Yaritagua es un pueblito en la región occidental de Venezuela, no muy lejos de la costa caribeña, ni de las montañas de Sorte, la tierra sagrada de María Lionza, la diosa de la tierra, del bien y del mal, que montada sobre una danta o mapire, vela por sus hijos indígenas de esas tierras, por donde llego a transitar el temible Lopez de Aguirre alzado contra el Rey de España porque no le reconocía su valía y derechos de conquistador, y por que se dedicó a sembrar la muerte y el dolor desde Perú desde donde bajó por el Amazonas hasta el mar Caribe, para encontrar la muerte a las puertas de Barquisimeto, por allá en 1561.
Curioso, López de Aguirre, mejor conocido en el bajo mundo de aquel entonces como El tirano, quien pretendió crear su propio reino en América, independiente de España
Lo cierto es que Yaritagua, aparte de las numerosas y letales serpientes también produce el dulce sabor de la caña de azúcar que debía ser trasportado hasta los ya extintos o abandonados centrales azucareros del Estado Lara. En realidad, esa villa pertenece al estado Yaracuy, cuya capital, San Felipe, se caracterizó por las buenas costumbres de su gente, la limpieza, el orden de sus calles, parques naturales y su inclinación a las charlas vespertinas a las puertas de sus casas coloniales.
Hoy, Yaritagua, como toda Venezuela, ya no es Yaritagua ni Venezuela es Venezuela; como si fuera cualquier Antoñito de Camborio, diría García Lorca en su Romancero gitano. Hoy Venezuela está hundida en el caos del inframundo, no hay costumbres ni modales, ni aguas con sabor a papelón, ni luz, ni gas, ni gasolina, ni libertad, tampoco educación, se les acabó el petróleo, la caña de azúcar, los frijoles y el arroz. Pero abunda el mal y la sin razón, la tortura, la violación y la expatriación, la palería y la santería, y militares en patios de honor ejercitándose bajo la figura de un chavéz de cartón, que aseguran les observa.
Y de Yaritagua surgió, así un alcalde, de un municipio, un tal Juan Parada, quien decidió marcar a sus vecinos, como hicieron los nazis que estigmatizaron a los judíos con una estrella amarilla adherida a su ropa. El objetivo siempre a sido identificar, diferenciar, señalar para cuando haya que eliminar. Y eso hizo Juan Parada, en pleno siglo XXI, al dirigirse a unos manifestantes: “Hay que marcar a la gente cuerpo a cuerpo. Si marcamos a la gente cuerpo a cuerpo, esa gente va a desistir…no te vayas a quejar si eres un comerciante y te escoñetan tu comercio. No te vas a quejar después si salen los colectivos”, dijo.
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