Desde el inicio de la pandemia actual, señalé la necesidad de integrar un equipo profesional y académico de los mejores, independientemente de sus posiciones políticas e ideológicas, para enfrentar adecuadamente la grave amenaza que se nos venía encima.
Siempre señalé que las fuerzas políticas en pugna no deberían utilizar los estragos generados por la enfermedad, como arma política contra el adversario, situación que hasta ahora ha estado presente en el debate político nacional. El gobierno ha preferido combatir la epidemia exclusivamente con el equipo profesional que dispuso para ello, sin aceptar ni siquiera las opiniones de otros profesionales capacitados. Ha tomado la
derrota de la pandemia como un reto exclusivo de los “revolucionarios” y no como un desafío de toda la nación venezolana. La óptica de la polarización ha estado inmersa en estas decisiones y también en las de la oposición polarizada.
La firma del convenio entre el Ministro de Salud, el doctor Julio Castro y la
OPS, me pareció un paso importante en el sentido de afirmar la necesidad del trabajo conjunto, superando las diferencias políticas en la actual emergencia sanitaria. Lamentablemente, esa conducta no ha ido más allá, como era deseable, debido al enfrentamiento de dos facciones a las que no les importan los venezolanos, sino la destrucción del contrario. De todo lo dicho extraigo mi primera y fundamental recomendación al gobierno nacional del presidente Maduro: Integrar un equipo que reúna a los mejores médicos, epidemiólogos el investigadores científicos especializados en la enfermedad por coronavirus 2019, en su etapa pandémica, coordinados por el Ministerio de Salud, para que asuma la dirección del manejo de la misma de ahora en adelante.
Independientemente de las acciones e inacciones del gobierno colombiano, en relación al tratamiento dado a los venezolanos que migraron hacia ese país, la etapa actual exponencial de la pandemia tiene como elemento principal causal la transmisión comunitaria, por lo que no se la puede explicar por el ingreso de venezolanos contagiados desde los países vecinos. Se trata del crecimiento natural ya advertido por la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, que despertó la ira y comentarios impropios por parte de altos
dirigentes del partido de gobierno. No ha debido haber sorpresas, fueron
advertidos oficialmente y aparentemente desecharon la advertencia en forma negligente y politiquera.
Es hora ya de la autocrítica responsable y de articular medidas efectivas, que no hostiguen ni criminalicen a los venezolanos que regresan contagiados, pues se trata de víctimas y no de victimarios.
Se debe garantizar el cumplimiento de la cuarentena necesaria sin violentar los derechos humanos ni ciudadanos de los venezolanos. La medida ha sido violada, según el Presidente de la República, por las numerosas fiestas realizadas en barrios pobres y pudientes. El Estado ha sido negligente al permitir la realización de algunas, mientras en otros casos no ha podido contenerlas pues no tiene el control territorial necesario para proceder.
Situación derivada de graves errores cometidos en el pasado y advertidos por muchos en su momento. Vivimos hoy los efectos perversos de las tristemente famosas zonas de paz. Se hace necesario evaluar el problema generado con una óptica distinta de quienes han visto en el lumpen el futuro esplendoroso de la revolución.
Es imposible pensar, y menos en la Venezuela actual, que la gente
permanecerá en sus casas sin comida, sin medicinas y sin los servicios básicos de agua, gas y electricidad. Luego, las personas saldrán a las calles pase lo que pase, por lo que la acción gubernamental debería dirigirse a extremar las medidas principales de contención de la pandemia: mascarilla facial adecuada y correctamente colocada, distanciamiento físico y lavado permanente de las manos o su equivalente con preparaciones de alcohol al 70 por ciento como mínimo.
Esto debería incluir a los prestadores de servicios y expendedores de alimentos y otras mercancías en sus sedes. Reducir el horario de atención puede ser en ciertos casos contraproducente, pues un horario restringido genera una mayor aglomeración de gente en el período habilitado, lo que compromete el distanciamiento físico.
Con el desarrollo exponencial de la pandemia, el gobierno no tendrá capacidad de seguir aplicando sin modificaciones los mecanismos instrumentados hasta ahora para la detección de los contagiados. La búsqueda en sus casas de estos no va a ser posible. Tampoco se podrá tener sitios precisos de cuarentena para todo el que sea sospechoso de estar contagiado.
Los centros de salud deben ser para quienes tienen síntomas y signos de determinada intensidad. Este tipo de decisiones serían mucho mejor discutidas si se ampliara el equipo profesional que maneja la pandemia. Personalmente pienso que quien esté contagiado sin síntomas o con síntomas leves está mucho mejor en su casa que en otra parte,
tomando eso sí las precauciones para no contagiar a nadie más.
Por último, es urgente e imprescindible en el control actual de la pandemia la realización de muchas más pruebas PCR (reacción en cadena de la
polimerasa). El gobierno sólo habla de pruebas totales, en las que incluye las llamadas pruebas rápidas. Esto lo hace para aparecer con cifras totales de pruebas por millón de habitantes por encima de sus vecinos. Es parte de la insensata politiquería alrededor de la pandemia. Lo cierto es que no se hace el número suficiente de pruebas PCR, las cuales deben descentralizarse para poder dar respuesta oportuna a las necesidades diagnósticas.
Éste debería haber sido uno de los objetivos a cumplir en el corto plazo; como no lo fue, es imprescindible asumirlo ahora.
Hay cosas que se han hecho bien, cosas que se han hecho parcialmente y cosas que no se han hecho. Una revisión objetiva de lo actuado, sin ideologizaciones ni politiquería, nos diría claramente hacia donde apuntar en beneficio de los venezolanos.