuertos del país a su antojo para transportar droga y específicamente se refirieron al hangar presidencial, a la rampa 4 del Aeropuerto Simón Bolívar.
Es imposible creer que los primos Flores delinquieran a solas; también cuesta creer que estos “tontos e inexpertos”, a decir de la defensa que costeó el magnate Wilmer Ruperti, no fueran detectados por los organismos de seguridad del Estado.
Hay muchas cosas por resolver en un caso vergonzoso para la nación toda, que marcará para siempre a la gestión del presidente Nicolás Maduro.
¿Con quiénes se relacionaban los jóvenes? ¿Qué propiedades poseen? ¿A nadie le parece sospechoso que estas dos personas viajaran en aviones privados y mantuvieran una vida ostentosa?
¿Es ese el pan nuestro de cada día en la cúpula? ¿Dónde están las armas de las que hacían alarde en las pruebas presentadas por la fiscalía norteamericana? ¿Por qué el silencio cómplice del alto poder ante una escandalosa situación?
La Fiscal General de la República tiene la obligación de investigar a los sobrinos del Presidente, a su entorno, así como también lo debe hacer la Asamblea Nacional y las demás autoridades competentes.
Es el propio Maduro el que debe impulsar y cooperar para que se realicen las gestiones en torno a un episodio oscuro de la política venezolana. Tanto silencio produce un ruido ensordecedor.