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«LA CLEPTOCRACIA ha penetrado la praxis política»

Escritor Josu Landa Goyogana: La partidocracia, la economización de la política y la reducción de la participación popular al plano de voto, no son verdaderamente democráticas

 Enrique Meléndez

         El escritor Josu Landa Goyogana considera que lo que tenemos actualmente es un fracaso del modelo, tanto historicista, propiciado por el chavismo, y que ve en un Mesías la emancipación del pueblo; como del modelo neoliberal; que, a su juicio, consiste en el desarrollo sin trabas de intereses pecuniarios, crematísticos y demás, donde ni importa la casa ni importa la comunidad.

         Filósofo, poeta, narrador y ensayista, Landa, quien nació en Cumana, y cursó estudios superiores en la Universidad de Oriente, ejerce la docencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. De paso por Venezuela, vino a presentar su reciente libro, hecho a base de diálogos con el poeta, ensayista y editor Julio Bolívar: “Hay Vida más allá de los Polos”.

         ¿Hubo una tercera ola de procesos de democratización, tal como lo señaló Samuel Huntington, a raíz de la caída del Muro de Berlín?

         -Bueno, esas son periodizaciones, que responden a criterios, y los que se pueden asumir o no. Sin negar la importancia que puede tener el desarrollo de una serie de formas políticas, que tiene que ver con la tradición liberal, yo diría que ese proceso de democratización está cuestionado. Es decir, para mí ha habido, más bien, un proceso de desmocratización,

         -Me explico: para mí democracia, si vamos a su significado original etimológico, es el dominio del pueblo. Eso viene de democratie: el dominio del pueblo contra la aristrocracia, que tenía siglos de estar dominando a una comunidad, y que tuvo que ceder espacios políticos en la medida en que se fue constituyendo la llamada isonomía, es decir, la igualdad ante la ley.

         -La isonomía posibilitó la democracia y, curiosamente, estos pasos fueron dados por tiranos, y eso se explica en gran medida, porque la lucha de clases puede llevar a grados de confrontación, que pone en riesgo una comunidad. De modo que aparecen figuras fuertes, para evitar eso. Pero con transformaciones fuertes en la estructura política.

         -A mí me parece que el liberalismo ha querido construir una narrativa, sobre lo que ha sido su contribución a una democracia modernizada, y, bueno, eso lo entiendo, lo acepto y todo lo demás; pero las consecuencias de eso es lo que tiene que haber, y una grave consecuencia de eso para mí es la partidocracia; la otra es la economización de la política; además de la reducción de la participación popular al plano de voto. Para mí nada de eso es verdaderamente democrático; aunque es importante que exista eso frente a otras opciones.

         ¿Usted cree que nuestro proceso de democratización, iniciado el 5 de julio de 1811, incluso; pero modernizada a partir de 1958, a raíz de la llamada República civil necesitaba pasar por la purga de gobiernos chavistas, para su consolidación definitiva o esta situación será cíclica?

         -Yo soy de los que piensa que este trazo tan fluido, como tú has pintado en tu pregunta, responde a un esquema de la política que yo creo que debe ser superado, y si no lo hacemos; pues, efectivamente, va a ser algo que se ve de manera cíclica, que se reconstituya; que aparezcan elementos entrópicos, que pongan en cuestión ese esquema, y lo lleven a desenlaces más o menos inconvenientes.

         -El punto es: ¿qué concepción del tiempo y de la historia tenemos? Probablemente, se haya instalado una concepción lineal del tiempo; que nos induce a pensar que la política va progresando o que la política va a cumplir ciclos de carácter historicista y de complementos necesarios, y creo que, precisamente, hoy el punto de mayor debate o de mayor confrontación puede ser ese.

-Para mí el chavismo es la expresión de un nuevo historicismo. Es decir, el chavismo está asumiendo que hay un plan del tiempo; de la historia, y eso conecta con la necesidad de alguien, que tiene que cumplir ese plan, y ese va a ser el “Mesías” (comillas solicitadas), es decir, un sujeto político, agente político, históricamente, privilegiado que concreta el plan.

-Ese historicismo implica también un fin de ese tiempo, y el fin de ese tiempo en el plano político, que representa el proceso bolivariano-chavista, pues supone la construcción del socialismo; la conquista de una nueva independencia, la conformación de una sociedad comunista; cualquier cosa de esas, por lo menos para algunos sectores.

