Dios quiera que como en las elecciones para la Constituyente de 1952, el pueblo desobedezca y vote
Rubén Osorio Canales
Para nadie es un secreto que desde que este régimen llegó al poder, decidió acabar con la democracia utilizando las armas de la democracia. Que desde los inicios de estos trágicos casi veinte años, el régimen decidió convertir cada proceso electoral en un vía crucis para la oposición. Que su propósito totalitario siempre fue no dejar espacios para la disidencia e ir inhabilitando tanto a líderes como partidos políticos, porque su aspiración ha sido siempre el partido único. Una y otra vez y en cada proceso, han ido creando las redes necesarias para entorpecer el voto y con ello la manifestación de la voluntad popular.
Por eso, con el control absoluto del CNE, del TSJ, la Fiscalía, de la Contraloría, y ahora de la espuria constituyente, cambia normas, instrumenta atrocidades inconstitucionales, incrementa su desmedido ventajismo, inhabilita líderes, partidos, criminaliza la crítica y transforma todas sus acciones en un decreto de guerra a muerte contra cualquier atrevimiento electoral de la oposición. Todo lo cual sirve para que entendamos que el régimen no quiere que votemos.
Por eso no deja de sorprender que líderes veteranos pasen por alto el valor que tiene, el escenario electoral, para reanimar la lucha del ochenta por ciento de los venezolanos, contra una trágica realidad creada por el régimen con la intención de destruir sus valores y someterlos. Porque es innegable que un proceso electoral, aun convocado con fraudulentas intenciones, le permite a la oposición crear y conducir jornadas de resistencia, movilizaciones vigorosas, democrática, cívica y pacífica, en las que tienen que prevalecer las consignas contra la corrupción, la ingobernabilidad, el empobrecimiento, la desigualdad, la injusticia, la persecución política, la inseguridad, el desabastecimiento, la inflación, el costo de la vida y la miles de plagas que trajo el castro comunismo, incluidos el chantaje de las claps, las agresiones de las OLP en los barrios, la falta de medicinas y alimentos y la represión.
Ese es el escenario y esas son las voces que el pueblo ha estado reclamando. Una protesta viva con denuncias de los atroces problemas que la mal llamada revolución ha creado y sus soluciones. El pueblo las ha querido escuchar y expresar, a pleno pulmón y en la calle, acompañado de sus líderes, porque es lo único que puede perturbar la enfermiza prepotencia del régimen. Nada tiene más fuerza que centenares de líderes recorriendo el país con esas denuncias en vivo. Nada une más a un pueblo y su liderazgo, que la lucha de todos los días, codo a codo, en el rescate de una democracia, como la nuestra, herida de muerte. Se trata de activar la voz de la mayoría contra el desgobierno y, de paso, decirle a la comunidad internacional que, en este país, queremos un cambio pacífico que nos devuelva la democracia. Y la democracia es voto y participación.
Evitar que ellas entren en acción y tomen la calle, porque serían mortales para su subsistencia en el poder, ha sido la razón principal del anticipo de las elecciones para el mes de mayo por parte del régimen, pero por desgracia esto no lo han querido entender y mucho menos, asimilar, quienes han preferido tomar el callejón sin salidas de la abstención.
Imposible entender que líderes que hicieron posible el retorno a la democracia y aquellos que han movido la protesta en la calle y alguna vez llegaron a la AN por el voto, hayan olvidado que la lucha contra una dictadura implica utilizar varios tableros y que uno de ellos, seguramente el más importante, es el proceso electoral, porque se hace en la calle, a plena luz del día, con emoción creciente y sirve para motivar y unir todo el descontento y, en nuestro caso, para demostrar que una mayoría cercana al ochenta por ciento de la población, por rechazar y maldecir las políticas de Maduro, quieren un cambio.
El camino del voto sigue vigente y está esperando por todos los que nos oponemos a las perversas políticas del régimen. Habría sido deseable que los partidos de la MUD que, sin convicción alguna, tomaron el atajo de la abstención, le hubiesen dado libertad de acción a su militancia, para enfrentar el 20 de mayo en el que está abierta la posibilidad de que Venezuela entre en un tenebrosa oscuridad, en la que la libertad si acaso será un sueño. Dios quiera que como en las elecciones para la Constituyente de 1952, el pueblo desobedezca y vote.