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Las sanciones como pretexto de una catástrofe #Opinión #OscarBattaglini

Es muy probable que el pretexto de las sanciones que el autoritarismo madurista ha convertido en un comodín para tratar de “justificar” el desastre que su gestión ha generado en nuestro país, lo haya tomado de la experiencia de la burocracia cubana; la cual, cómo es de todos conocido, ha hecho del bloqueo una ideología “justificatoria” de su permanencia en el poder por más de 60 años de manera ininterrumpida.

Oscar Battaglini

En ambos casos se trata de la misma argucia, que consiste en hacerse las víctimas con el propósito deliberado de:

  1. Buscarse un culpable externo, tanto del malestar, estancamiento e involución generalizada de ambos países, como del deterioro extremo de las condiciones de vida de sus pobladores.
  2. Ocultar de ese modo, la responsabilidad que les cabe por el daño causado a sus respectivos países y a sus pueblos. En nuestro caso se persigue ocultar además:

2.1- el hecho cierto de que las sanciones económicas y financieras, como todo el mundo sabe, comenzaron a ser aplicadas al régimen dictatorial madurista cuando ya era evidente la existencia en nuestro país de una crisis humanitaria (a pesar de que ellos lo negaron hasta el cansancio) que ha sumergido a la sociedad venezolana en un estado de postración sólo comparable a la situación en la que quedara después de culminadas las guerras de Independencia y Federal.

2.2- el hecho comprobable que la dictadura chavezmadurista en el tiempo que lleva usurpando el poder político en Venezuela, ha dispuesto y tenido bajo su control político-administrativo, más de un billón (un millón de millones) de dólares, que nadie sabe, a ciencia cierta, en qué se gastaron o invirtieron por cuanto no se tienen referentes fácticos y el los gobiernos (de Chávez y Maduro) se niegan a dar relación de ello.

Lo que sí se sabe es que buena parte de esa gigantesca suma de dinero, ha venido apareciendo en cuentas bancarias en el exterior en cuentas de testaferros de Chávez, y de otros altos personeros del régimen político fundado por él.

Lo que explica el súbito enriquecimiento de muchos de sus adláteres responsables del manejo de cuantiosos fondos públicos. Se sabe, igualmente, que esos recursos financieros no fueron empleados oportunamente, ni en el fomento, actualización y mantenimiento de la estructura económica y de servicios del país, ni en el mejoramiento efectivo y perdurable de las condiciones de vida de la población venezolana.

Es indudable que si eso se hubiera hecho, el país no estaría bajo los efectos devastadores de una recesión económica de casi siete (7) años; de una hiperinflación que ha empobrecido a más del 96% de los venezolanos, y de un caos generalizado de los servicios de salud, educación, agua, electricidad, gas, gasolina, transporte y comunicaciones, etc.

Por último, es necesario decir que si esos recursos se hubiesen utilizado en parte significativa para mejorar la infraestructura hospitalaria y de salud en general, el Covid-19 no nos habría sorprendido en la situación precaria y de riesgo extremo en el cual nos encontramos los venezolanos.

2.3- ser el responsable de la debacle sufrida por la actividad petrolera: de la extracción y refinación, y de la industria petroquímica nacional (para no hablar de las empresas básicas del Estado)  De modo pues que nos encontramos ante un hecho insólito (¿inexplicable?) ocurrido en un país que posee una de las reservas petroleras más grandes del planeta y que dispone de seis (6) centros refinadores (Cardón, Amuay, El Palito, Bajo Grande, Puerto La Cruz, Jose) y unas instalaciones petroquímicas (Pequiven, El Tablazo) que en el pasado reciente -hasta poco antes de que la anomalía chávezmadurista se hiciera con el poder- funcionaban normalmente, cubrían la demanda interna de combustibles y derivados petroquímicos –sobre todo los de uso agrícola- y exportaban sus excedentes. Hecha esta verificación, queda claro que la infamante penuria a la que está sometida la sociedad venezolana por la falta de combustible, diesel, lubricantes y aditivos para fabricarlos, y derivados petroquímicos, ha podido evitarse, si al frente del Estado estuviese una gente con los valores, la competencia y una noción de país constructiva; espacio donde hace más de veinte (20) años viene siendo usurpado por una cáfila de aventureros, de gente improvisada y sin historia; o como los calificara el doctor Arturo Uslar Pietri al referirse a Páez y a sus seguidores: …”gente sin concepto de nacionalidad … agentes torpes de la pobreza, el atraso y la destrucción”.

He ahí sin apelación la verdadera causalidad de la catástrofe que se ha cernido sobre nuestro sufrido país bajo la dominación dictatorial chavezmadurista. Esta certeza impone por fuerza la convicción de que el proceso de recuperación y superación de los daños que esa catástrofe le ha ocasionado al país comienza por la salida radical (sin concesiones o contrapartida) del madurismo en el poder.

Considerando que cada día que la caterva madurista pase en el poder, será un día más de destrucción, de atraso, de hambre y de miseria para los venezolanos. En esto, como ya ocurriera con el gomecismo y el perejimenismo, no hay ni puede haber término medio. Ahora bien, hacer esta afirmación categórica, no excluye la posibilidad de la negociación política con la dictadura en procura de una solución pacífica, constitucional y electoral del conflicto político en desarrollo; o de acuerdos parciales de carácter humanitario como el que recientemente se firmara con la dictadura para hacerle frente a la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19, y que tuviera como intermediario a la OPS.

Es precisamente en este ámbito, es decir, en el de las relaciones contradictorias con la dictadura madurista, donde cobra una gran importancia el tema de las sanciones y de las posiciones que se han venido adoptando frente a las mismas. Una de ellas es la de la dizque oposición de la “mesita”, la cual al mismo tiempo que se opone de la manera más intransigente, no sólo repite como una cartilla la prédica de la dictadura en su contra, sino que marcha al compás de la políticas trazadas desde la Casa Amarilla (léase Miraflores).

La otra posición es la que sostiene acríticamente que las sanciones deben eliminarse o que en lugar de esto, se llegue, por razones humanitarias, a un gran acuerdo político entre el gobierno y la oposición para tratar de resolver algunos problemas puntuales que son del interés de la colectividad nacional. De entrada nos parece razonable y aceptable esa posición. Pero a ese acuerdo no se puede llegar sin que se determine la causalidad de la catástrofe se ha abatido sobre la sociedad venezolana, y sin que se establezca una hoja de ruta que conduzca a la superación de la crisis política en desarrollo mediante unas elecciones libres, justas y confiables.

EL AUTOR es historiador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, co-fundador del partido Liga Socialista y exrector del Consejo Nacional Electoral. Autor de los libros “Legitimación de Poder y lucha política en Venezuela” y “El medinismo, modernización, crisis política y golpe de estado”