-Pero el sector liberal democrático también cae en el carácter progresista. El punto es el tiempo: la actitud frente al tiempo, y yo, humildemente, digo que esa visión del tiempo debe ser superada, esto es, una superación que puede significar una reconsideración de posiciones del pasado; como, por ejemplo, una concepción cíclica del tiempo.

-Es decir, donde no importa si hay un comienzo, ni mucho menos se piensa que haya un fin de la historia, un fin de los tiempos. Eso implica una construcción cotidiana de la política. A eso apuesto yo. Estoy en contra no de los modelos, sino de la presión que ejercen los modelos; que nos impiden una creatividad política constante frente a situaciones nuevas, que nos presenta la realidad.

-Soy partidario de una política situacional; que no repara ni en modelos ni en planes de la historia en el tiempo, y que, por lo tanto, requieren de una constante reconfiguración de la lucha de intereses; que algunos llaman lucha de clases. Yo no creo en ese plan historicista de la desaparición de las clases y de la desaparición del Estado. Eso me parece a mí una imposibilidad y, al contrario, la realidad nos indica que, permanentemente, hay reconfiguraciones de intereses y de clases y, por tanto, modos nuevos de concretarse esa lucha, y que la política consiste, precisamente, en el arte difícil de estar consiguiendo equilibrios constantes en su trajinar, y no en aplicación más o menos ortodoxa de recetas y de modelos.

¿Usted no cree que está mal empleado el término IV República, que usted maneja en su discurso; si nos atenemos a que aquí ha habido una sola Venezuela, esto es, la que nos legó Carlos III; cuando en 1777 creó la Capitanía General de Venezuela o cuando no, la de Páez de 1830?

-Debo confesar mis severas limitaciones históricas. No estoy seguro de ofrecer una respuesta correcta o estimable sobre esto. Esta pregunta además está relacionada con lo que acabo de responder: estas periodizaciones de la historia responden a una idea historicista de la política; que es contra lo que estoy.

-Entonces, puedes tener razón, conforme a ciertos criterios; como por ejemplo, hubo una primera República en 1810. Si empieza el tiempo ahí… porque en tu pregunta me estás hablando desde Carlos III; pero con Carlos III no había una República, había una monarquía. Entonces, hay un proyecto político, impulsado por los emancipadores desde 1810 que es republicano.

LANDA junto al escritor José Balza

Más que de 1810, de 1811; porque lo del 19 de Abril fue el nombramiento de una Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII; un fenómeno que ocurrió en esa misma época en diversas provincias de España. ¿No le parece?

-Pero el arranque en contra de ese esquema fue en 1810; incluso, pudiéramos decir antes: Pedro Gual, José María España, etc. Esta gente tenía también un proyecto republicano y respondían a una visión de la política, que se asumía a sí misma, y a partir de ahí la historia de Venezuela ha sido un empeño por realizar modelos políticos republicanos; que han sido diferentes, y conforme con esas diferencias, establecen una periodización entre una y otra.

-Incluso, en la propia izquierda hay esa discusión, de que si esta sería una IV o una V República. Esa discusión a mí no me resulta significativa; porque responde, como dije, a intereses y criterios; que deben ser superados en los términos de la pregunta que contesté, anteriormente.

Carlos Rangel en su libro del “Buen Salvaje al Buen Revolucionario”, habla del complejo de la envidia, que sentimos en América Latina, por el desarrollo descomunal del hermano mayor del Norte. ¿Qué piensa usted al respecto?

-Hay sectores, de los que tú acabas de llamar de América Latina que sienten una gran admiración por EEUU. Incluso, pudiéramos pensar que entre los integrantes de grupos, movimientos que han sentido esa admiración, no dejan de tener una actitud antiimperialista. EEUU fue en el siglo XIX una especie de anomalía política histórica; que el propio Bolívar detectó; cuando admitió que tenía una gran potencialidad; además, lo hizo con plena conciencia, de que esas potencialidades pudieran ser tremendamente negativas.

-Finalmente, a mi me parece que sí, puede haber sectores que sienten admiración. Aquí se da un fenómeno muy interesante: los imperios o los movimientos de carácter hegemonista suelen generar gran admiración entre las civilizaciones dominadas. Por ejemplo, el imperio romano causaba una admiración irresistible entre los llamados bárbaros; por lo que no me extraña que haya cierta sumisión al hegemonismo norteamericano. A mi no me gusta hablar de imperialismo, sino hegemonismo: una tendencia a imponerse a como dé lugar.

