Cuando la vergüenza se proyecta sobre una sociedad, es imposible no resentirla como una ofensa nacional. Cuando la aparente solución ante una carencia se torna en descarado negocio expoliador del usuario, no puede dejar de ser visto como un cruel asalto.
Gustavo Luis Carrera I Letras Al Margen
LA APARIENCIA. La gasolina es un producto de primera necesidad. Como lo son tantos otros indispensables. El país se detiene si le falta este insumo motorizante. Ahora, en la actualidad, al carecer Venezuela de gasolina, los responsables de esta catástrofe acuden a guardar las apariencias trayendo gasolina del exterior, en este caso de una sospechosa y lejana teocracia. Los autores del descalabro se plantean el caso de manera simple: ante un problema, la solución; ante una carencia, el aprovisionamiento. Pero, ¿qué se esconde detrás de la supuesta salida?
REALIDAD VERGONZANTE. La verdad es que traer gasolina a Venezuela debería sonar, tal cual se decía antiguamente, como llevar sal a Araya, o llevar chivo a Coro. Ese es el auténtico caso, que es escondido por la administración gobernante. No hay nada que celebrar con la llegada de buques extranjeros con gasolina; por el contrario, es una vergüenza nacional, una agresión al gentilicio venezolano, una bofetada a la dignidad del país. ¿Por qué ocurre este disparate? ¿Quiénes son responsables de tal descalabro, que desdice de la condición básica de un país petrolero? Esas son las preguntas consecuentes.
CRUELDAD CREMATÍSTICA. Detrás de todo pretende esconderse el desafuero especulativo, el salvaje enriquecimiento, el lucro desatado. Los expendios de gasolina «subsidiada», a 5.000 bolívares el litro, subieron 5.000 veces el precio. Y los «libres», sin límites, que la fijan a 0,50 dólares el litro, están ganando 100.000 veces lo que les cuesta. Y la gran pregunta es: ¿quiénes se benefician de esta manera desorbitada?, ¿quién los escogió y cómo? No hay negocio equiparable a estos réditos descomunales. Mientras se recuerda que en el gobierno de Carlos Andrés Pérez se subió en 0,25 el litro de gasolina y fueron disparadas manifestaciones violentas, así como saqueos. ¿Será que ahora hay una sociedad domesticada? En todo caso, lo que debe destacarse es el aumento desmedido, inmisericorde. Inclusive hay que desmontar la propaganda de que esto sólo afecta a los ricos. Es hipócritamente falso. No sólo la clase media se resiente profundamente de esta agresión económica; basta ir a los barrios para ver la cantidad de vehículos que ahí son habituales. De otra parte, no hay venta de gasolina «subsidiada» sino en cierto sector de la ciudad, discriminando prejuiciadamente al resto. ¿No somos un solo pueblo? ¿No somos un país? ¿O son varios, al capricho político y económico del sistema? Y habrá que preguntarse de dónde y cómo traen la gasolina los del sector privado que especulan, o si es la misma gasolina importada por el gobierno. Como quiera que se vea, lo que sucede es un cruel abuso contra un pueblo
VÁLVULA: «Que Venezuela, productor por excelencia, importe gasolina, es una triste vergüenza nacional, que tiene responsables. Que impongan un desorbitante precio al litro de gasolina, es un despiadado negocio y un cruel abuso con un pueblo desguarnecido». (glcarrera@yahoo.com)