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Luis Fuenmayor Toro: Una primera reflexión sobre la candidatura de Falcón

Henri Falcón

La polarización, a través de su instrumento: la Ley Orgánica de Procesos Electorales, sirvió ampliamente al gobierno para mantener control de los organismos deliberantes del poder público


Luis Fuenmayor Toro

Hemos venido trabajando, desde por lo menos 2009, en abierta confrontación con la llamada polarización electoral venezolana. La consideramos una construcción sociopolítica en parte heredada del antiguo bipartidismo adeco copeyano, asumida como propósito por el Gobierno de Chávez, interesado en dividir al país en dos bloques: quienes lo apoyaban y quienes lo adversaban. Pero esto no lo hizo solo, para ser exitoso en esta materia, que lo fue, debió contar con el consenso de los partidos políticos derrotados en 1998 y sus herederos. Sólo así se pudo establecer un control social y político de la población, que llegó a considerar como únicas a las dos fuerzas mediáticamente enfrentadas. Y digo mediáticamente, porque los medios de comunicación alentaron esta situación artificialmente construida y porque, en la práctica, la llamada polarización no evitó los acuerdos nacionales y regionales entre el gobierno y aquella oposición, ni tampoco paralizó los negocios conjuntos para apropiarse de la renta petrolera.

La polarización, a través de su instrumento: la Ley Orgánica de Procesos Electorales, sirvió ampliamente al gobierno para mantener control de los organismos legales deliberantes del poder público, con mayorías calificadas que les permitían actuar con prescindencia de quienes se les opusieran. A esa oposición le permitió mantenerse en la escena política como la alternativa al gobierno, en espera de tiempos más propicios. La ignorancia e incapacidad gubernamentales, junto con el sectarismo y la corrupción, favorecieron la llegada de otros tiempos, a pesar de los graves errores de las políticas opositoras. Y todo ello se manifestó en diciembre de 2015, donde el mismo sistema electoral de carácter mayoritario, le permite a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) obtener todas las mayorías necesarias de la Asamblea Nacional, para decidir con prescindencia de los votos de la bancada gubernamental. Y eso se logra con sólo tener una diferencia en votos del 14 por ciento sobre la votación del Partido Socialista Unido de Venezuela.

A partir de ese momento, y acelerado por el engolosinamiento político de la MUD y su decisión de utilizar esas mayorías para desplazar del poder en forma inmediata a Nicolás Maduro, el gobierno asume la decisión de no participar en procesos electorales en los cuales no tenga cierta seguridad de triunfar. Mediante la utilización del poder del Estado, el gobierno elimina la mayoría absoluta opositora de la Asamblea Nacional desincorporando a los diputados de Amazonas, se opone a las leyes aprobadas por el Poder Legislativo con decisiones aviesas e ilegales del Tribunal Supremo, que las declara inconstitucionales; interfiere y termina difiriendo la realización del referendo revocatorio presidencial, inhabilita líderes políticos a través de la Contraloría General o con decisiones judiciales malintencionadas y fija las elecciones de gobernadores y alcaldes en fechas impropias, colocando además obstáculos para la existencia y actividad normal de los partidos políticos de oposición.

El Presidente ha podido ejercer, en esta forma arbitraria el poder del Estado, porque hasta ahora ha tenido el apoyo de los cuadros militares que controlan la FANB. El desarrollo de este contexto nacional permite e impulsa la aparición de la injerencia externa en nuestros asuntos, la cual es solicitada en mayor o menor grado por la MUD y sus sectores más radicales, estos últimos hoy separados de ella. El escenario actual incluye sanciones económicas y judiciales contra el país y contra una gran cantidad de funcionarios gubernamentales, el desconocimiento del resultado de las elecciones a realizarse en mayo y la posibilidad de una intervención militar por la vía del corredor humanitario. Es en esta situación que tres partidos lanzan la candidatura de Henri Falcón, reivindicando con esa decisión algo muy importante: la MUD y su mutante actual el Frente Amplio Venezuela Libre no son la única oposición existente en Venezuela, ni tienen ningún derecho ni gestión exitosa ninguna para asumirse con tal.

Otros grupos políticos también decidieron asumir el reto y lanzar candidatos presidenciales: la Unidad Política Popular 89 con Reinaldo Quijada y el Frente Amplio Nacional Bolivariano con el general® Francisco Visconti, quienes independientemente de tener mucho menores fuerzas que la alianza de Henri Falcón son bienvenidos en su decisión. Hay por lo tanto varias oposiciones en el país y, aunque este hecho le disguste a la oposición polarizada porque interfiere con sus planes hegemónicos, ésta es una nueva realidad que deben tener en cuenta. Es una victoria contra la polarización excluyente establecida durante la mayor parte de los últimos 19 años. Y ya por eso, la candidatura de Falcón resulta atractiva a quienes queremos que la pluralidad se pueda expresar en Venezuela.

Se entiende que la candidatura de Falcón deba extender sus brazos en busca de apoyos mayores a los actualmente obtenidos. Para ello debe actuar con gran amplitud y conversar con todo el mundo. Lo ideal sería un candidato único capaz de derrotar por paliza a Nicolás Maduro. Hay que buscar apoyos dentro de los inicialmente partidarios del Frente Amplio Venezuela Libre y también dentro de las filas chavecista, disidentes o no. Se trata de lograr un consenso mayor, desde el punto de vista cualitativo, que el que en un momento llegó a tener Capriles Radonski. Y eso no se puede lograr asumiendo el programa de la MUD, en el cual habrá propuestas que son de sentido común y habrá que asumirlas plenamente, pero en el que existen muchas carencias y algunas fidelidades ajenas al interés nacional, que deben ser subsanadas en forma temprana. Volveremos sobre esta materia.