-Ahora, eso a mí me parece lamentable. Me parece que se trata de un anacronismo, y que está fuera de toda posibilidad de aceptación política y cultural el hecho de pretender que un país, por más poderoso que sea, tiene un destino manifiesto; se comporta con una doctrina; como es la Monroe, en virtud de la cual se cree que tiene influencia, imposible de compartir en el continente americano, en general, y que justamente para imponerse, ejerce la política del big stick (gran garrote).

-Eso a mi me parece que en estos momentos constituye la “plataforma ideológica” (comillas solicitadas) de EEUU, y a mí eso me parece completamente inadmisible. Un anacronismo con el que no podemos estar de acuerdo ni éticamente ni políticamente ni ideológicamente bajo ningún punto de vista, y si eso no se supera, tienen razón los que han vaticinado grandes desgracias en la relación del resto de América con los EEUU.

-Entonces me parece a mí que, en lugar de estar ateniéndonos a ese hegemonismo, debemos ponerle un severísimo control y un llamado a la conciencia, en el sentido de que una política contemporánea no puede sustentarse en eso; como está sucediendo en estos momentos.

Usted dice que Carlos Andrés Pérez es símbolo de la antipolítica; porque en su gobierno se desató la cleptocracia propia de nuestro devenir histórico; sin embargo, a esta altura ha sido el político más investigado y perseguido, sin que se le haya encontrado prueba de peculado alguno. ¿Qué piensa usted?

-En realidad, es posible que él no haya cometido grandes delitos de carácter administrativo. La noción de cleptocracia es la que creo que hay que esclarecer; cuya definición sería que se trata del poder de los ladrones; el dominio de los ladrones, y a mí me parece un fenómeno de la antipolítica; que ha cundido, al punto de que en muy alta medida, sin distingo de colores, sin distingo de partidos, sin distingo de proyectos, que se enarbolen, yo creo que la cleptocracia ha penetrado la praxis política, en general; al punto de que para muchos sectores, meterse en la política, es garantizar la forma de acceder a recursos públicos, de manera rápida y masiva.

-Es posible que él, a lo mejor, no cometiera delitos. Pero, por ejemplo, me acuerdo muy bien que en una entrevista, que le hizo una periodista, en la que Pérez reconocía que le mandaba quince mil dólares al mes a su hija, para seguir sus estudios en Nueva York… Bueno, ¿de dónde salían esos recursos? Es decir, puede que no haya habido una exacción demasiado grande de las arcas públicas por parte de él, en lo personal. Es la actitud, que constituiría la cleptocracia.

-Es una actitud que reduce un espacio para el servicio público, para la satisfacción de intereses particulares, grupales, personales y demás, y no creo que Pérez estuviera exento de eso; nunca dio muestro de eso, sino todo lo contrario, y no sólo él, sino toda la cúpula adeca de la época; pues esta cúpula convirtió; le dio casi carta de legitimación al hecho de que acceder a la política era acceder a los recursos públicos, quien no fuera vivo, en ese sentido, era un “pendejo”, dicho de esa manera.

-Por eso me parece a mí que AD dio un paso muy importante, y todos los demás. Ahora, los cleptócratas se mimetizan, entran en cualquier fuerza política; se pueden disfrazar de cualquier camiseta: roja, blanca, azul, verde. Pero eso es la cleptocracia, que hace un daño muy grande; pues se trata de una de las principales plagas de la antipolítica.

¿Usted no cree que el término guerra económica comporta en su concepción una contradicción; toda vez que la guerra es caos y la economía es cosmos; tan es así que se habla de un desequilibrio en las variables macroeconómicas, cuando una economía no marcha bien?

-Si vamos a economía, que bueno: recordemos que economía es la ley de la casa. Eso es lo que significa economía. ¿Qué queda de eso hoy en día? Para empezar, a los sectores que manejan la producción de bienes, servicios y demás, lo menos que les interesa es una comida y una casa. ¡Estamos en la época de la destrucción de la comunidad y de la casa! Eso es fuente también de la antipolítica.

