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Oscar Battaglini: El “Comando Antigolpe”

La sociedad venezolana lo que ha visto surgir y tomar cuerpo son poderes e instituciones que han sido envilecidas por su falta de autonomía


Oscar Battaglini

La creación por parte del régimen madurista de un “comando antigolpe” confirma que en Venezuela no se ha cerrado el ciclo histórico de los golpes de Estado, que han dado paso a la implantación en nuestro medio de dictaduras militares o, en su defecto de regímenes “democrático-autoritarios” de un alto contenido militarista como el Trienio Adeco (1945-1948), los regímenes del Pacto de Punto Fijo (1958-1998) y el chavista, aún existente y en desarrollo.

Otra cosa que pone de manifiesto la creación de ese comando de composición y orientación militarista, es la inestabilidad que sigue caracterizando la situación política nacional; lo que quiere decir que el chávezmadurismo no sólo ha fracasado en el intento de dotar al país de una economía productiva sino que tampoco ha sido capaz de promover la formación de instituciones confiables, ni de crear la inestabilidad política requerida para avanzar en el desarrollo de nuestras potencialidades nacionales. Durante todo el tiempo en que han detentado el poder y en correspondencia con ello- lo que han hecho es, por un lado, apuntalar aún más el rentismo y el parasitismo petrolero de nuestra economía, al tiempo que se han dedicado a destruir lo poco que se había logrado en ese terreno. Este es el caso: 1.- de Petróleos de Venezuela, que ya está produciendo por debajo de dos millones de barriles diarios; 2.- de las Industrias Básicas de Guayana, que no sólo están operando por debajo del 30% de su capacidad instalada, sino que caminan aceleradamente hacia la quiebra y el cierre definitivo; 3.- de la agricultura y de la industria manufacturera, actividades económicas que hoy apenas producen aproximadamente el 30 % de lo que se consume internamente en el país.

Por otro lado, la sociedad venezolana lo que ha visto surgir y tomar cuerpo son poderes e instituciones que, con la sola excepción actualmente de la Asamblea Nacional, han sido envilecidas por su falta de autonomía y por el uso perverso que de ellas hace la camarilla civil-militar que ejerce el poder desde el Palacio de Miraflores. Por eso, antes que contribuir al fortalecimiento de la democracia como sistema político basado en la pluralidad y el disenso, se han convertido en instrumentos para la represión y la persecución sectaria y totalitaria de los opositores al régimen imperante; para justificar las violaciones que a diario se cometen en contra de los derechos humanos; para justificar las violaciones sistemáticas a la Constitución de la República, etcétera.

En todo lo anterior radica en buena parte el enorme descontento social y político que hoy se expresa mayoritariamente en contra del régimen chávezmadurista.

A eso se debe también en una gran medida, la extrema inestabilidad que muestra el poder político en Venezuela, representado en este momento por el régimen madurista.

Esta experiencia que ya se viviera durante los finiseculares del orden puntofijista, no ha podido ser superada por el modelo chavista en el poder; con el agravante de que ahora la situación o el carácter de la crisis que estamos viviendo es mucho más compleja y profunda que la de entonces, y de cuyos efectos demoledores (desestabilizadores) tampoco podrá escapar el régimen madurista sino se produce una modificación radical de su orientación política general, por lo que sabemos es lo más probable que ocurra.

Mientras esa es la situación real, Maduro persiste en su posición de presentarnos una imagen del país en la que él aparece victorioso frente a la oposición; en la que el pueblo venezolano se muestra satisfecho por las bondades que recibe del gobierno, y en la que los problemas existentes son provocados por una supuesta “guerra económica” que estaría adelantando en su contra el empresariado venezolano, y por una conspiración y golpe de Estado organizado, promovido e impulsado por el Imperio con la complicidad de la oposición interna, etc. Para nada aparece en esta campaña mediática encabezada por ese discurso triunfalista, ni siquiera una ligera alusión en la que se afirme la grave y profunda crisis por la que actualmente atraviesa la sociedad venezolana, y el enorme descontento que ella ha despertado entre la inmensa mayoría de la población, como las causas esenciales de la descomposición y de los síntomas de inestabilidad que hoy muestra el cuerpo o la estructura política del régimen chávezmadurista.

De ese modo el madurismo reproduce en Venezuela la tendencia mecanicista y sobretodo religiosa de enjuiciar lo que ocurre en la realidad sólo o fundamentalmente a partir de incidencias y determinaciones externas a esa realidad. Esto mismo, dicho de manera más explícita, significa que al madurismo se le “olvida”, a la hora de darnos su versión sobre los hechos, que sobre él recae la representación del gobierno y que por lo tanto tiene o le confiere la mayor responsabilidad –si es que no la única- por la tragedia que se vive actualmente en el interior de la sociedad venezolana; lo cual, al mismo tiempo es la razón básica de los problemas y de la crisis de legitimidad e inestabilidad política que afronta el régimen madurista. No es entonces la inminencia del golpe de Estado lo que en la actualidad amenaza a dicho régimen. La misma oposición se ha encargado de demostrarlo no sólo con sus actuaciones en el terreno de la práctica, sino también con las posiciones que ha venido fijando sobre la situación política nacional, en las que ha expresado con entera claridad que está por un cambio total del actual estado de cosas, pero por las vías constitucionales; es decir, mediante procedimientos políticos pacíficos y electorales. De manera contraria, es el gobierno el que ha venido poniendo en práctica un conjunto de medidas coactivas dirigidas a abolir o limitar al máximo los derechos constitucionales de los venezolanos, entre las que destacan las siguientes:

1.- La ofensiva reaccionaria en contra de una Asamblea Nacional electa por el voto mayoritario del pueblo venezolano, medida que ha descalabrado la estructura institucional del Estado venezolano; 2.- La obstrucción mediante procedimientos leguleyos y autoritarios del referendo revocatorio presidencial y la postergación indefinida de las elecciones de gobernadores y alcaldes, medidas que afectan gravemente el derecho del voto en tanto que mecanismo y principio básico de la soberanía popular; 3.- La violación continuada del derecho de expresión y de información; práctica totalitaria que recientemente ha privado a la sociedad venezolana de un medio de comunicación internacional (CNN) como ocurre en China y en Cuba; 4.- El intento del CNE de impedir mediante maniobras obstruccionistas la legalización de los partidos políticos que no participaron en el último proceso electoral realizado en el país, o que de haberlo hecho, no alcanzaron el 1% del electorado. Cabe señalar que en este grupo de partidos se encuentran algunos que aparecen apoyando al régimen chávezmadurista; 5.- La formación precisamente de un “Comando Antigolpe” que no ha sido constituido para contrarrestar un golpe de Estado que nadie de la oposición está promoviendo en estos momentos, sino con la clara intención de ser utilizado como un instrumento más de la represión política del Gobierno madurista.

Es indudable que tales medidas han contribuido notablemente a incrementar el descontento que se ha venido acumulando en contra de Maduro y de la camarilla civil-militar que lo secunda en el poder y que está a la espera de otra oportunidad para expresarse de nuevo aunque ahora con mayor contundencia, como ya lo hizo el memorable 6 de diciembre de 2015.