Dos grandes peligros fueron sobrepasados por el chavecismo gobernante en 2016 con la ayuda de la principal fuerza opositora
Luis Fuenmayor Toro
Si hiciéramos un balance de la lucha política venezolana en el año 2016, con seguridad concluiríamos que el Gobierno chaveco resultó triunfante de la confrontación habida, mientras la Mesa de la Unidad Democrática fue derrotada. Esto no significa que el país está mejor, ni que Nicolás Maduro logró controlar la inflación, la escasez, la devaluación, la inseguridad, el contrabando, la corrupción, ni el colapso de los servicios. En estos aspectos el presidente salió con las tablas en la cabeza, por lo que su respaldo popular está hoy en los niveles más bajos habidos y Venezuela se encuentra en el subsuelo. Pero, desde el punto de vista del control del poder, no hay duda que la “revolución” está hoy en mejores condiciones que las que tenía en los inicios de 2016, mientras que en el caso de la MUD es lo contrario.
El Gobierno conjuró el peligro del referendo revocatorio, al lograr, aunque por mecanismos fraudulentos e inconstitucionales, su suspensión. De lo contrario, el mandato del presidente hubiera sido revocado en forma inmediata, lo que hubiera llevado también a la pérdida del Poder Ejecutivo por el chavecismo, pues sería derrotado en las elecciones presidenciales a realizarse inmediatamente. Hoy nadie habla del revocatorio, a pesar de que sólo ha sido suspendido y podría ser reactivado, si la situación política cambiara radicalmente. Incluso, la MUD, en forma irresponsable, ni siquiera demandó la nulidad de la decisión de suspensión del revocatorio, por unos tribunales penales de primera instancia en funciones de control, claramente incompetentes para ir contra lo dispuesto por un poder nacional.
El Gobierno también se liberó de hacer unas elecciones de gobernadores y consejos legislativos regionales, que también hubiese perdido en forma aplastante, situación que hubiera cambiado el escenario de los gobiernos de los estados, con una mayoría casi total de gobernadores de la oposición agrupada en la MUD. Se hubiese generado una situación nacional muy distinta, adversa al Gobierno, que fue subestimada por la coalición opositora. La insistencia de la Mesa sólo en la realización del revocatorio, impulsada por una política inmediatista que perseguía la salida rápida de Maduro, ayudó al Gobierno en su política de diferimiento de las elecciones regionales. De esta manera, dos grandes peligros fueron sobrepasados por el chavecismo gobernante con la ayuda de la principal fuerza opositora.
Pero hay más. El Gobierno pasó nuevamente a la ofensiva y, otra vez, ayudado por las torpezas de la MUD, tiene a todos los partidos, incluyendo a sus aliados del Polo Patriótico, contra la pared, con motivo de la necesidad de la renovación de los mismos. Se trata de la relegitimación de aquellos grupos que no obtuvieron el mínimo de votos requerido por la legislación vigente, que son todos los partidos existentes menos el PSUV, tres organizaciones de reciente creación y la MUD, que es en realidad una alianza de partidos. Pero estos partidos de la MUD también deben legalizarse, pues no han participado con sus tarjetas en dos elecciones consecutivas de la Asamblea Nacional, al decidir ir con tarjeta única de toda la alianza sin pasearse por la posibilidad de ocurrencia de la situación actual.
Hoy el Gobierno tiene la posibilidad de dejar fuera del escenario político a la mayoría de los partidos de oposición y, si quisiera, también a algunos de sus aliados, los más incómodos quizás. Sus intenciones en el largo plazo son claras: ir hacia un régimen de partido único, como los casos de Cuba, China, Corea, entre otros. El Gobierno favorecería la legalización de aquellos partidos opositores no tan beligerantes, como “Un Nuevo Tiempo” y “Avanzada Progresista”, y trataría de quitarse de encima a “Voluntad Popular”, al que han calificado de terrorista. Los casos de Primero Justicia y AD dependerían de sus esfuerzos para llevar sus manifestaciones de voluntad. Más adelante, el Gobierno podría no considerar a la MUD como partido, pues realmente no lo es, o podría ilegalizarla con el cuento chimbo del fraude que quisieron hacer con las firmas para el revocatorio.
Las anteriores decisiones gubernamentales están todas preñadas de ilegalidades y son inconstitucionales, pero la dictadura del siglo XXI no se para en estas “nimiedades”. Al final, el Gobierno enfrentaría electoralmente a una oposición de menor número de partidos, fragmentada, muy débil, que significaría menos peligro en unas elecciones regionales y municipales. Por supuesto, este escenario dependerá de la existencia de condiciones favorables en el ámbito nacional y en el internacional. Las divisiones al interior del chavecismo y las contradicciones con sus aliados, de no resolverlas, serían una dificultad para llevar adelante esta política. La movilización del pueblo en las calles enfrentándola también sería un estorbo. Pero quizás lo más importante sería la reacción internacional.
En este último sentido, el presidente Trump, pese a los coqueteos cobardones de Maduro y sus adláteres, claramente ha endurecido la posición de EEUU sobre Venezuela. El Departamento del Tesoro sanciona al vicepresidente por supuestas relaciones con el narcotráfico y el terrorismo. Donald Trump recibe a la esposa de Leopoldo López y, a través de su twitter, exige la liberación inmediata del líder de Voluntad Popular y preso político del Gobierno. Obama nunca llegó a estos extremos. Trump declara al lado del Presidente colombiano que le preocupa mucho la crisis venezolana, lo que activa inmediatamente al Secretario General de la OEA para la posible aplicación de la Carta Democrática.
Agreguemos el reportaje de CNN sobre la venta de visas y pasaportes en la embajada venezolana en Irak, que quiere crear en la comunidad internacional la certeza de que el Gobierno favorece la libre circulación de narcotraficantes y terroristas por el mundo entero, razón para considerarnos una amenaza global y no sólo para los estadounidenses. Sazonemos este plato con los sobornos en Venezuela por 98 millones de dólares de Odebrecht. Recuerdo el caso de Noriega en Panamá, las acusaciones, la invasión estadounidense y la masacre en El Chorrillo. Hoy, el Gobierno de Maduro vuelve a tener una situación complicada, que no la puede manejar con el mazo.