“Yo soy americano no afroamericano, ni siquiera conozco África. Nací en los Estados Unidos, como mis padres y abuelos”. Es obvio que el autor del tuiter es de piel negra.
Juan José Monsant Aristimuño I Enfrentar los tiempos
Por ello es inexcusable evadir, reflexionar sobre el estallido social que ha sumergido a los Estados Unidos en el mayor y más extendido conflicto interno desde hace 78 años. El desencadenante fue el asesinato de un hombre negro americano, con la rodilla del policía que lo inmovilizó presionándole su carótida durante ocho minutos. No importa su nombre, el del agente, ni de los otros tres agentes que impasibles observaban como se le iba el aliento al hombre mientras clamaba por su vida “no puedo respirar, hombre, no puedo”, “Icant´t breath, man, Ican´t”.
Lo que no he podido entender es ese racismo latente que se observa en buena parte de la humanidad, así como no entiendo el antisemitismo. Sé que existe el prejuicio por diversidad de causas, yo los tengo; me alejo de la gente vulgar en sus costumbres, en su lenguaje, en su actuar, de los obcecados, fanáticos nacionalistas, partidistas o religiosos, de las tribus económicas o familiares que atentan contra la libertad e individualidad.
Pero esto que aconteció en Minnesota, va más allá de lo racial. Fue la expresión de un sentimiento de dolor, impotencia y rabia contenida que explotó, desbordó e hizo catarsis. Y, por supuesto, dado los tiempos que corren, los radicales de siempre y los recién incorporados, supremacistas y no supremacistas, los marxistas, socialistas y demás denominaciones estatistas, los vagos y delincuentes de oficio hicieron de la suya en estas ciudades donde ardió el fuego y los cristales rotos.
Igualmente se evidenció la presencia de militantes chavistas, frentistas, sandinistas y otras denominaciones, socavando los valores e instituciones que sustentan la cultura occidental; eso, aún, los italianos no lo entienden, ni la España de Podemos y Sánchez; tampoco muchos de nosotros, los hispanos y lusoamericanos.
Lo cierto es que la dirigencia publica y privada que actúa en democracia, tiene ante sí no solo los retos de la moderna tecnología sino el de enfrentar prejuicios inducidos; y en nuestro caso, el combate frontal en todos los escenarios, a la tiranía que ha venido actuando en conjunción con el crimen internacional organizado y el terrorismo del Medio Oriente a fin de instalarse definitivamente en el poder, a costa de la destrucción de su pueblo, historia, patrimonio y territorio.
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