El ser humano es gregario por naturaleza, como tantas especies. La tendencia a agruparse no es sólo un requerimiento de defensa mutua, sino por igual de interrelación comunicativa. En la práctica, existe una dependencia compartida, que sólo se satisface en la dimensión del contacto socializado.
Gustavo Luis Carrera I LETRAS AL ,MARGEN
SOCIABILIDAD. Las relaciones humanas se basan en el instinto de sociabilidad, que está latente en cada miembro de la colectividad. Esta condición, que como decimos, es instintiva, se desarrolla y se encauza en su ejercicio. Al aplicar el principio de relacionamiento, el individuo, al ejercitarlo, va teniendo noción de su alcance y de sus proporciones. Es decir, que el ente humano encuentra su culminación como especie en el acto de la socialización, de su interrelación dentro del grupo.
INTERDEPENDENCIA. Lo primero que se advierte en el relacionamiento es que se produce una vinculación por dependencia. Es mutua la necesidad socializante, Y es mutuo el propósito de conservar el nexo vinculante. Dependemos, forzosamente, unos de otros. Hay una conformación grupal que priva por encima de las dimensiones particulares de cada uno. No hay sociedad sin intercambio y solidaridad.
ACTUAL DISOCIACIÓN. El distanciamiento social y las precauciones de alejamiento impuestos por la actual pandemia representan elementos opuestos a la natural sociabilidad. Es el comienzo de un proceso de desintegración. Obligados por las circunstancias sanitarias, rompemos el principio de la socialización, del intercambio directo de palabras, de gestos, de aproximaciones. Y el resultado es obvio: nos disociamos progresivamente, inclusive intensificando el nivel de distanciamiento. Y la pregunta consecuente es inevitable: ¿es posible regresar a la comunicación directa y abierta y a las maneras de intercambio desprejuiciado de antes? ¿Llegará el tiempo de retomar el hilo de las relaciones naturales que hemos abandonado? La respuesta no es sencilla. Inclusive los epidemiólogos dudan que se pueda alcanzar una fase de liberación absoluta de las prevenciones de hoy en día. Seguramente habrá que convivir con la amenaza latente de este devastador virus; en todo caso restringido en su diseminación por la vacuna que habrá de ser producida y difundida mundialmente. Pero, de hecho, las cosas no pueden volver a ser como antes. Habrá cambios visibles, por ejemplo en el uso prolongado del tapabocas, y otros no manifiestos, como el temor secreto a otra pandemia. Se ha producido una disociación de la sociedad, y esta es una grave ruptura en la interrelación humana que ha de tener impredecibles consecuencias negativas en la dimensión del intercambio humano afectivo y socializado. Al menos serán necesarios unos cuantos años antes de que la sociedad, como cuerpo vivo y actuante, llegue a lo que llaman normalidad.
VÁLVULA: «La condición gregaria del género humano es controvertida por el aislamiento impuesto por la pandemia que padecemos, obligándonos a una auto segregación. El resultado, indefectiblemente, es una fatal disociación de la sociedad, dispersa en tantos compartimentos estancos como individuos confinados».