-Creo que eso ha sido, precisamente, el resultado de la hegemonía de un modelo; que es el neoliberalismo y que, como su propia designación lo expresa, consiste en el desarrollo sin trabas de intereses pecuniarios, crematísticos y demás, donde ni importa la casa ni importa la comunidad. Al contrario, todo aquello que sea restricciones desde los intereses de la comunidad debe ser rechazado; salvo aquellos aspectos de la comunidad y del espacio público; que es el espacio de la política, que les sirva a ellos en sus propósitos.

-¿Por qué no se ponen en contra de las carteras públicas? ¿Por qué no se ponen en contra de las infraestructuras, que aprovechan los grandes capitalistas de los factores globales, impulsados por el neoliberalismo del momento? A mí el neoliberalismo me parece un absurdo insostenible, y que ha llevado a desastres, completamente, comprobados y documentados. Por fortuna, está de capa caída ahora, pero el problema que tenemos ahora es que no hay alternativas.

-Es decir, estamos en la época del fracaso de los modelos. Todos los modelos importantes en el siglo XIX o que se pudieron medio reconfigurar con posiciones de éxito, con nuevas investigaciones, nuevas intenciones; todas se mantienen en un gran fracaso, porque no hay alternativas. No sale nada nuevo. No se recrea la política de forma tal que tengamos una nueva realidad. Entonces, ahí me parece ojalá llegue un momento de un abandono total, radical del neoliberalismo.

-Ese es el contexto, en el que nos encontramos, cuando hablamos de una guerra económica. Guerra significa destrucción sistemática e intencional de los bienes e intereses de un enemigo. Así entiendo yo y defino en este momento guerra, y esos intereses y bienes pueden ser materiales, nacionales. Pueden ser estructuras de carácter social, comunitario y demás, y cuando tú haces todo sistemáticamente para destruir eso estás en una guerra.

-Por consiguiente, así se acepta, es posible hablar de varias guerras: guerras no convencionales, guerras de destrucción material, guerras de destrucción estructural, de destrucción simbólica que, repito, obedecen a una intención, sistemáticamente realizada, de destrucción de alguien, que tú has definido y elaborado como un enemigo.

-Eso es lo que está pasando con Venezuela. De ninguna manera yo voy a defender ni el derroche ni el modelo, de irresponsabilidad económica, que introdujo el proceso bolivariano en la época de “vacas gordas” con una renta petrolera extraordinaria. Ese es el modelo que yo llamo del evergestimo; es decir, que desde el poder se da y se reparte sin responsabilidad y sin ethos: eso no lo he aceptado ni lo puedo aceptar. Pero el hecho de que existiera esa situación crítica; ese fuera el modelo en curso aquí en contra del neoliberalismo, no quiere decir que esté a favor yo de la opción que se quiere imponer.

-Estoy en contra de todos esos modelos; en contra de todos ellos. Pero estoy convencido de que Venezuela tiene las condiciones materiales, físicas, demográficas, geográficas, topográficas, es decir, de riqueza física como para inventarse a sí misma de manera racional y de manera ajena a lo que imponen esos modelos.

-Por eso en el libro “Hay Vida más allá de los Polos”; bueno, se proponen cosas como, por ejemplo, la restitución del mundo rural; más bien, la urbanización del medio rural como opción posible y necesaria en un país como Venezuela o la conformación de un consejo federal de manejo de la riqueza nacional; que sustraiga toda la riqueza nacional de los grupos que, sin control y de manera omnímoda, la monopolizan.

-De modo que aquí la guerra económica ha sido atroz, y que además se complementa con un genocidio, y que yo vivo, directamente; como es el asunto de las sanciones y los bloqueos; que le imponen al país, y que sufre la gente. Me parecen unos criminales, los tipos que, viviendo en Miami, en Bogotá, en Madrid; donde sea, fuera de Venezuela, estén procurando sanciones contra el pueblo venezolano. 


JOSU LANDA GOYOGANA , escritor y filósofo, durante su más reciente visita a Caracas.

UN VENEZOLANO EN MÉXICO

Josu Landa Goyogana (Caracas, 1953​) es un filósofo, poeta, narrador y ensayista de origen venezolano. Su pensamiento filosófico gira en torno a la ética y la literatura. ​ Actualmente es profesor de filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Entre sus obras más destacadas se encuentran Más allá de la palabra, el poemario Treno a la mujer que se fue con el tiempo, el cual recibió el Premio Carlos Pellicer, y la primera novela endógena del exilio vasco, Zarandona.​Tradujo al idioma vasco el poema Piedra de Sol, de Octavio Paz.