El régimen chavista usa las elecciones fraudulentas para enmascarar ese fraude político.
Humberto González Briceño
La idea de la decencia en la política se deriva de la moral o el conjunto de normas que buscan proteger a un grupo o una sociedad, en este caso la nación venezolana. Todas aquellas acciones que vayan en contra de la permanencia o pervivencia de la nación venezolana serán entonces consideradas como inmorales o indecentes. La crítica que siempre hemos argumentado contra el chavismo y la clase política colaboracionista de la falsa oposición se basa en el hecho que sus acciones apuntan a la destrucción de la nación y el estado venezolano como sociedad política.
Para mantenerse en el poder el régimen chavista ha tenido que desarticular al estado nacional venezolano para sustituirlo por el estado chavista que representa otro tipo de interés más que todo de índole criminal. Solo esto explica porque el chavismo en su afán de imponer la barbarie ha destruido el territorio, las instituciones, la moneda, la economía, la historia y hasta la autoestima de ser venezolano.
El territorio ha sido desmembrado para ser repartido entre guerrillas, megabandas y los cuerpos militares del estado chavista. Cada uno domina una parcela donde es soberano para robar, secuestrar y cobrar vacuna a los ciudadanos indefensos.
Instituciones como las Fuerzas Armadas Nacionales han sido prostituidas para reducirlas al brazo armado del estado chavista que se impone sobre la población civil desarmada.
Contra toda la retórica chavista la moneda nacional ha desaparecido para darle paso al dólar como única divisa que es aceptada por todos incluidos quienes reciben dinero de la corrupción. Todas las industrias han desaparecido hasta la petrolera para dar paso a una economía basada en el narcolavado cuya mejor expresión son los bodegones y las zonas libres decretadas por el chavismo.
La historia nacional ha sido falsificada por el chavismo con libros basura que solo contienen propaganda endiosando a Hugo Chávez a la par que se ha promovido la destrucción sistemática de bibliotecas, hemerotecas y fonotecas en todo el territorio nacional.
Y por si esto fuese poco según cifras conservadoras y extraoficiales hay más de siete millones de almas huyendo de la pesadilla chavista y avergonzados de llamarse venezolanos para no ser asociados a la barbarie bolivariana.
El régimen chavista es sin duda la peor amenaza contra la integridad de la nación venezolana y todo lo que se les permita hacer para seguir en el poder es absolutamente inmoral porque precisamente va en contra del sostenimiento de todo el cuerpo social. Es tan inmoral el chavismo que ha procurado la destrucción sistemática de la nación como su falsa oposición que para seguir viviendo de la política se ha adecuado a nuevas formas de contubernio con el chavismo para que también se les permita tomar una tajada en el reparto del botín nacional.
Unas de las formas más socorridas para lavarle la cara al régimen chavista, sobre todo a nivel internacional, es fomentar el fraude político que presenta la apariencia de una sociedad con instituciones que teóricamente funcionan. Para esto se apela cada 3-4 años al recurso de elecciones y negociaciones con la falsa oposición. Es un círculo vicioso sin fin donde siempre se regresa al principio como si nada hubiese pasado.
El régimen chavista usa las elecciones fraudulentas para enmascarar ese fraude político. Se convoca a unas elecciones cuyos resultados son controlados por el Consejo Electoral Chavista que manufactura cifras y adjudica cargos según lo que le interese al régimen. Cada elección que se convoca crea la expectativa sobre cuáles son los cargos de gobernador o alcalde que esta vez el chavismo le adjudicará a la falsa oposición. Pero en realidad es mucho más que eso.
Con una oposición que no tiene vocación moral ni patriótica participar en unas elecciones, cualquiera ella sea, es la oportunidad de hacer negocios y recoger dinero para seguir parasitando de la política. Las elecciones, luego del narcolavado, es el otro gran negocio que ha florecido en Venezuela como una próspera industria con asesores, analistas, encuestadores, periodistas donde todos promueven la banalización de la política para justificar su servilismo.
Pretender que las elecciones del 21 de noviembre, como todas las anteriores, son un evento más en la vida normal de un país solo se puede justificar por el perverso interés de hacer dinero con la destrucción de la patria. Por ejemplo, cuando algunos “analistas” y ‘encuestadores” dicen que la gente votará o no dependiendo de si los candidatos logran convencer que serán capaces de poner alumbrado público y tapar huecos en las calles en realidad lo que están haciendo es tratar de crear un ambiente artificial como si los venezolanos estuviesen flotando en una burbuja y poco les importa la destrucción de la nación.
Los charlatanes más sofisticados elaboran un discurso más refinado y admiten que todo seguirá igual pero que aun así es importante ir a votar en las elecciones del chavismo porque hay la posibilidad de “ganar espacios de lucha.” Así llaman a los cargos que entrega el chavismo para legitimar a su régimen a donde se llega para cobrar sin trabajar.
Aquí no hay espacio para la indiferencia y la neutralidad. Después de dos décadas de destrucción ningún venezolano puede argumentar que no sabe o no entiende lo que está pasando. Es evidente que las opciones son dejar al chavismo que con su falsa oposición siga destruyendo a Venezuela u organizarnos para combatirlos y sacarlos del poder con ayuda internacional.
Cualquier venezolano que apoye las elecciones del 21 de Noviembre y las que vienen asume por definición una conducta abiertamente inmoral porque ir a elecciones significa legitimar a un régimen que busca destruir lo que la mayoría quiere proteger que es la integridad de la nación venezolana.
Desde esta perspectiva votar o llamar a votar como lo hace la falsa oposición es una indecencia que debe ser combatida y denunciada porque sus motivaciones son ruines e innobles. Solo quien aún abrigue esperanzas de vivir de la política, robando el tesoro nacional, podría justificar ser parte del fraude político y electoral orquestado por el chavismo y la falsa oposición.
Afortunadamente la gran mayoría de los venezolanos que vive de su trabajo y no de la política no se plantean estos dilemas morales porque saben que ni estas elecciones ni las que vengan bajo el régimen chavista lograrán el propósito superior de salvar a la nación venezolana.