Los especuladoresson la muestra de decadencia ética más inhumana y repulsiva. Los precios son inflados de manera gigantesca, ilimitada, destructiva
Gustavo Luis Carrera
El estado inicial de la decadencia material es el preludio de un profundo proceso de deterioro en el comportamiento de las personas y en sus relaciones colectivas. Es un fenómeno consecuencial: la carencia de los elementos indispensables para la vida diaria conlleva un terrible factor disolvente: la decadencia ética.
AGRESIVIDAD Y ESPECULACIÓN. Las privaciones y las limitaciones conducen, fatalmente, al oportunismo y al rebusque. Es un proceso de descomposición gradual, pero indetenible. El resultado viene a ser la manifestación de una creciente agresividad; hasta dar la impresión de un todos contra todos. El rechazo a las condiciones infamantes, como las que padecemos en la actualidad, lleva a la desconfianza y a la hostilidad. Se desconfía del otro y se le siente como un antagonista. Y en otro campo, vinculado con el estado de cosas que sufrimos, se expresa el propósito denigrante de la especulación. Los precios son inflados de manera gigantesca, ilimitada, destructiva. Los especuladores son la muestra de decadencia ética más inhumana y repulsiva.
ANOMIA MORAL. Toda sociedad se aviene a un código moral; y sin ese estatuto, no puede subsistir como organización humana. Los filósofos clásicos ya lo establecían. Así Platón y Aristóteles enaltecen este principio. Y el propio Sócrates sacrifica su vida en nombre de principios morales colectivamente sustentados. La moral es algo así como un pacto de convivencia y de respeto mutuo en el grupo socialmente delimitado. Por ello se le considera basamento de la aglutinación humana. Ahora bien, la decadencia ética se corresponde con una anomia moral: se pierden hasta los fundamentos esenciales del reconocimiento de los derechos del otro, y de su categoría de persona propiamente dicha. A ese extremo conduce la decadencia ética.
PÉRDIDA DE VALORES. En la caída libre del deterioro, la línea descendente no tiene freno ni pausa; sobresaliendo una gravísima consecuencia: la negación de los valores. Y esto hay que destacarlo como un mal que puede ser irreversible: una vez lanzada por el despeñadero de la decadencia ética, una sociedad puede derivar hacia la condición de tribu o de rebaño. Sin honestidad, no hay individuo probo. Sin conmiseración, no hay persona sensible. Sin respeto, no hay paridad igualitaria. Sin fraternidad, no hay fundamento de convivencia. La pérdida de los valores puede ser una enfermedad terminal para una sociedad; representando el límite que determina la condición ciudadana. La gran amenaza actual es ésta. El riesgo inconmensurable de romper el código de los valores es el fantasma que nos persigue en los días que vivimos, en la oscuridad de la decadencia colectiva. Es la amenaza que hay que combatir con todos los medios posibles y concediéndole la prioridad que merece. La decadencia ética desecha la vigencia de los valores. Anulación aniquiladora. Porque, sin valores se pierde el respeto a los demás; desaparece la solidaridad humana, esencia de la vida civilizada.
VÁLVULA: «La decadencia ética, hecho consecuencial de la decadencia material, es un profundo padecimiento de difícil erradicación. Su sentido básico es la destrucción del esquema de valores que da sentido humano a la existencia».
glcarrera@yahoo.com