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RETO COLECTIVO

La voz de alerta hace que se muevan los recursos humanos, clave de la acción consecuente; sin el respaldo de la ciudadanía, muy poco podría hacerse

Gustavo Luis Carrera/ LETRAS AL MARGEN

      Una  colectividad  es  una  suma de individualidades. El  todo  es la integración común de cada uno. Pero, se  produce  un   fenómeno  consecuente  con  la  condición  del    grupo:        incorporado al conjunto colectivo,  el individuo  adquiere  una proyección social  que le da una identificación solidaria.  

        PERSPECTIVA INDIVIDUAL. Por separado, uno a uno, los individuos carecen de la fuerza homogénea que les infunde la unión grupal. Sin embargo, desde una perspectiva teórica, la persona unidimensional encuentra en sí misma la concreción de su existencia. Sólo que las exigencias de un cataclismo o de una epidemia refuerzan al extremo el valor particular de la estructura multisectorial de una colectividad. La necesidad de dar una respuesta que sea salvaguarda de todos es la garantía de cada uno. 

        SUMA COLECTIVA. Para la tendencia a la socialización algunos usan el sospechoso término de «instinto de manada». Esto suena exagerado, porque en el agrupamiento actúa un evidente grado de conciencia. Queda claro que vivir en colectividad es a la vez una protección de cada uno y un compromiso con todos. Este compromiso es el que actúa poderosamente en la actualidad, frente a la grave amenaza que significa el riesgo de contraer un terrible virus destructivo. De hecho, la suma colectiva es la culminación de un desiderátum protector.           

        CONDUCTA SOCIALIZADA. La perspectiva individual y la suma colectiva se integran en el cuerpo sistémico de una conducta establecida y reafirmada por el uso y la costumbre, hasta convertirse en un hábito, arraigado, sembrado, en el ánimo totalizante. De allí que sea posible hablar de líneas de acción y de patrones de reacción del grupo humano. Tal como se percibe actualmente en una actitud previsiva de la colectividad ante la amenaza declarada. La voz de alerta hace que se muevan los recursos humanos, clave de la acción consecuente; sin el respaldo de la ciudadanía, muy poco podría hacerse. Y en ello volvemos al inicio de nuestras líneas: la colectividad es la suma de los individuos; y por consiguiente, cada quien se inserta en la perspectiva de la comunidad. No hay otra vía: o tomamos conciencia de lo que significa el interés colectivo, o estaremos navegando en el mar solitario del egoísmo. De pronto el riesgo es general, sin excepciones; y el grupo se compacta en su posición de defensa, sin dudas ni evasivas. Lo que se haga y lo que se deje de hacer para enfrentar los ingentes requerimientos de una amenaza concreta y aniquiladora, marcará el futuro de un proceso de riesgo que está determinado por la actitud comunitaria de tantas individualidades que integran el conjunto, como ciudadanos.  Todo lo que corresponda a una posición preventiva y a una estrategia de contención de la diseminación del mal viene a ser parte del código social que unifica el total colectivo; y por ende ha de constituirse en la conducta socializada de nuestra colectividad.     

        VÁLVULA: «En la perspectiva extrema de un acontecimiento desastroso, ya sea un cataclismo o un riesgo generalizado, como el que vivimos ahora, se impone el enfrentamiento del reto dentro de una conducta social de espíritu defensivo solidario».

    glcarrera@yahoo.com