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CONTROL NATURAL de la población

No es posible, con los actuales conocimientos y técnicas, producir suficientes alimentos y bienes y servicios a la totalidad de la población existente (alrededor de 7.600 millones de personas)

Juan José Monsant Aristimuño

         De Venecia nos llegan las noticias que las aguas de los canales se aclararon, los delfines se acercan a las costas, se observan de nuevo patos nadando en sus aguas, y a diferentes peces de color provenientes del océano. Han cesado los incendios y el azul del cielo parece más azul en las ciudades y en el campo. Pareciere que la naturaleza, esta casa que habitamos llamada Tierra, ha decidido mostrar a los humanos que es posible convivir sin destruirnos mutuamente; que solo basta que el hombre con sus industrias, imaginación, necesidad de poseer, consumir, crear a cualquier precio, hedonizar su limitada existencia, le ponga limites a su codicia individualista, para que la armonía, el equilibrio entre lo humano y su entorno convivan sin el fantasma de la amenaza de la extinción.

Estudiamos en bachillerato teorías sociales, entre otros muchos autores recuerdo al inglés Thomas Malthus, economista, clérigo, demógrafo quien planteó en sus “Ensayo sobre el principio de la población” (1798) la necesidad de controlar el crecimiento demográfico, dado que la población crecía geométricamente, mientras que la economía aritméticamente. Por lo que de no controlarse esa situación las hambrunas y enfermedades sería la consecuencia de esa disparidad.  Eran tesis deterministas hasta cierto punto, porque el mismo autor señalaba que las guerras, desastres naturales y enfermedades, servían de alivio a la superpoblación.

Hoy en día la superpoblación constituye un mal de la humanidad, porque no es posible con los actuales conocimientos y técnicas producir suficientes alimentos y bienes y servicios a la totalidad de la población existente (alrededor de 7.600 millones de personas), en consecuencia, se impone definitivamente ir hacia un equilibrio entre naturaleza, población y producción, porque, así como existe la contaminación del medio ambiente, existe igualmente la contaminación demográfica. Entre otros actores, la Iglesia católica debe revisar sus dogmas humanos sobre el control de la natalidad (y no me refiero al aborto), de la misma manera que el mundo de la economía debe revisar su codicia rentista que amenaza seriamente a la naturaleza, y con ella a la existencia misma de la humanidad.

El fenómeno producido en Venecia a raíz del retiro del turismo masificado, vulgarizado e ignorante, producido por la aparición del coronavirus, nos demuestra que es posible convivir en armonía y calidad de vida, hombre y naturaleza, siempre que se respete el sentido común, y las leyes que sostienen la existencia de cada realidad.

Por lo pronto, en Venezuela, tenemos nuestro propio virus que no hemos podido erradicar, un virus que destruye, desmoraliza y se expande de diferentes maneras, y hay que erradicarlo para sobrevivir.

jjmonsant@gmail.com