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Un país emigrante #LetrasAlMargen #GustavoLuisCarrera

Mientras países de emigrantes, como México y zonas como el Caribe y Centroamérica, no pasan de 11% de emigrados, Venezuela ya alcanza casi un 15%. Hasta 2010 el número de venezolanos en el exterior era de alrededor de 500.000 connacionales.

Gustavo Luis Carrera

Las naciones se generan a partir de un sustrato histórico y cultural propio, con la suma diversificadora de inmigraciones. Así, toda civilización es mestiza, aunando elementos de diferentes nacionalidades. De este modo, los pueblos ganan al recibir inmigrantes. Pero, igualmente pierden al padecer de excesiva emigración.

UN PAÍS INMIGRADO. Venezuela era, por antonomasia, un país de inmigraciones. A semejanza de Estados Unidos. Sobre todo al término de la Segunda Guerra Mundial arriba a puertos venezolanos un notable número de emigrantes europeos, al igual de chinos y libaneses, por nombrar algunos de los más relevantes. De su parte, al paso de los años se producirá un prolongado arribo de migrantes colombianos. Esto, sumado a una muy antigua inmigración canaria, va a constituir un múltiple complemento poblacional que se integra con el basamento indígena, negro y español, para definir los rasgos diversificados -heterogéneos e integrales a la vez- de una nacionalidad venezolana.

REPENTINA EMIGRACIÓN. Actualmente advertimos, con asombro, cómo, particularmente en estos dos últimos años, se ha producido una diáspora venezolana; ello hasta el extremo de que la ONU ya calcula en cinco millones los emigrados de nuestro país. Nunca había sido Venezuela un país de emigraciones.

Pero, ahora, mientras países de emigrantes, como México y zonas como el Caribe y Centroamérica, no pasan de 11% de emigrados, Venezuela ya alcanza casi un 15%. Hasta 2010 el número de venezolanos en el exterior era de alrededor de 500.000 connacionales. Los destinos de esta diáspora son diversos, principalmente: Colombia, Perú, Chile, Estados Unidos, Argentina, Ecuador, Brasil, México, Panamá.

Tal repentina emigración huye de las condiciones nefastas que nos aherrojan: hiperinflación, sueldos miserables, especulación, hambruna, inseguridad pública y política. Es el dramático, más bien trágico, correspondiente de una diáspora.

BALANCE CARACTERIZADOR. La condición de país emigrante representa para Venezuela una experiencia insólita, que no forma parte de nuestra personalidad histórica como nación. Es un nuevo rostro que asumimos dolorosamente, lamentando que en tales proporciones nuestros paisanos deban emigrar en busca de mejores horizontes; lo cual se ha agudizado desde 2014, y sobre todo a partir de 2018. Son muy pocos los retornados -alrededor de menos del 0,50%-, lo cual permite pensar que los emigrados, por más dificultades que padezcan, perciben que estarían peor en su país.

Hecho que debería producir hondas y honestas reflexiones en el gobierno actual. La pérdida para el país es ostensible: ciudadanos en situación crítica; hogares fracturados; terrible experiencia nacional a causa de: empobrecimiento, depresión, inseguridad; emigra gente económicamente activa, con el consiguiente perjuicio; más del 45% tiene estudios universitarios o técnicos, con el daño profesional que esto implica; se calcula que más de la mitad oscila entre 15 y 30 años, con el natural efecto de elevación del porcentaje de envejecimiento de la población nacional restante. ¡Somos un dramático país emigrante!

VÁLVULA: «El país inmigrado que fuimos, de manera activa, abierto a la llegada de migrantes europeos, caribeños, sureños, chinos, y sobre todo colombianos, ha pasado, en los últimos años, a la sorpresiva condición de país emigrante, con casi el índice más alto a nivel mundial en relación a su población ¿Consecuencias? Aparte del drama vivido por los emigrantes, el país pierde juventud, formación profesional y espíritu emprendedor».

glcarrera@yahoo.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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