,

RESGUARDAR el ánimo defensivo

Cada persona, cada colectividad, es potencialmente una fuerza espiritual incalculable. Es la reserva ideológica y material que resulta indispensable frente a los factores decadentes que nos rodean

Gustavo Luis Carrera/ LETRAS AL MARGEN

      El dicho  popular  establece que lo último que se pierde es la esperanza. Ya antes, y lo reiteramos ahora, hemos propuesto esta versión: lo último que se pierde es la dignidad. Por mayores  y  terribles  que  sean  los  factores  adversos,  a  lo  único  a  lo  cual no podemos              renunciar es a salvaguardar nuestra dignidad. Es la defensa de la condición humana.

        AMBIENTE INHÓSPITO. Hemos venido haciendo, en entregas sucesivas, la suma asfixiante de elementos negativos y nefastos que condicionan la existencia a nivel nacional. En primer lugar, la presencia de un Estado decadente, que ejerce el poder a base de decretos convulsivos y que cada día se desmorona más como aparato administrativo. Luego se añade el inevitable contagio que crea una decadencia colectiva, donde los valores esenciales se pierden, dejando el lugar a la especulación, a la trampa, a la desconfianza, a la inseguridad. Todo dentro del marco insufrible de una bestial hiperinflación, de la carencia de alimentos y medicinas, de la depresión inhumana establecida por salarios ínfimos, de pobreza extrema.    

        LA TOMA DE CONCIENCIA. Directamente, a partir de vivencias y de informaciones fehacientes, se va gestando la conciencia crítica ante un estado de cosas no sólo repudiable, sino inhumano. La degradación económica, social y política conduce a una conmoción anímica: el repudio es total, enjuiciador de orígenes y responsabilidades. Ocurre una real toma de conciencia: se valora lo de signo positivo dentro del marco referencial de lo negativo. Es la construcción de una conciencia selectiva, afirmada en sí misma.

        RESERVA INVALORABLE.  Por encima de los terribles avatares, es indispensable defenderse, dar con la forma de contrarrestar la negatividad, Es un problema de dignidad, del orgullo con el cual naturalmente nos provee la condición humana. No es posible negar el peso aplastante de un ambiente inhóspito, que cada día se hace más invivible. Nadie escapa a los rigores de las carencias y las limitaciones impuestas por un descalabro económico. No hay forma de no ver el empobrecimiento intelectual que ha sentado plaza en la realidad nacional. Ninguna mente despejada puede no percibir la degradación sustantiva de lo que fue un fundamento democrático. Pero, nada impide que la reserva moral, que el ánimo dispuesto, que el espíritu positivo, reclamen su puesto de privilegio que la fe y la conciencia ciudadana nos exigen. Y en ello radica el optimismo consciente y activo que es basamento constructivo de un porvenir superior. Nada puede más que el respeto a sí mismo, dentro de una salvaguarda trascendente de los derechos fundamentales del individuo, uno a uno y en agrupamiento. Cada persona, cada colectividad, es potencialmente una fuerza espiritual incalculable. Es la reserva ideológica y material que resulta indispensable frente a los factores decadentes que nos rodean.   

        VÁLVULA: «A pesar del lastre que significa un Estado decadente, más allá de un fatal proceso de decadencia colectiva, por encima de la perdida de los valores esenciales, sin negar que estamos sumergidos en un estatuto de supervivencia apenas, ha de prevalecer la reserva invalorable del ánimo defensivo, que conducirá al rescate pleno de la vida normal y libre».                                                                                       

glcarrera@yahoo.com